Dicotomías del ser de Jesús de Nazaret
Darwin Meléndez Cox
Hablar hoy de Jesús de Nazaret, en pleno siglo XXI, es considerado por muchos un arcaísmo, dado que la pérdida de su universalidad durante veinte centurias, imposibilita una aproxima-ción neutral y puramente «objetiva» de lo que fue y sigue siendo Jesús de Nazaret. Según la historia, Jesús murió crucificado a órdenes del gobernador romano en Judea, Poncio Pilato, el cual para no ser culpado de su muerte, simbólicamente se lavó las manos sobre el crimen. Pa-ra la Teología, Jesús murió para salvar a la humanidad por sus pecados.
Este ensayo pretende hacer una descripción sobre las distintas repercusiones que han tenido las muchas imágenes de Jesús de Nazaret y las distintas formas en las que este personaje im-portante; tanto para la fe como para la historia, ha influido en el pensamiento de las perso-nas.
Resulta un enigma para la humanidad el intentar responder a las muchas cuestionantes que ha dejado su presencia en este mundo; lo cuál ha creado durante distintas generaciones reaccio-nes diversas y no muy ordenadas de lo que es en sí el ser de Jesús, creando una dicotomía: partir en dos partes un concepto. Pero esta dicotomía no pretende quizás partir en dos un concepto en sí; sino dividir en dos partes distintas el ser de Jesús de Nazaret, a continuación veremos algunas de las “imágenes” de Jesús que más han causado controversias a lo largo de la historia y veremos las perspectivas que plantea el mas reciente debate con respecto a sepa-rar el “Jesús histórico” del “Jesús de la fe”.
Bernard Sesboüé, S.J. a través de su libro Imágenes deformadas de Jesús, muestra la elabora-ción de retratos que a lo largo de la historia contienen errores: están truncados, desequilibra-dos, algunas veces serios y fecundos pero no del todo perfectos.
El libro describe gran parte de los debates actuales: el «Jesús» de los periodistas, el de los novelistas, las imágenes de la «Nueva Era», el de las sectas o de la ciencia-ficción. Claramen-te el autor plantea que no escribe su libro como una cristología en sí, procura sin embargo hacer un recuadro de lo que ha sido la visión de la humanidad con respecto a Jesús. Quisiera dar inicio con una referencia, con la cual Sesboüé da inicio el debate del ser de Jesús:
Caminando largo tiempo con Él, aprendieron a descubrir que no solamente era más que Jonás y Salomón (Mt 12, 41-42), sino también más que un hombre. La gran pregunta de aquellos dis-cípulos fue la identidad profunda de Jesús, y esa misma fue también la pregunta que Jesús les planteó: «Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?» (Mt 16,15). Es conocida la respuesta de Pedro, en la que Jesús reconoce el fruto de una revelación del Padre. Pero solamente través de la prueba de la cruz y la experiencia de la resurrección fueron capaces los Apóstoles de procla-mar definitivamente y con pleno conocimiento de causa que « a este Jesús que habéis crucifi-cado, Dios lo ha nombrado Señor y Mesías» (Hch 2, 36).
A partir de ahí, se despliega en el Nuevo Testamento todo un movimiento de reflexión y medi-tación sobre la persona de Jesús. Los testigos que vieron a Jesús «subir» al Padre se hacen ca-da vez más preguntas sobre la relación de Jesús con el Padre.
La afirmación por parte de los testigos que vieron a Jesús «subir» al cielo; deja en el pensa-miento de las personas de aquel entonces deja la incógnita de quien era Jesús para el Padre y por tanto quien «era» antes de su venida, si se puede hablar así (Bernard Sesboüé, 1999, p.15-16)
Estaba en manos de los apóstoles “aclarar” esas manifestaciones gloriosas de Jesús sin ningu-na ambigüedad y es de esa manera como lo hacen: «Hijo de Dios con poder» (Rom 1,4), así era «antes de la creación del mundo» (Ef. 1,4; Jn 17,5).
Pero incluso después de esta “aclaración” de los apóstoles hacia los primeros cristianos a par-tir de la experiencia de Jesús en los apóstoles (porque no me atrevo a decir dogma), hubieron algunos cristianos a los que se le hizo difícil admitir la divinidad y humanidad de Jesús, ya que si posee “humanidad” según ellos era no mas una apariencia de hombre, porque era un ser «de afuera». Otra controversia es el de la Encarnación, que según los gnósticos «se interesa por una salvación puramente espiritual de los pocos “privilegiados del conocimiento secreto”, pues la encarnación de los gnósticos es desencarnada como cabe imaginar». Y de esa forma distintas tentaciones salen a superficie, como el «Jesús sin alma de Apolinar1». El error de Apolinar, fue que Jesús al estar privado de alma también estaría privado de cuerpo, y la en-carnación pertenecería al área de mitología. «El Jesús sin naturaleza humana» de Eutiques2, quien llegó a negar en Jesús «dos naturalezas» quien propone un «monofisismo» (monos = una sola, physis = naturaleza). Será como indica Sesboüé « sus partidarios querrán entonces ampu-tar la humanidad de Cristo de una voluntad propiamente humana», prevaleciendo por supues-to una única divinidad en Cristo.
Hemos llegado al Medioevo, y el desequilibro del misterio de Jesús alcanza un margen, muy distante de lo que son las desviaciones de la comprensión de Jesús. Y los teólogos de la época enseñan la omnisciencia de Jesús. Pero recae el error de que el mismo Jesús desconoce el día del juicio (Mc 13,32), olvidaba la dimensión histórica del ser humano de Jesús. Haciendo de las enseñanzas de Jesús un “juego”, pues todo lo preguntaba, aun sabiendo Él las respuestas.
La piedad barroca hace un “retroceso” y pone la piedad hacia la Virgen María y los Santos por encima de la mediación directa de Cristo. «Estamos mas tentados de hacer del cristianismo una religión del hombre olvidando a Dios, que de hacer de él una religión de Dios olvidando al hombre».
Durante la historia del cristianismo, las imágenes de Cristo han ido cambiando según las pers-pectivas planteadas, y los pensamientos humanos: desde la dulce imagen del pantocrátor bi-zantino, hasta el Jesús socialista de los franceses. El Jesús racional de los filósofos, como sa-bio de la humanidad. Jesús pasó entonces a ser solamente una personalidad humana «ejem-plar». Jesús es el héroe de una religión natural y que nace de una idea original, y su única ver-dad es racional, vivida por Jesús como una virtud moral. Es por eso que la eucaristía es una «comida de amistad» o un «festín de sabios» o la «alianza para morir al vicio y vivir en la vir-tud».
