La tormenta tropical Ketsana (Ondoy)
P. Jesús Lacarra
El día apareció como un día ordinario. Salí de casa a las 5:20 para ir a decir Misa a unas Religiosas italianas, del Sacro Costato. Sí llovía algo, pero no mucho. Después de la Misa, rezar Laudes con ellas y desayunar, me volví a casa en el mismo bus (jeepney) de todos los días. Llovía menos que a la ida. Parecía que la tormenta había pasado. Y al llegar a casa, me encontré con los juniores que, como todos los sábados, estaban preparándose para ir a nuestra iglesia de Novaliches, pues ese día tenían un día especial de catequesis.
Serían las nueve de la mañana cuando empezó a llover de verdad. Y nuestra calle se convirtió en un río. La corriente arrastraba algunas bolsas de basura, pues ese día, sábado, era el día de sacar la basura a la calle. Aún vinieron algunos pobres a pedir alimento y a uno de ellos le ofrecí la comida por encima de la puerta, pues estaba lloviendo mucho y no tenía paraguas en aquel momento. Los coches que pasaban por la calle se tenían que volver, pues en la otra calle el río era doble. Y así siguió lloviendo y lloviendo toda la mañana. Al final, la electricidad se cortó y las noticias que empezaron a venir, no eran halagüeñas.
En nuestra iglesia de Novaliches, los juniores tuvieron que suspender toda catequesis y ayudar a salvar personas que se encontraban en peligro por la corriente de las lluvias. La iglesia se convirtió en refugio de los pobres y nuestros juniores tuvieron que pasar toda la noche en la iglesia sin poder volver a casa. Y la iglesia se llenó de gente. Muchos rezaban el rosario, otros hablaban y los niños corrían y se divertían en su inocencia. La iglesia estaba más llena que los domingos. Y aunque el día siguiente era domingo, el párroco suspendió las Misas, pues la iglesia no estaba en condiciones.
Hacia las 7 de la mañana volvieron los juniorers a casa e imediatamente varios partimos para ayudar en la limpieza de la iglesia. Hubo que recoger toda la basura que dejaron los ocupantes y limpiarla con agua y jabón. Fue una tarea un poco dura, pero para las 11 de la mañana todo estaba limpio y la iglesia preparada para celebrar la primera misa del domingo a las cuatro de la tarde.
Nuestros juniores prepararon comida para las personas que estaban en la iglesia y algunos, puesto que habían perdido todo, hasta sus casas, tuvieron que aguardar más tiempo en otro edifico hasta que se encontrase la solución apropiada.
Fueron varios fieles de nuestra iglesia los que perdieron la vida. En esos trances, por pensar que no sucederá lo peor, por aguardar al final, el caso es que hasta un Ministro de la Eucaristía perdió su vida arrastrado por la corriente.
Algunas de nuestras capillas desaparecieron completamente. Como decía un junior, no ha quedado sino la “muralla” del Templo de Jerusalén.
Y, por supuesto, que los destrozos de la tormenta tropical Ketsana u Ondoy, en Filipinas, han dejado huellas dolorosas en muchos.
Que El nos siga amparando.
P. Jesús Lacarra
El día apareció como un día ordinario. Salí de casa a las 5:20 para ir a decir Misa a unas Religiosas italianas, del Sacro Costato. Sí llovía algo, pero no mucho. Después de la Misa, rezar Laudes con ellas y desayunar, me volví a casa en el mismo bus (jeepney) de todos los días. Llovía menos que a la ida. Parecía que la tormenta había pasado. Y al llegar a casa, me encontré con los juniores que, como todos los sábados, estaban preparándose para ir a nuestra iglesia de Novaliches, pues ese día tenían un día especial de catequesis.
Serían las nueve de la mañana cuando empezó a llover de verdad. Y nuestra calle se convirtió en un río. La corriente arrastraba algunas bolsas de basura, pues ese día, sábado, era el día de sacar la basura a la calle. Aún vinieron algunos pobres a pedir alimento y a uno de ellos le ofrecí la comida por encima de la puerta, pues estaba lloviendo mucho y no tenía paraguas en aquel momento. Los coches que pasaban por la calle se tenían que volver, pues en la otra calle el río era doble. Y así siguió lloviendo y lloviendo toda la mañana. Al final, la electricidad se cortó y las noticias que empezaron a venir, no eran halagüeñas.
En nuestra iglesia de Novaliches, los juniores tuvieron que suspender toda catequesis y ayudar a salvar personas que se encontraban en peligro por la corriente de las lluvias. La iglesia se convirtió en refugio de los pobres y nuestros juniores tuvieron que pasar toda la noche en la iglesia sin poder volver a casa. Y la iglesia se llenó de gente. Muchos rezaban el rosario, otros hablaban y los niños corrían y se divertían en su inocencia. La iglesia estaba más llena que los domingos. Y aunque el día siguiente era domingo, el párroco suspendió las Misas, pues la iglesia no estaba en condiciones.
Hacia las 7 de la mañana volvieron los juniorers a casa e imediatamente varios partimos para ayudar en la limpieza de la iglesia. Hubo que recoger toda la basura que dejaron los ocupantes y limpiarla con agua y jabón. Fue una tarea un poco dura, pero para las 11 de la mañana todo estaba limpio y la iglesia preparada para celebrar la primera misa del domingo a las cuatro de la tarde.
Nuestros juniores prepararon comida para las personas que estaban en la iglesia y algunos, puesto que habían perdido todo, hasta sus casas, tuvieron que aguardar más tiempo en otro edifico hasta que se encontrase la solución apropiada.
Fueron varios fieles de nuestra iglesia los que perdieron la vida. En esos trances, por pensar que no sucederá lo peor, por aguardar al final, el caso es que hasta un Ministro de la Eucaristía perdió su vida arrastrado por la corriente.
Algunas de nuestras capillas desaparecieron completamente. Como decía un junior, no ha quedado sino la “muralla” del Templo de Jerusalén.
Y, por supuesto, que los destrozos de la tormenta tropical Ketsana u Ondoy, en Filipinas, han dejado huellas dolorosas en muchos.
Que El nos siga amparando.
P. Jesús Lacarra
Etiquetas: Asia, Escuela Pía, Naturaleza
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