El compromiso de la Iglesia con la Educación en Cuba
Sueños de una noche de verano en Cuba
Mtro. Miguel Ángel Córdoba Zamudio, UCC
Navegar Juntos - Boletín electrónico del ICCE-América
2q.IX.09
“Yo no soy creyente, pero no hay mejor lugar para pasar el verano que entre los educadores católicos del Cobre ya es el tercer año consecutivo que me matriculo en los talleres”.
“Yo espero ansiosa la fecha para inscribirme. a mi esposo y a mis hijos simplemente les digo que me voy a mi curso de cada año, les dejo la nevera con todo lo que puedo, pero yo no falto por nada del mundo. ¿por qué? . porque aquí me renuevo.
“Simplemente el estar aquí, el escuchar la opinión de tantos y tantas personas que dedicamos la vida a la educación, y escuchar a los instructores que nos hablan de cosas que para nosotros son nuevas, además de la convivencia, del compartir. pero si debo decir un por qué estoy aquí, yo diría que aquí podemos dialogar sin temor y sin sentir que por opinar ofendemos a otros”.
“Es la primera vez que vengo, ya me habían invitado pero no había conseguido permiso en mi trabajo. a mí me interesa mucho pues estoy empezando a ser maestro y es algo que me gusta mucho, y estar entre tanta gente con mucha experiencia, siento que aquí no venimos a resolver, sino a aprender de verdad”
“La escuela de verano es un espacio precioso para todos los educadores cubanos, el venir cada año me ha permitido aprender mucho de nuevas estrategias educativas, me ha dado la oportunidad de aprender lo que se hace en otros países, de conocer lo que piensan compañeros de otras provincias y los problemas que enfrenten en sus aulas; pero también me renueva, me da energía, me da mucho ánimo para trabajar el nuevo año escolar. es un gran regalo, son unas felices vacaciones, yo sueño todos los días con que llegue el verano para asistir a esta escuela.
Describir o explicar lo que implica y significa la experiencia del programa “Escuela de Verano” en Cuba, puede ser muy sencillo al expresar que es algo extraordinario, o bien, ser tan complejo tratando de presentar a los actores que hacen posible este proyecto: la Iglesia cubana a través de la Nunciatura y los responsables de la pastoral educativa; el Instituto María Reyna quienes coordinan el desarrollo de las escuelas en las diversas sedes, entre ellas, Santa Clara, con su segunda escuela de verano; Santiago de Cuba, en el santuario del Cobre, con la octava escuela; la Diócesis de Camagüey, con su segundo año consecutivo; La Habana, pionera de esta experiencia alcanzando su novena escuela; y Pinar del Río, sumándose a este proyecto al organizar su primera escuela de verano.
Y dentro de cada sede, equipos de trabajo que desde meses atrás y gestionando muchísimas cosas hacen posible el traslado, la estancia y la alimentación de los docentes e instructores, empresa nada sencilla si consideramos las limitaciones políticas y económicas que existen, y que este año las hemos palpado con mayor evidencia.
Fueron cerca de 850 los docentes que desde diferentes provincias acudieron a las sedes más cercanas para tomar parte de los talleres y conferencias impartidas, las cuales abordaron temas como: Ética del educador, comunidades de aprendizaje, formación en valores, didáctica del inglés, constructivismo, proyectos educativos, software educativo, investigación educativa y educación personalizada. Uno de los acontecimientos más significativos de este año fue la incorporación de un mayor número de jóvenes docentes, quienes animados por los comentarios de quienes ya han vivido las experiencias, se sumaron con entusiasmo a compartir y a aprender en estos escenarios. Gracias a todos los que hacen posible este encuentro, a quienes con sus aportaciones económicas, en especie, con su trabajo en oficina, en cocina, en limpieza, y con sus oraciones, abren puertas y ventanas a este sueño de verano, sueño de esperanza, renovación, aprendizaje, diálogo, tolerancia, cambio y fe. Enhorabuena a nuestros Hermanos Escolapios por su participación en esa bella tarea.