O el «Cristo joven y superestrella» de los hippies que si bien admito es una forma de mostrar el rostro alegre de Jesús que alegra a todo joven; (yo como joven reconozco también que no es «todo» en Jesús) quizás sin mala intención, sirvió a los hippies de justificación para sus es-tilo de vida. O el «Jesús guerrillero» de los revolucionarios latinos, en contra de las injusticias sociales; que quizás incluso Jesús tenga mas de Che Guevara que de Él mismo. En mi opinión no me atrevo a decir que estos son retratos de Jesús, sino más bien unas «caricaturas simpáti-cas» en las que el arte pop hace poco de lo suyo.
John Meier ha escrito Un judío marginal. Redefiniendo al Jesús histórico. Se trata de dos libros voluminosos, cada uno de más de 400 páginas. Escribe Meier en la introducción:
Imaginemos que tenemos cuatro especialistas bien preparados a nivel histórico: un católico, un protestante, un judío y un agnóstico. Y que trabajen juntos para decir quién es Jesús. El resultado, concluye sería que " el Jesús histórico es un judío marginal", sin gran importancia. El perfil que nos da de Jesús es el de un pobre palestino que hizo hablar de sí. Para la historia, obviamente, el misterio ligado a su persona no existe. O bien de Jesús se hace una historia poco interesante (en el fondo no era más que un judío marginal), o bien se reduce su mensaje a pura literatura.
Volviendo a Sesboüé, quisiera retomar la ultima de la imágenes que el presenta y son las del Jesús de la Nueva Era3. No se considera esta forma de vida como una espiritualidad ni un eremitismo vivido. Viven una tradición cristiana muy contradictoria por lo que tal parece fue muy difícil para el autor poder describir sus puntos principales; el autor cita a R. Bergeron que las distingue en dos: los que se centran en la palabra de Jesús, y los otros que prefieren el concepto de Cristo, esta ultima en carácter esotérico, en el que Jesús es el «gran iniciador».
Resulta ser interesante como Bernard Sesboüé habla en su libro de «los fracasos de las vidas de Jesús» y debo de admitir que es la parte que me ha interesado mucho mas, he descrito an-teriormente de forma muy resumida los puntos que intenta retratar Sesboüé, de las aberra-ciones o de los errores si se prefiere (si se estima que la palabra aberración es peyorativa) del ser de Jesús de Nazaret que se han hecho a lo largo de la historia, hasta la actualidad.
Quisiera enfocarme, en el hecho de los fracasos de las «vidas de Jesús», como punto de parti-da de mi análisis y quisiera antes reconocer dos cosas:
No puedo crear dos cristos, no puedo desligar al Cristo hombre; del Cristo divino; o viceversa, simplemente porque ninguna de las dos anteriores existen, solo existe Cristo, e intento partir desde esa universalidad. Aun siendo Cristo un prisma que produce distintas refracciones ópti-cas, no me atrevo a abarcarlas cada una de forma individual, porque de hacerlo tendría que empezar por cada dimensión por si sola y eso implicaría omitir distintas refracciones por algu-nos instantes, y eso cambiaria la perspectiva general de lo que es Cristo y entonces me estaría limitando a abarcar de Cristo lo que me interese y no lo que es Él en sí.
Reconociendo mis bases cognitivas que resultan ser nimias y limitadas, me resultaría un estul-to empezar a hablar de lo que considero es mi opinión acerca de lo que leído en el libro de Sesboüé, sin afirmar cual es mi fuente primaria. Tengo que afirmar que en mayor parte lo es la Iglesia Católica por la razón de su herencia religiosa y secular. La actitud de la Iglesia y de su magisterio frente a las ciencias, ha tenido una evolución y adaptación frente al mundo, mas positiva que negativa y sin perder la esencia de Cristo no sin ciertos altibajos de varios Padres y Escritores apostólicos; pero antes que ellos las sólidas enseñanzas de los Evangelios y las Epístolas aunque por muchos escritores y científicos sean considerados una propuesta helenis-ta muy subjetiva acerca de Jesús, (omitiendo la tradición oral que conserva la Iglesia Católi-ca). Aunque sigue siendo el cristianismo razón de muchas concepciones positivas en el mundo.
Confiesa Hans Küng “los evangelistas no inventan nada quizás no ofrecen una biografía conti-nuada de Jesús, pero sí la que realmente ocurrió” (M. Descalzo, 1990 p.12).
Los autores sagrados escriben no como historiadores, sino como testigos de una fe y catequis-tas de una comunidad, relatan desde la fe; sus obras son predicaciones, no relatos científicos.
Me parece paradójico porque los biblistas, los científicos e historiadores responden casi uná-nimemente que es imposible escribir una "biografía de Jesús", pero se cuestionan a los autores sagrados, omitiendo que son las únicas fuentes próximas a la grandeza de Jesús. Se les acusa de que sus escritos son muy "subjetivos".
Quizás muchos intelectuales influenciados de la escuela del racionalismo alemán, intenten de “buena fe”, encontrar una dimensión de Jesús que se pueda desligar de la fe, aislando a Jesús de su propia manera de pensar y sentir, pero sería entonces solo un análisis objetivo y no una “biografía de Jesús”.
Antes de continuar me permito compartirles esta experiencia:
Estaba impartiendo a algunos niños los primeros conocimientos para su acercamiento a Jesús en un oratorio. Para un acercamiento del niño con Jesús se intenta que el niño sepa distinguir lo que es una presencia de Jesús de lo que es un recuerdo de Jesús.
Se entiende por presencia los lugares en donde podemos encontrar la presencia de Jesús: el Sagrario, la Biblia y el corazón4.
Se entiende por recuerdo las cosas que nos hacen memoria de Jesús: la cruz, las imágenes, las pinturas, etc.
Ante la curiosidad de los niños de descubrir a Jesús en la Biblia, surgió esta cuestionante en la mayoría de los niños: ¿Cómo puede estar Jesús en un libro?
