CALASANZ Y EL PADRE DEL OBISPO DE PUEBLA JUAN DE PALAFOX
Chiautempan, XXIII, 224, II, 1999
Progreso Nacional, México, D.F.
Figura destacada del Virreinato de Nueva España fue sin duda Juan de Palafox y Mendoza, el polémico obispo de Puebla de los Ángeles.
Nació en Fitero (Navarra, España), el 24 de junio de 1600, hijo natural de un amigo de Calasanz, el Marqués de Ariza, don Pedro Jaime de Palafox y Rebolledo y de una dama apellidada Casa Matey de Espes, que, según cuentan quiso ahogar al recién nacido en el río Alhama, pero fue salvado por los fieles Pedro y María.
El pequeño Juan fue educado en el colegio de San Gaudioso, de Tarazona, estudió en las Universidades de Huesca, Alcalá y Salamanca.
Ordenado sacerdote, fue tesorero y canónigo de la catedral de Tarazona (1626-1630). El Conde-Duque de Olivares le nombró fiscal del Consejo de Guerra (1626) y del de Indias (1629).
Viajó por Italia, Moravia, Bohemia, Suecia, Flandes y Francia, como limosnero y capellán de la hermana del rey de España, Felipe IV, María de Austria, después esposa de Femando de Hungría.
Consagrado Obispo de Puebla, llegó a México el 21 de abril de 1640, con la misión de proceder contra el virrey Duque de Escalona, al cual depuso y sustituyó como virrey interino, desde junio a noviembre de 1642; luego entregó el poder virreinal al Conde de Salvatierra. Demostró dotes de gran organizador.
Concluyó la catedral de Puebla. Erigió el Palacio Episcopal y el triple Seminario de San Pedro, San Juan y San Pablo. Fundó varias escuelas y la Biblioteca llamada Palafoxiana. También un colegio para doncellas pobres.
Se distinguió por su caridad con los indígenas. Tuvo que afrontar Palafox la hostilidad de franciscanos, dominicos y agustinos, que en virtud de sus privilegios se sustraían a la autoridad del obispo. Pero su mayor conflicto fue el que tuvo en 1647 con los jesuitas, el cual perduró varios años y alcanzó momentos de gran apasionamiento. Sometió la causa a la Santa Sede y se trasladó a Europa para defender sus derechos.
En 1635 fue transferido a la diócesis de Burgo de Osma (España), donde murió en olor de santidad el 10 de octubre de 1669. Su proceso de Beatificación fue presentado en 1694 e incoado en 1726 por el papa Benedicto XII, pero fue suspendido por Pío VI en 1777. Este proceso desempeñó un papel destacado en toda la campaña para la supresión de la Compañía de Jesús. Pero, una vez disuelta ésta, se extinguió el interés por el obispo Palafox. Hasta que en 1990, fue reanudado. El proceso de beatificación de los siglos XVII y XVIII está perfecto y sólo falta revisar la heroicidad de sus virtudes.
Palafox fue autor de numerosas obras, entre las que destacan:
Sitio y socorro de Fuenterravía y sucesos del año 1638 (Madrid, 1639), Varón de deseos (1642), Año espiritual (1656), Excelencias de San Pedro, Príncipe de los Apóstoles (1659), Testamento y protestación (Osma, 1659), Historia de la conquista de China por el Tártaro (París, 1670), El Pastor de Noche - Buena, Libro de virtudes del indio. Peregrinación de Philotea al Santo Templo de la Cruz (1659). Editó las cartas de Santa Teresa de Jesús (1658).
Después de su muerte se publicó su autobiografía, con el título Vida interior de Don Juan Palafox y Mendoza (1687). En los trece volúmenes en folio de sus obras, publicado en Madrid en 1767, aparece su Juicio político de los daños y reparos de cualquier monarquía, que viene a ser, entre otras cosas, un alegato contra el uniformismo del régimen español de su tiempo. De la fama de sus obras es índice el que el jesuita Juan Eusebio Nieremberg (1595-1688) recomendara, en carta a una dirigida suya, junto con La perfecta casada, de Fray Luís de León, “los documentos prudentes del Obispo de Puebla, escritor muy discreto”. Y añade: “Entre tanto reciba vuestra merced estos avisos sacados de tan buenas fuentes”.
El Arzobispo Palafox fue hijo natural de Jaime de Palafox y Rebolledo, Marqués de Ariza, reconocido y legitimado después de su casamiento en 1610 con su prima Ana de Blanes y Palafox. El título de Marqués había sido concedido en 1611 por el rey de España Felipe II, a don Francisco Palafox, a la muerte el cual lo heredó en 1613 su hermano Pedro Jaime, que fue el segundo marqués de aquel título.