Mtro. Miguel Ángel Córdoba Zamudio, UCC
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2q.IX.09
“Yo no soy creyente, pero no hay mejor lugar para pasar el verano que entre los educadores católicos del Cobre ya es el tercer año consecutivo que me matriculo en los talleres”.
“Yo espero ansiosa la fecha para inscribirme. a mi esposo y a mis hijos simplemente les digo que me voy a mi curso de cada año, les dejo la nevera con todo lo que puedo, pero yo no falto por nada del mundo. ¿por qué? . porque aquí me renuevo.
“Simplemente el estar aquí, el escuchar la opinión de tantos y tantas personas que dedicamos la vida a la educación, y escuchar a los instructores que nos hablan de cosas que para nosotros son nuevas, además de la convivencia, del compartir. pero si debo decir un por qué estoy aquí, yo diría que aquí podemos dialogar sin temor y sin sentir que por opinar ofendemos a otros”.
“Es la primera vez que vengo, ya me habían invitado pero no había conseguido permiso en mi trabajo. a mí me interesa mucho pues estoy empezando a ser maestro y es algo que me gusta mucho, y estar entre tanta gente con mucha experiencia, siento que aquí no venimos a resolver, sino a aprender de verdad”
“La escuela de verano es un espacio precioso para todos los educadores cubanos, el venir cada año me ha permitido aprender mucho de nuevas estrategias educativas, me ha dado la oportunidad de aprender lo que se hace en otros países, de conocer lo que piensan compañeros de otras provincias y los problemas que enfrenten en sus aulas; pero también me renueva, me da energía, me da mucho ánimo para trabajar el nuevo año escolar. es un gran regalo, son unas felices vacaciones, yo sueño todos los días con que llegue el verano para asistir a esta escuela.
Describir o explicar lo que implica y significa la experiencia del programa “Escuela de Verano” en Cuba, puede ser muy sencillo al expresar que es algo extraordinario, o bien, ser tan complejo tratando de presentar a los actores que hacen posible este proyecto: la Iglesia cubana a través de la Nunciatura y los responsables de la pastoral educativa; el Instituto María Reyna quienes coordinan el desarrollo de las escuelas en las diversas sedes, entre ellas, Santa Clara, con su segunda escuela de verano; Santiago de Cuba, en el santuario del Cobre, con la octava escuela; la Diócesis de Camagüey, con su segundo año consecutivo; La Habana, pionera de esta experiencia alcanzando su novena escuela; y Pinar del Río, sumándose a este proyecto al organizar su primera escuela de verano.
Y dentro de cada sede, equipos de trabajo que desde meses atrás y gestionando muchísimas cosas hacen posible el traslado, la estancia y la alimentación de los docentes e instructores, empresa nada sencilla si consideramos las limitaciones políticas y económicas que existen, y que este año las hemos palpado con mayor evidencia.
Fueron cerca de 850 los docentes que desde diferentes provincias acudieron a las sedes más cercanas para tomar parte de los talleres y conferencias impartidas, las cuales abordaron temas como: Ética del educador, comunidades de aprendizaje, formación en valores, didáctica del inglés, constructivismo, proyectos educativos, software educativo, investigación educativa y educación personalizada. Uno de los acontecimientos más significativos de este año fue la incorporación de un mayor número de jóvenes docentes, quienes animados por los comentarios de quienes ya han vivido las experiencias, se sumaron con entusiasmo a compartir y a aprender en estos escenarios. Gracias a todos los que hacen posible este encuentro, a quienes con sus aportaciones económicas, en especie, con su trabajo en oficina, en cocina, en limpieza, y con sus oraciones, abren puertas y ventanas a este sueño de verano, sueño de esperanza, renovación, aprendizaje, diálogo, tolerancia, cambio y fe. Enhorabuena a nuestros Hermanos Escolapios por su participación en esa bella tarea.
Etiquetas: Cuba, Educación, México, Solidaridad
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