Se intenta hacerles entender que Jesús está en la Biblia y que Él nos habla cada vez que lee-mos la Biblia, es por ello que cada vez que imparto oratorio les leo a los niños un fragmento del Evangelio. Y se les hace comprender que los fragmentos que leemos del Evangelio, no son cuentos, se les hace entender que fueron cosas que ocurrieron hace mucho tiempo.
En el oratorio un niño levantó la mano y me preguntó, que; qué ocurría si arrancábamos una página de la Biblia, yo le iba a responder que eso no es correcto. Antes de responderle una niña interrumpió diciendo que eso sería arrancarle una de sus partes a Jesús y que sería muy triste porque Jesús no estaría completo: Todos los niños se quedaron en silencio; afirmando lo mismo, con sus miradas fijas en la Biblia.
Tengo que admitir que la respuesta de la niña me sorprendió mucho; la niña lo dijo con mucha naturalidad y no me miró cuando lo estaba diciendo. Miró fijamente la Biblia, quizás porque estaba muy segura de lo que decía.
La respuesta que yo iba a dar: “Eso no es correcto” era una respuesta (tengo que admitir) muy pobre, solo estaba abarcando el sentido ético de ese acto. No es ético arrancarle páginas a la Biblia. La niña al contrario llegó a un punto más allá de lo ético; ella comprendió que cada componente de ese Libro (que ya no era un Libro común) era Jesús.
Jesús habitaba en ese libro (no era la “casa” de Jesús) era Jesús mismo. Y arrancarle una pá-gina a la Biblia no era arrancarle las páginas a un libro sino a Jesús mismo; y eso era muy tris-te.
Otro niño alzó la mano y me preguntó que; porque la Biblia que ellos observaban se miraba tan vieja. Yo le respondí que la Biblia no es “vieja” tampoco “nueva”, porque en la Biblia está Jesús y que Jesús nunca cambia y que ninguno de los que estábamos en el oratorio podía cam-biarlo, porque Jesús siempre sigue siendo igual5. Y lo comprendieron muy bien.
Y en esto quisiera plantear un error quizás de los grandes historiadores, escritores y científi-cos: el hecho de querer saber más de Jesús omitiendo y separando distintos aspectos de su ser, no podemos intentar descubrir a Jesús desde una perspectiva asumida a priori, condicio-nando la interpretación de los Evangelios. Cuando se habla sobre Jesús unos quieren hacer sólo historia, aplicando las rigurosas exigencias del método histórico-científico; otros, en cambio, reducen todo a un mensaje moral. Las dos posiciones son incorrectas. Si no somos capaces de abarcar a Cristo desde el Evangelio mismo. Reconociendo en toda la estructura del Evangelio sin omitir vivencias, sentimientos y enseñanzas como un todo de lo que debemos saber acerca de Jesús.
El método histórico crítico sigue siendo indispensable a partir de la estructura de la fe cristia-na. No obstante, hemos de añadir dos consideraciones: retrata de una de las dimensiones fun-damentales de la exégesis, pero no agota el cometido de la interpretación para quien ve en los textos bíblicos la única Sagrada Escritura y la que cree inspirada por Dios. (Joseph Ratzin-ger, 2007 p.12)
Ratzinger expone una perspectiva interesante: Un “retrato” de Jesús que deseen realizar los historiadores, quizás les es posible: sean como cualidades o como un conjunto de característi-cas del medio que rodeaban a Jesús. Pero sabemos que los acontecimientos que vivió Jesús involucran enseñanzas y sentimientos, y es una de las cosas que no se han podido desvincular hasta hoy.
Sus “hazañas”, rozan el lado metafórico, ya que para muchos sus “habilidades” de resucitar a muertos, sanar a enfermos, multiplicar panes y peces o caminar sobre el agua, son meras me-táforas de la realidad, con un significado oculto, no siendo necesario que Jesús lo llevara a cabo al pie de la letra.
Los Evangelios mismos podrían estar impregnadas de sentimientos propios de los apóstoles; y el hecho de los Evangelios sean así, los hace ser dubitables. Escribir un relato exacto a como sucedieron estas cosas es imposible, porque algunas cosas que nos muestra el Evangelio pue-den ser ciertas a como pueden no serlo. “Pero no agota el cometido de la interpretación para quien ve en los textos bíblicos la única Sagrada Escritura y la que cree inspirada por Dios”. (Joseph Ratzinger, 2007 p.12)
¿Entender o comprender a Jesús?
“Los sabios están confundidos, consternados, prendidos en el lazo. Han desechado la palabra del Señor; ¿qué sabiduría pueden poseer?” (Jer 8,9)
Comprendo la razón de la búsqueda de todos los científicos, historiadores, escritores, teólogos y filósofos. “Saber de Jesús no es una curiosidad, es algo que pone en juego nuestra existen-cia” (M. Descalzo, 1990 p.11).
Y entiendo también que:
Si Jesús es lo que dijo de sí mismo y si es lo que dicen de él sus discípulos, ser hombre es algo distinto de lo que imaginamos, mucho más importante de lo que creemos. Porque si Dios ha sido hombre, se ha hecho hombre, gira toda la condición humana. Si en cambio, el hubiera sido un embaucador o un loco, media humanidad estaría perdiendo la mitad de sus vidas (M. Descalzo, 1990 p.11).
Entiendo que la muerte y pasión de Jesús puede entenderse desde varios puntos de vista:
Según la historia, Jesús murió crucificado a órdenes del gobernador romano en Judea, Poncio Pilato, el cual para no ser culpado de su muerte, simbólicamente se lavó las manos sobre el crimen.
Para la Teología, Jesús murió para salvar a la humanidad por sus pecados.
La verdad, este tema sería uno de los muchos que levantarían polémica, dividiendo al mundo entre los que aceptan la idea proclamada por la Iglesia y los que prefieren ver la historia de Jesús de Nazaret como algo meramente histórico.
La división se vuelve a plasmar en este sentido: ¿era Jesús el Mesías en representación de Dios en la Tierra? o ¿Jesús era un hombre como cualquier otro que llamó la atención por algo?
Hay algo que sobrepasa la simple voluntad de querer conocer a Jesús. Entender las enseñanzas de Jesús en nuestros tiempos no supone para muchos un gran esfuerzo, las enseñanzas están impregnadas de grandeza y claridad: “El que tenga oídos que oiga” (Mt 11,15)
Comprender a Jesús nos permite contenerlo y asumir como nuestro también toda su dimen-sión, sus vivencias y sus enseñanzas y las encontramos como naturales y justificables, enton-ces la experiencia de Jesús está incluida en nosotros y Jesús nos es semejante y reconocible: Somos capaces de asimilar a Jesús.
