San José de Calasanz y Galileo Galilei
Estamos celebrando el año jubilar del 450 del aniversario del nacimiento de san José de Calasanz y en el día de su festividad litúrgica querernos destacar uno de los aspectos más llamativos de su biografía.
Tal vez produzca extrañeza mentar la figura de Galileo junto a Calasanz; mencionar a Galileo es evocar al Santo Oficio e lnquisición, pero casi o muy poco conocida es le amistad y admiración de san José de Calasanz por Galileo, el gran físico y matemático. Calasanz admiró a Galileo por una razón: constituía el paradigma vivo y nexo de eficacia entre sus escuelas humanistas y el realismo pedagógico, que él necesitaba encarnar en un tipo de escuelas, dirigidas a la formación integral, pero desde siempre, en la tradición humanista general, olvidadas de una formación mas o menos profesional o de utilidad inmediata. Las matemáticas suponían para las Escuelas Pías una opción más, ésta de tipo programático que resolvía la colocación, la salida profesional de una parte del alumnado para ganarse honradamente la vida. Las incorpora e integra en esta escuela humanística y popular que crea san José de Calasanz en 1597
El 16 de abril de 1639 escribía Calasanz al rector de las Escuelas Pías de Florencia: ¨Y si acaso pide el señor Galileo que el P. Clemente se quede con él alguna noche, permítaselo y Dios quiera que él sepa sacar mucho fruto¨
Ya desde 1629 consta que frecuentaba el circulo de admirado res y discípulos de Galilea el escolapio Francisco Michelini, a través del cual entraron también en contacto otros escolapios florentinos, que llegaron a formar un prestigioso grupo de galileanos Todavía no había transcurrido un año de la segunda y solemne condenación eclesiástica de Galileo cuando llegaron a Florencia otros escolapios que aumentaron el discipulado de Galileo, entre ellos Clemente Settimi y Ángel Morelli. En años posteriores se añadieron otros a la corriente galileana escolapia, sea tratando personalmente con el maestro, sea indirectamente mediante sus discípulos escolapios.
La admiración y simpatía de Calasanz por Galileo, precisamente en aquellos años de retraimiento y de dolor del gran científico, junto con la amistad y trato con otras personas con condenas eclesiásticas, corno Tomás Campanella, muestran la apertura de espíritu, no exenta de cierto peligro, del santo, animando a sus religiosos para que sacaran todo el provecho posible de las enseñanzas de Galileo y Campanela para elevar el nivel científico de los escolapios.
La condescendencia y deseo de atender al servicio del gran Galileo, completamente ciego desde principio de 1633, movieron a Calasanz a atender los ruegos del embajador florentino Nicolini en Roma, a propuesta del gran que de Toscana, para que deja incluso pernoctar, al Padre Settimini en casa de Galileo para servirle de ayuda, no obstante las restricciones de las constitución de la orden.
Galileo apreció al padre Clemente Settimi como persona y quiso Junto a él en los momentos de más postración y enfermedad. Él acompañó a su maestro, le sirvió de lazarillo, de intérprete y secretario. A él dictó Galileo muchas de sus cartas, entre ellas la famosa sobre el cicloide que mandó a Cavalieri el 24 de febrero I640 y también añadidos y correcciones a ‘la última y mejor sus obras: Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas ciencias, relacionadas con la mecánica. Este es el momento plasmado por César Cantagalli en su célebre cuadro, que guarda desde 1870 la Academia de Bellas Artes de Siena, El joven escolapio escucha a su ciego y venerado maestro y copia sus últimos y sensacionales descubrimientos, Settimi no era un simple amanuense. Torricelli, en carta a Galileo de de junio de 1641, lo apellidad «persona a la vez de mucho garbo y ciencia extraordinaria».
Unidos en un mismo empeño, Calasanz con su generoso permiso y Settimi con su ayuda inmediata supieron alegrar los tres últimos años de Galileo.
Realmente, Calasanz era hombre avanzado, nada pusilánime, amigo de la ciencia y clarividente escudriñador de los tiempos que se avecinaban
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