Éste se relacionó con san José de Calasanz en Roma cuando el futuro marqués intervenía en las importaciones a Roma del trigo procedente de los reinos del monarca español Felipe II, particularmente de Sicilia, que abastecía tradicionalmente la Corona de Aragón. En 1590, el Papa Gregorio XIV escribía, en carta autógrafa, a Felipe II pidiéndole envío de trigo, pues la situación en Roma era asaz crítica por el hambre y la carestía, que ocasionaron, en febrero de 1541, que el pueblo romano asaltara los depósitos de grano.
Se ha atribuido a una confidencia del marqués de Ariza la alusión de Calasanz, en carta al párroco de su pueblo natal, al trigo procedente “de la tierra del Rey”.
Apenas elegido Papa Clemente VIII, nombró, según costumbre, camareros secretos. El título de camarero secreto, cargo hoy día sujeto a revisión, se otorga a ciertos dignatarios vinculados a la persona del Papa, ejerciendo esta función, de un modo regular, en la Corte Pontificia. En esta ocasión Clemente VIII nombró tres más estrechamente ligados al servicio del Pontífice. Fueron éstos Francisco de Dietrichstein, muy amigo de Calasanz e introductor de sus Escuelas Pías en Germania, Guido Bentiviglio, después también cardenal como el anterior, y Pedro Jaime Palafox.
Era éste muy estimado del Papa, que dos veces le comisionó para entregar la birreta roja a los cardenales españoles Bernardo de Rojas y Sandoval en 1599 y Antonio Zapata en 1604. Fue también Comendador de la Orden de Santiago. En un viaje a España, tuvo a su hijo Juan, el futuro obispo de Puebla. Al padre de éste, este segundo marqués de Ariza, identifican algunos como el “camarero secreto que obtuvo a Calasanz la canonjía de la diócesis de Urgell, pero que el Datario no quiso otorgársela.
Existió correspondencia epistolar entre Calasanz y este marqués, el cual le escribió por lo menos tres cartas desde España. Se conservan dos contestaciones de Calasanz, fechadas en Roma.
A la petición del de Ariza de una fundación de las “escuelas pías de Roma”, en tierras de su marquesado, muéstrale Calasanz, en carta de 26 de mayo de 1614, su intención de “corresponder con quanto afecto y brevedad”. Se muestra optimista el santo, pues los padres de la Congregación Luquesa de la Madre de Dios, con la cual por un tiempo Calasanz fusionó sus escuelas, había abierto un noviciado en Roma cerca de la Fontana de Trevi, y los sujetos que allí se forman “además de mostrar prueba en la mortificación y espíritu” algunos de ellos son españoles, con lo que es de esperar que pronto, se podrán sus escuelas “dilatar a otras partes” y dar satisfacción al “santo intento” del marqués.
Ya en esta carta aparecen dos conceptos entrañablemente calasancios. Es a saber: el “fervoroso deseo de ayudar a los pobres con ayuda tan útil y necesaria, como es la doctrina unida al santo temor de Dios y en edad tan tierna que el provecho es muy cierto”.
A 28 de febrero de 1615, nueve meses después de la anterior misiva, sigue Calasanz alentando las esperanzas del marqués. Se fundamenta en un aumento de vocaciones, pues los religiosos de la congregación resultante de la mencionada unión con los padres de Luca podrán ordenarse “título paupertatis”, es decir como pobres carentes de patrimonio. Hasta aquel entonces no lo había necesitado, pues todos ellos pertenecían a familias nobles y ricas de la República de Luca.
Las noticias que, acerca de su familia le daba en su carta el de Ariza, el 4 de enero de 1615, considera Calasanz,
“buena ocasión para agradecer al Señor, muy en particular por la salud y el contento en que Su Divina Majestad favorece a V.S. Ilma. y la Señora Marquesa y su bendita familia”.
Entre estos familiares se contaba su hijo Juan, el futuro obispo de Puebla, que tendría a la sazón catorce años.
Es de suponer que esos deseos de una fundación calasancia trasmitiera el marqués a su hijo Juan. Tal vez los tuviera presente cuando regentaba la diócesis de Puebla. En 1678, a sólo 25 años de haber dejado Palafox la diócesis poblana, una propuesta formal de fundación escolapia partía de México a Roma, suscrita por los señores Prelados, magistrados y Jueces del Virreinato. ¿Cómo conocieron la Escuela Pía a sólo 30 años de la muerte de su fundador?. La petición es de mayor mérito si se tiene en cuenta que, en 1644, el municipio de la capital mexicana recomendaba la suspensión de nuevas casas religiosas, pues la carga económica era excesivamente onerosa.
P. Francisco Cubells Salas, Escolapio.
Chiautempan, XXIII, 224, II, 1999
Progreso Nacional, México, D.F.
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