Comprendemos lo que aprendemos de Jesús y nos agregamos a Él y confluimos en una misma perspectiva como la de Jesús.
Entender a Jesús nos hace distintos a Jesús, el “solo entender” muchas de las cosas que ense-ña Jesús; como enseñanzas a los oídos nos hace diferente a Él, porque entenderle supone algo cognitivo; por lo tanto limitado, y nos hace creer, pensar y juzgar; según nuestro entendimien-to que lógicamente es diverso y distinto.
“Tener la idea clara” de quien es y lo que enseña Jesús, nos limita a un conocer. Un conoci-miento puede tener la misma fuente, pero también reflejar distintas interpretaciones; abier-tas a los más complejos y diversos debates, que por muy rigurosas y delicadas que sean no tie-nen un objetivo común sino que solamente defienden sus posturas. Caemos entonces en un ciclo de interpretaciones que repercuten en las aprehensiones sobre las enseñanzas de Jesús; pero desligándonos fríamente del ser de Jesús.
Antes quisiera aclarar el peligro de que halla: ya sea una comprensión espuria o bien una aprehensión espuria:
Una comprensión espuria sería una confluida exorbitancia que podría llevar a uno de los fana-tismos más radicales y desastrosos, desviándonos de lo que nos es verdaderamente justificable y semejante en Jesús.
Una aprehensión espuria sería un pragmatismo frío desligado del ser de Jesús.
¿Qué es mejor, comprender o entender a Jesús?
En mi opinión diría que los dos. Las dos nos ayudan a ver a Jesús en su plenitud universal. No podemos hacer a Cristo a nuestro pensar y sentir, pero tampoco tenemos el derecho de abe-rrar su imagen, encerrándonos en un ciclo monolítico que había existido desde los primeros tiempos del cristianismo.
Conclusiones
Todo conocemos la historia del personaje más famoso de todos los tiempos, y aún así a más conocemos de su vida, más son las dudas y preguntas que nos invaden.
Hoy nos hallamos frente a una dicotomía muy peligrosa, que no pone solamente en peligro las imágenes reales de Jesús, sino que irrumpe en la visión de salvación de la humanidad entera.
Distorsiona toda la coherencia de la Alianza hecha a los judíos hace aproximadamente cuatro mil años, abandona a toda la humanidad ante meras elucubraciones que no pueden responder ante todas nuestras cuestionantes realidades y nos harían creer que todas las cosas escritas en el Evangelio como actos realizados por Jesús son solo metáforas.
Ubicarían a toda la humanidad en un vacío, creerán los científicos que el método histórico-científico podrá dar una resolución infalible y exacta ante el simple subjetivismo y sentimen-talismo dubitable de los Apóstoles o la antigua “literatura” que ha conservado la Iglesia Cató-lica por mas de dos mil años.
Hago esta cita textual de una de las Constituciones Dogmáticas sobre la Iglesia:
Vino, por tanto, el Hijo, enviado por el Padre, quien nos eligió en Él antes de la creación del mundo y nos predestinó a ser hijos adoptivos, porque se complació en restaurar en Él todas las cosas (Eph 1,4-5). Así, pues, Cristo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó la redención. La Iglesia o reino de Cristo, presente actualmente en misterio, por el poder de Dios crece visi-blemente en el mundo. Este comienzo y crecimiento están simbolizados en la sangre y en el agua que manaron del costado abierto de Cristo crucificado (cf. lo 19,34) y están profetizados en las palabras de Cristo aceren de su muerte en la cruz: Y yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré a todos a mi (lo 12,32 gr.). La obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, por medio del cual Cristo, que es nuestra Pascua, ha sido inmolado (1 Cor 5,7). Y, al mismo tiempo, la unidad de los fieles, que constituyen un solo cuerpo en Cristo, está representada y se realiza, por el sacramento del pan eucarístico (cf. 1 Cor 10,17). Todos los hombres están llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien caminamos. (Siervo de los siervos de Dios, juntamente con los padres del Concilio Ecuménico Vaticano II, 1967 p.85).
Jesús de Nazaret sigue siendo una realidad importante, en el mundo y está masivamente pre-sente. A pesar de los errores y tropiezos de la Iglesia, podemos afirmar como pueblo de Dios, que nos ha hecho posibles una recta comprensión de las Sagradas Escrituras, ya que estas las entendemos como un todo, que reúne en sus páginas, historia, moral, enseñanzas y lo mas importante la redención por lo tanto cuando se lee, se debe de tener espíritu de fe y profunda humildad, como consecuencia sería un delito de profanación leerla por vana curiosidad.
Es responsabilidad de la historia, la ciencia y más que todo de la cristología presentar el ver-dadero rostro de Jesús de Nazaret a fin de mayor claridad ante las gentes.
Referencias
Easton, Bryan. (2007). Critica de las formas de vida de Jesús. Recuperado el 19 de octubre de 2008, de http://criticismobiblico.blogspot.com/2007/02/1801-crtica-de-las-formas-de-los.html
Larios, Eliseo. (2007). Las cristologías de Monseñor Romero y Jon Sobrino. Senderos (86) 95-118
Martín, José. (1990). Vida y misterio de Jesús de Nazaret. Salamanca, España: Sígueme
Meier, John. (1991). Un judío marginal. Nueva Visión del Jesús Histórico. Pamplona, España: Verbo Divino
Orden de las Escuelas Pías. (1994) El Oratorio de niños pequeños. Notas espirituales y pedagógicas de una expe-riencia. Valencia, España: Vía San Romano
Potterie, Ignace. (2007). Gnosis: Ni historia Ni misterio. Recuperado el 15 de octubre de 2008, de http://www.mercaba.org/ARTICULOS/G/gnosis_ni_historia__ni_misterio.htm
Ratzinger, Joseph. (2007). Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la Transfiguración. España: La Esfera de Libros
Renan, Ernest. (1985). Vida de Jesús. Madrid, España: EDAF
Sesboüé, Bernard. (1999). Imágenes deformadas de Jesús. Modernas y contemporáneas. Bilbao, España: Mensa-jero
Hablar hoy de Jesús de Nazaret, en pleno siglo XXI, es considerado por muchos un arcaísmo, dado que la pérdida de su universalidad durante veinte centurias, imposibilita una aproxima-ción neutral y puramente «objetiva» de lo que fue y sigue siendo Jesús de Nazaret. Según la historia, Jesús murió crucificado a órdenes del gobernador romano en Judea, Poncio Pilato, el cual para no ser culpado de su muerte, simbólicamente se lavó las manos sobre el crimen. Pa-ra la Teología, Jesús murió para salvar a la humanidad por sus pecados.
Este ensayo pretende hacer una descripción sobre las distintas repercusiones que han tenido las muchas imágenes de Jesús de Nazaret y las distintas formas en las que este personaje im-portante; tanto para la fe como para la historia, ha influido en el pensamiento de las perso-nas.
Resulta un enigma para la humanidad el intentar responder a las muchas cuestionantes que ha dejado su presencia en este mundo; lo cuál ha creado durante distintas generaciones reaccio-nes diversas y no muy ordenadas de lo que es en sí el ser de Jesús, creando una dicotomía: partir en dos partes un concepto. Pero esta dicotomía no pretende quizás partir en dos un concepto en sí; sino dividir en dos partes distintas el ser de Jesús de Nazaret, a continuación veremos algunas de las “imágenes” de Jesús que más han causado controversias a lo largo de la historia y veremos las perspectivas que plantea el mas reciente debate con respecto a sepa-rar el “Jesús histórico” del “Jesús de la fe”.
Bernard Sesboüé, S.J. a través de su libro Imágenes deformadas de Jesús, muestra la elabora-ción de retratos que a lo largo de la historia contienen errores: están truncados, desequilibra-dos, algunas veces serios y fecundos pero no del todo perfectos.
El libro describe gran parte de los debates actuales: el «Jesús» de los periodistas, el de los novelistas, las imágenes de la «Nueva Era», el de las sectas o de la ciencia-ficción. Claramen-te el autor plantea que no escribe su libro como una cristología en sí, procura sin embargo hacer un recuadro de lo que ha sido la visión de la humanidad con respecto a Jesús. Quisiera dar inicio con una referencia, con la cual Sesboüé da inicio el debate del ser de Jesús:
Caminando largo tiempo con Él, aprendieron a descubrir que no solamente era más que Jonás y Salomón (Mt 12, 41-42), sino también más que un hombre. La gran pregunta de aquellos dis-cípulos fue la identidad profunda de Jesús, y esa misma fue también la pregunta que Jesús les planteó: «Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?» (Mt 16,15). Es conocida la respuesta de Pedro, en la que Jesús reconoce el fruto de una revelación del Padre. Pero solamente través de la prueba de la cruz y la experiencia de la resurrección fueron capaces los Apóstoles de procla-mar definitivamente y con pleno conocimiento de causa que « a este Jesús que habéis crucifi-cado, Dios lo ha nombrado Señor y Mesías» (Hch 2, 36).
A partir de ahí, se despliega en el Nuevo Testamento todo un movimiento de reflexión y medi-tación sobre la persona de Jesús. Los testigos que vieron a Jesús «subir» al Padre se hacen ca-da vez más preguntas sobre la relación de Jesús con el Padre.
La afirmación por parte de los testigos que vieron a Jesús «subir» al cielo; deja en el pensa-miento de las personas de aquel entonces deja la incógnita de quien era Jesús para el Padre y por tanto quien «era» antes de su venida, si se puede hablar así (Bernard Sesboüé, 1999, p.15-16)
Estaba en manos de los apóstoles “aclarar” esas manifestaciones gloriosas de Jesús sin ningu-na ambigüedad y es de esa manera como lo hacen: «Hijo de Dios con poder» (Rom 1,4), así era «antes de la creación del mundo» (Ef. 1,4; Jn 17,5).
Pero incluso después de esta “aclaración” de los apóstoles hacia los primeros cristianos a par-tir de la experiencia de Jesús en los apóstoles (porque no me atrevo a decir dogma), hubieron algunos cristianos a los que se le hizo difícil admitir la divinidad y humanidad de Jesús, ya que si posee “humanidad” según ellos era no mas una apariencia de hombre, porque era un ser «de afuera». Otra controversia es el de la Encarnación, que según los gnósticos «se interesa por una salvación puramente espiritual de los pocos “privilegiados del conocimiento secreto”, pues la encarnación de los gnósticos es desencarnada como cabe imaginar». Y de esa forma distintas tentaciones salen a superficie, como el «Jesús sin alma de Apolinar1». El error de Apolinar, fue que Jesús al estar privado de alma también estaría privado de cuerpo, y la en-carnación pertenecería al área de mitología. «El Jesús sin naturaleza humana» de Eutiques2, quien llegó a negar en Jesús «dos naturalezas» quien propone un «monofisismo» (monos = una sola, physis = naturaleza). Será como indica Sesboüé « sus partidarios querrán entonces ampu-tar la humanidad de Cristo de una voluntad propiamente humana», prevaleciendo por supues-to una única divinidad en Cristo.
Hemos llegado al Medioevo, y el desequilibro del misterio de Jesús alcanza un margen, muy distante de lo que son las desviaciones de la comprensión de Jesús. Y los teólogos de la época enseñan la omnisciencia de Jesús. Pero recae el error de que el mismo Jesús desconoce el día del juicio (Mc 13,32), olvidaba la dimensión histórica del ser humano de Jesús. Haciendo de las enseñanzas de Jesús un “juego”, pues todo lo preguntaba, aun sabiendo Él las respuestas.
La piedad barroca hace un “retroceso” y pone la piedad hacia la Virgen María y los Santos por encima de la mediación directa de Cristo. «Estamos mas tentados de hacer del cristianismo una religión del hombre olvidando a Dios, que de hacer de él una religión de Dios olvidando al hombre».
Durante la historia del cristianismo, las imágenes de Cristo han ido cambiando según las pers-pectivas planteadas, y los pensamientos humanos: desde la dulce imagen del pantocrátor bi-zantino, hasta el Jesús socialista de los franceses. El Jesús racional de los filósofos, como sa-bio de la humanidad. Jesús pasó entonces a ser solamente una personalidad humana «ejem-plar». Jesús es el héroe de una religión natural y que nace de una idea original, y su única ver-dad es racional, vivida por Jesús como una virtud moral. Es por eso que la eucaristía es una «comida de amistad» o un «festín de sabios» o la «alianza para morir al vicio y vivir en la vir-tud».
O el «Cristo joven y superestrella» de los hippies que si bien admito es una forma de mostrar el rostro alegre de Jesús que alegra a todo joven; (yo como joven reconozco también que no es «todo» en Jesús) quizás sin mala intención, sirvió a los hippies de justificación para sus es-tilo de vida. O el «Jesús guerrillero» de los revolucionarios latinos, en contra de las injusticias sociales; que quizás incluso Jesús tenga mas de Che Guevara que de Él mismo. En mi opinión no me atrevo a decir que estos son retratos de Jesús, sino más bien unas «caricaturas simpáti-cas» en las que el arte pop hace poco de lo suyo.
John Meier ha escrito Un judío marginal. Redefiniendo al Jesús histórico. Se trata de dos libros voluminosos, cada uno de más de 400 páginas. Escribe Meier en la introducción:
Imaginemos que tenemos cuatro especialistas bien preparados a nivel histórico: un católico, un protestante, un judío y un agnóstico. Y que trabajen juntos para decir quién es Jesús. El resultado, concluye sería que " el Jesús histórico es un judío marginal", sin gran importancia. El perfil que nos da de Jesús es el de un pobre palestino que hizo hablar de sí. Para la historia, obviamente, el misterio ligado a su persona no existe. O bien de Jesús se hace una historia poco interesante (en el fondo no era más que un judío marginal), o bien se reduce su mensaje a pura literatura.
Volviendo a Sesboüé, quisiera retomar la ultima de la imágenes que el presenta y son las del Jesús de la Nueva Era3. No se considera esta forma de vida como una espiritualidad ni un eremitismo vivido. Viven una tradición cristiana muy contradictoria por lo que tal parece fue muy difícil para el autor poder describir sus puntos principales; el autor cita a R. Bergeron que las distingue en dos: los que se centran en la palabra de Jesús, y los otros que prefieren el concepto de Cristo, esta ultima en carácter esotérico, en el que Jesús es el «gran iniciador».
Resulta ser interesante como Bernard Sesboüé habla en su libro de «los fracasos de las vidas de Jesús» y debo de admitir que es la parte que me ha interesado mucho mas, he descrito an-teriormente de forma muy resumida los puntos que intenta retratar Sesboüé, de las aberra-ciones o de los errores si se prefiere (si se estima que la palabra aberración es peyorativa) del ser de Jesús de Nazaret que se han hecho a lo largo de la historia, hasta la actualidad.
Quisiera enfocarme, en el hecho de los fracasos de las «vidas de Jesús», como punto de parti-da de mi análisis y quisiera antes reconocer dos cosas:
No puedo crear dos cristos, no puedo desligar al Cristo hombre; del Cristo divino; o viceversa, simplemente porque ninguna de las dos anteriores existen, solo existe Cristo, e intento partir desde esa universalidad. Aun siendo Cristo un prisma que produce distintas refracciones ópti-cas, no me atrevo a abarcarlas cada una de forma individual, porque de hacerlo tendría que empezar por cada dimensión por si sola y eso implicaría omitir distintas refracciones por algu-nos instantes, y eso cambiaria la perspectiva general de lo que es Cristo y entonces me estaría limitando a abarcar de Cristo lo que me interese y no lo que es Él en sí.
Reconociendo mis bases cognitivas que resultan ser nimias y limitadas, me resultaría un estul-to empezar a hablar de lo que considero es mi opinión acerca de lo que leído en el libro de Sesboüé, sin afirmar cual es mi fuente primaria. Tengo que afirmar que en mayor parte lo es la Iglesia Católica por la razón de su herencia religiosa y secular. La actitud de la Iglesia y de su magisterio frente a las ciencias, ha tenido una evolución y adaptación frente al mundo, mas positiva que negativa y sin perder la esencia de Cristo no sin ciertos altibajos de varios Padres y Escritores apostólicos; pero antes que ellos las sólidas enseñanzas de los Evangelios y las Epístolas aunque por muchos escritores y científicos sean considerados una propuesta helenis-ta muy subjetiva acerca de Jesús, (omitiendo la tradición oral que conserva la Iglesia Católi-ca). Aunque sigue siendo el cristianismo razón de muchas concepciones positivas en el mundo.
Confiesa Hans Küng “los evangelistas no inventan nada quizás no ofrecen una biografía conti-nuada de Jesús, pero sí la que realmente ocurrió” (M. Descalzo, 1990 p.12).
Los autores sagrados escriben no como historiadores, sino como testigos de una fe y catequis-tas de una comunidad, relatan desde la fe; sus obras son predicaciones, no relatos científicos.
Me parece paradójico porque los biblistas, los científicos e historiadores responden casi uná-nimemente que es imposible escribir una "biografía de Jesús", pero se cuestionan a los autores sagrados, omitiendo que son las únicas fuentes próximas a la grandeza de Jesús. Se les acusa de que sus escritos son muy "subjetivos".
Quizás muchos intelectuales influenciados de la escuela del racionalismo alemán, intenten de “buena fe”, encontrar una dimensión de Jesús que se pueda desligar de la fe, aislando a Jesús de su propia manera de pensar y sentir, pero sería entonces solo un análisis objetivo y no una “biografía de Jesús”.
Antes de continuar me permito compartirles esta experiencia:
Estaba impartiendo a algunos niños los primeros conocimientos para su acercamiento a Jesús en un oratorio. Para un acercamiento del niño con Jesús se intenta que el niño sepa distinguir lo que es una presencia de Jesús de lo que es un recuerdo de Jesús.
Se entiende por presencia los lugares en donde podemos encontrar la presencia de Jesús: el Sagrario, la Biblia y el corazón4.
Se entiende por recuerdo las cosas que nos hacen memoria de Jesús: la cruz, las imágenes, las pinturas, etc.
Ante la curiosidad de los niños de descubrir a Jesús en la Biblia, surgió esta cuestionante en la mayoría de los niños: ¿Cómo puede estar Jesús en un libro?
Se intenta hacerles entender que Jesús está en la Biblia y que Él nos habla cada vez que lee-mos la Biblia, es por ello que cada vez que imparto oratorio les leo a los niños un fragmento del Evangelio. Y se les hace comprender que los fragmentos que leemos del Evangelio, no son cuentos, se les hace entender que fueron cosas que ocurrieron hace mucho tiempo.
En el oratorio un niño levantó la mano y me preguntó, que; qué ocurría si arrancábamos una página de la Biblia, yo le iba a responder que eso no es correcto. Antes de responderle una niña interrumpió diciendo que eso sería arrancarle una de sus partes a Jesús y que sería muy triste porque Jesús no estaría completo: Todos los niños se quedaron en silencio; afirmando lo mismo, con sus miradas fijas en la Biblia.
Tengo que admitir que la respuesta de la niña me sorprendió mucho; la niña lo dijo con mucha naturalidad y no me miró cuando lo estaba diciendo. Miró fijamente la Biblia, quizás porque estaba muy segura de lo que decía.
La respuesta que yo iba a dar: “Eso no es correcto” era una respuesta (tengo que admitir) muy pobre, solo estaba abarcando el sentido ético de ese acto. No es ético arrancarle páginas a la Biblia. La niña al contrario llegó a un punto más allá de lo ético; ella comprendió que cada componente de ese Libro (que ya no era un Libro común) era Jesús.
Jesús habitaba en ese libro (no era la “casa” de Jesús) era Jesús mismo. Y arrancarle una pá-gina a la Biblia no era arrancarle las páginas a un libro sino a Jesús mismo; y eso era muy tris-te.
Otro niño alzó la mano y me preguntó que; porque la Biblia que ellos observaban se miraba tan vieja. Yo le respondí que la Biblia no es “vieja” tampoco “nueva”, porque en la Biblia está Jesús y que Jesús nunca cambia y que ninguno de los que estábamos en el oratorio podía cam-biarlo, porque Jesús siempre sigue siendo igual5. Y lo comprendieron muy bien.
Y en esto quisiera plantear un error quizás de los grandes historiadores, escritores y científi-cos: el hecho de querer saber más de Jesús omitiendo y separando distintos aspectos de su ser, no podemos intentar descubrir a Jesús desde una perspectiva asumida a priori, condicio-nando la interpretación de los Evangelios. Cuando se habla sobre Jesús unos quieren hacer sólo historia, aplicando las rigurosas exigencias del método histórico-científico; otros, en cambio, reducen todo a un mensaje moral. Las dos posiciones son incorrectas. Si no somos capaces de abarcar a Cristo desde el Evangelio mismo. Reconociendo en toda la estructura del Evangelio sin omitir vivencias, sentimientos y enseñanzas como un todo de lo que debemos saber acerca de Jesús.
El método histórico crítico sigue siendo indispensable a partir de la estructura de la fe cristia-na. No obstante, hemos de añadir dos consideraciones: retrata de una de las dimensiones fun-damentales de la exégesis, pero no agota el cometido de la interpretación para quien ve en los textos bíblicos la única Sagrada Escritura y la que cree inspirada por Dios. (Joseph Ratzin-ger, 2007 p.12)
Ratzinger expone una perspectiva interesante: Un “retrato” de Jesús que deseen realizar los historiadores, quizás les es posible: sean como cualidades o como un conjunto de característi-cas del medio que rodeaban a Jesús. Pero sabemos que los acontecimientos que vivió Jesús involucran enseñanzas y sentimientos, y es una de las cosas que no se han podido desvincular hasta hoy.
Sus “hazañas”, rozan el lado metafórico, ya que para muchos sus “habilidades” de resucitar a muertos, sanar a enfermos, multiplicar panes y peces o caminar sobre el agua, son meras me-táforas de la realidad, con un significado oculto, no siendo necesario que Jesús lo llevara a cabo al pie de la letra.
Los Evangelios mismos podrían estar impregnadas de sentimientos propios de los apóstoles; y el hecho de los Evangelios sean así, los hace ser dubitables. Escribir un relato exacto a como sucedieron estas cosas es imposible, porque algunas cosas que nos muestra el Evangelio pue-den ser ciertas a como pueden no serlo. “Pero no agota el cometido de la interpretación para quien ve en los textos bíblicos la única Sagrada Escritura y la que cree inspirada por Dios”. (Joseph Ratzinger, 2007 p.12)
¿Entender o comprender a Jesús?
“Los sabios están confundidos, consternados, prendidos en el lazo. Han desechado la palabra del Señor; ¿qué sabiduría pueden poseer?” (Jer 8,9)
Comprendo la razón de la búsqueda de todos los científicos, historiadores, escritores, teólogos y filósofos. “Saber de Jesús no es una curiosidad, es algo que pone en juego nuestra existen-cia” (M. Descalzo, 1990 p.11).
Y entiendo también que:
Si Jesús es lo que dijo de sí mismo y si es lo que dicen de él sus discípulos, ser hombre es algo distinto de lo que imaginamos, mucho más importante de lo que creemos. Porque si Dios ha sido hombre, se ha hecho hombre, gira toda la condición humana. Si en cambio, el hubiera sido un embaucador o un loco, media humanidad estaría perdiendo la mitad de sus vidas (M. Descalzo, 1990 p.11).
Entiendo que la muerte y pasión de Jesús puede entenderse desde varios puntos de vista:
Según la historia, Jesús murió crucificado a órdenes del gobernador romano en Judea, Poncio Pilato, el cual para no ser culpado de su muerte, simbólicamente se lavó las manos sobre el crimen.
Para la Teología, Jesús murió para salvar a la humanidad por sus pecados.
La verdad, este tema sería uno de los muchos que levantarían polémica, dividiendo al mundo entre los que aceptan la idea proclamada por la Iglesia y los que prefieren ver la historia de Jesús de Nazaret como algo meramente histórico.
La división se vuelve a plasmar en este sentido: ¿era Jesús el Mesías en representación de Dios en la Tierra? o ¿Jesús era un hombre como cualquier otro que llamó la atención por algo?
Hay algo que sobrepasa la simple voluntad de querer conocer a Jesús. Entender las enseñanzas de Jesús en nuestros tiempos no supone para muchos un gran esfuerzo, las enseñanzas están impregnadas de grandeza y claridad: “El que tenga oídos que oiga” (Mt 11,15)
Comprender a Jesús nos permite contenerlo y asumir como nuestro también toda su dimen-sión, sus vivencias y sus enseñanzas y las encontramos como naturales y justificables, enton-ces la experiencia de Jesús está incluida en nosotros y Jesús nos es semejante y reconocible: Somos capaces de asimilar a Jesús.
Comprendemos lo que aprendemos de Jesús y nos agregamos a Él y confluimos en una misma perspectiva como la de Jesús.
Entender a Jesús nos hace distintos a Jesús, el “solo entender” muchas de las cosas que ense-ña Jesús; como enseñanzas a los oídos nos hace diferente a Él, porque entenderle supone algo cognitivo; por lo tanto limitado, y nos hace creer, pensar y juzgar; según nuestro entendimien-to que lógicamente es diverso y distinto.
“Tener la idea clara” de quien es y lo que enseña Jesús, nos limita a un conocer. Un conoci-miento puede tener la misma fuente, pero también reflejar distintas interpretaciones; abier-tas a los más complejos y diversos debates, que por muy rigurosas y delicadas que sean no tie-nen un objetivo común sino que solamente defienden sus posturas. Caemos entonces en un ciclo de interpretaciones que repercuten en las aprehensiones sobre las enseñanzas de Jesús; pero desligándonos fríamente del ser de Jesús.
Antes quisiera aclarar el peligro de que halla: ya sea una comprensión espuria o bien una aprehensión espuria:
Una comprensión espuria sería una confluida exorbitancia que podría llevar a uno de los fana-tismos más radicales y desastrosos, desviándonos de lo que nos es verdaderamente justificable y semejante en Jesús.
Una aprehensión espuria sería un pragmatismo frío desligado del ser de Jesús.
¿Qué es mejor, comprender o entender a Jesús?
En mi opinión diría que los dos. Las dos nos ayudan a ver a Jesús en su plenitud universal. No podemos hacer a Cristo a nuestro pensar y sentir, pero tampoco tenemos el derecho de abe-rrar su imagen, encerrándonos en un ciclo monolítico que había existido desde los primeros tiempos del cristianismo.
Conclusiones
Todo conocemos la historia del personaje más famoso de todos los tiempos, y aún así a más conocemos de su vida, más son las dudas y preguntas que nos invaden.
Hoy nos hallamos frente a una dicotomía muy peligrosa, que no pone solamente en peligro las imágenes reales de Jesús, sino que irrumpe en la visión de salvación de la humanidad entera.
Distorsiona toda la coherencia de la Alianza hecha a los judíos hace aproximadamente cuatro mil años, abandona a toda la humanidad ante meras elucubraciones que no pueden responder ante todas nuestras cuestionantes realidades y nos harían creer que todas las cosas escritas en el Evangelio como actos realizados por Jesús son solo metáforas.
Ubicarían a toda la humanidad en un vacío, creerán los científicos que el método histórico-científico podrá dar una resolución infalible y exacta ante el simple subjetivismo y sentimen-talismo dubitable de los Apóstoles o la antigua “literatura” que ha conservado la Iglesia Cató-lica por mas de dos mil años.
Hago esta cita textual de una de las Constituciones Dogmáticas sobre la Iglesia:
Vino, por tanto, el Hijo, enviado por el Padre, quien nos eligió en Él antes de la creación del mundo y nos predestinó a ser hijos adoptivos, porque se complació en restaurar en Él todas las cosas (Eph 1,4-5). Así, pues, Cristo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó la redención. La Iglesia o reino de Cristo, presente actualmente en misterio, por el poder de Dios crece visi-blemente en el mundo. Este comienzo y crecimiento están simbolizados en la sangre y en el agua que manaron del costado abierto de Cristo crucificado (cf. lo 19,34) y están profetizados en las palabras de Cristo aceren de su muerte en la cruz: Y yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré a todos a mi (lo 12,32 gr.). La obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, por medio del cual Cristo, que es nuestra Pascua, ha sido inmolado (1 Cor 5,7). Y, al mismo tiempo, la unidad de los fieles, que constituyen un solo cuerpo en Cristo, está representada y se realiza, por el sacramento del pan eucarístico (cf. 1 Cor 10,17). Todos los hombres están llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien caminamos. (Siervo de los siervos de Dios, juntamente con los padres del Concilio Ecuménico Vaticano II, 1967 p.85).
Jesús de Nazaret sigue siendo una realidad importante, en el mundo y está masivamente pre-sente. A pesar de los errores y tropiezos de la Iglesia, podemos afirmar como pueblo de Dios, que nos ha hecho posibles una recta comprensión de las Sagradas Escrituras, ya que estas las entendemos como un todo, que reúne en sus páginas, historia, moral, enseñanzas y lo mas importante la redención por lo tanto cuando se lee, se debe de tener espíritu de fe y profunda humildad, como consecuencia sería un delito de profanación leerla por vana curiosidad.
Es responsabilidad de la historia, la ciencia y más que todo de la cristología presentar el ver-dadero rostro de Jesús de Nazaret a fin de mayor claridad ante las gentes.
Referencias
Easton, Bryan. (2007). Critica de las formas de vida de Jesús. Recuperado el 19 de octubre de 2008, de http://criticismobiblico.blogspot.com/2007/02/1801-crtica-de-las-formas-de-los.html
Larios, Eliseo. (2007). Las cristologías de Monseñor Romero y Jon Sobrino. Senderos (86) 95-118
Martín, José. (1990). Vida y misterio de Jesús de Nazaret. Salamanca, España: Sígueme
Meier, John. (1991). Un judío marginal. Nueva Visión del Jesús Histórico. Pamplona, España: Verbo Divino
Orden de las Escuelas Pías. (1994) El Oratorio de niños pequeños. Notas espirituales y pedagógicas de una expe-riencia. Valencia, España: Vía San Romano
Potterie, Ignace. (2007). Gnosis: Ni historia Ni misterio. Recuperado el 15 de octubre de 2008, de http://www.mercaba.org/ARTICULOS/G/gnosis_ni_historia__ni_misterio.htm
Ratzinger, Joseph. (2007). Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la Transfiguración. España: La Esfera de Libros
Renan, Ernest. (1985). Vida de Jesús. Madrid, España: EDAF
Sesboüé, Bernard. (1999). Imágenes deformadas de Jesús. Modernas y contemporáneas. Bilbao, España: Mensa-jero
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