La escuela católica y los sacramentos
Manuel Rodríguez Espejo, escolapio
Ephemerides, I.09
“Procure que el ejercicio de las escuelas vaya con toda diligencia (amor) posible, no sólo en lo concerniente a las buenas costumbres y santo temor de Dios, haciéndoles frecuentar con devoción los santos sacramentos, que es el remedio principal” (Calasanz, EP VI, c. 2.816)
La lectura de la Salutatio y el artículo sobre el Consejo Anual de la OIEC (Eph. Noviembre) y dos ‘sucesos’ recientes de mi día a día me han movido a comunicar una honda preocupación que me roe por dentro hace ya tiempo.
Los sucesos son que hace siete días estuvimos dos escolapios confesando en un colegio de monjas a chicos y chicas de Secundaria (13-14 años) y la monja nos avisó previamente que algunos estaban muy nerviosos, porque no habían vuelto a confesar desde su primera Comunión. Y así resultó ser. El segundo es que ayer terminé de leer las voluminosas 619 “Páginas inéditas de un diario. Autobiografía íntima de San José de Calasanz” (Miguel Ángel Asiain, Analecta Calasanctiana, nn. 89-90 de 2003).
¿Cuál es esa ‘honda preocupación’ que me roe por dentro? Que algunos colegios católicos (¿muchos? ¿pocos?) hemos abandonado el cultivo de los sacramentos del perdón y de la eucaristía, en cuya eficacia, incluso pedagógica, Calasanz tenía tantísima ‘fe’.
Cierto que los tiempos han cambiado, cierto que hoy no podríamos repetir textualmente la praxis que él y los escolapios de los siglos XVII-XIX ejercitaron.
Pero no menos cierto es que a todos nos tiene que doler que en un colegio católico pueda haber alumnos que no se hayan vuelto a confesar o no hayan participado en una eucaristía dominical hasta tres, cuatro o cinco años después de su primera comunión.
Y, por otra parte, me he encontrado bastantes personas que sólo se han vuelto a confesar “para comulgar” (además) cuando llegó la fiesta de su graduación universitaria. Y algunos otras, cuando fueron a casarse por la Iglesia.
Todos conocemos la verdad de Perogrullo “a andar se aprende andando”. ¿Por qué se habrá metido en la cabeza de muchos creyentes que las cosas del espíritu funcionan de modo distinto a como lo hacen, p.ej. los músculos o el cuerpo? ¿Sobrevive uno sin comer con cierta frecuencia? ¿Se desarrollan los músculos sin ejercitarlos?
Todos sabemos, igualmente, que las cosas mal hechas no sirven para obtener resultados positivos; no basta con hacer ejercicio, se necesita hacer buenos ejercicios, bien y con constancia.
Hoy día, el ambiente y las familias no nos ayudan, como ayudaron a nuestros escolapios anteriores. Pero ¿la dificultad exime de lo que es no sólo un deber, sino algo mucho más sagrado: un encargo divino, una misión, para el que hemos sido carismáticamente potenciados? ¿Cómo vamos a tener practicantes amorosos del sacramento del perdón y de la eucaristía dominical, si nuestra catequesis infantil sigue siendo igual que la de hace muchos años, mientras que los niños, las familias y el ambiente han cambiado?
Sería bueno y conveniente (y plagiando los prefacios eucarísticos: “es justo y necesario, es nuestro deber y nuestra salvación”) animarnos a revisar voluntariamente nuestra práctica de la “Piedad” , ya que la revisión de las “Letras” ya se encarga el Ministerio correspondiente de evaluárnosla.
Permitidme, hermanos escolapios, que me haga en voz alta algunas preguntas, por si pueden ayudar:
Con las preguntas precedentes he querido enumerar algunos de los muchos medios que están a nuestro alcance para esa “formación católica” a la que estamos llamados por profesión y vocación. Ya sólo me resta desear (proponer) dos cosas: una, que echemos a volar la imaginación y la ilusión para encontrar ese necesario equilibrio o tensión entre “obligación y libertad”, porque creo que aquí es donde nos jugamos la posibilidad o no de educar hoy en la Piedad. Y otra, que salgamos de nuestro individualismo y nos comuniquemos lo que cada uno está haciendo en su propio colegio, porque seguramente con ello nos ayudaremos unos a otros y haremos esta hermosa tarea más eficaz… y menos difícil.
Ephemerides, I.09
“Procure que el ejercicio de las escuelas vaya con toda diligencia (amor) posible, no sólo en lo concerniente a las buenas costumbres y santo temor de Dios, haciéndoles frecuentar con devoción los santos sacramentos, que es el remedio principal” (Calasanz, EP VI, c. 2.816)
La lectura de la Salutatio y el artículo sobre el Consejo Anual de la OIEC (Eph. Noviembre) y dos ‘sucesos’ recientes de mi día a día me han movido a comunicar una honda preocupación que me roe por dentro hace ya tiempo.
Los sucesos son que hace siete días estuvimos dos escolapios confesando en un colegio de monjas a chicos y chicas de Secundaria (13-14 años) y la monja nos avisó previamente que algunos estaban muy nerviosos, porque no habían vuelto a confesar desde su primera Comunión. Y así resultó ser. El segundo es que ayer terminé de leer las voluminosas 619 “Páginas inéditas de un diario. Autobiografía íntima de San José de Calasanz” (Miguel Ángel Asiain, Analecta Calasanctiana, nn. 89-90 de 2003).
¿Cuál es esa ‘honda preocupación’ que me roe por dentro? Que algunos colegios católicos (¿muchos? ¿pocos?) hemos abandonado el cultivo de los sacramentos del perdón y de la eucaristía, en cuya eficacia, incluso pedagógica, Calasanz tenía tantísima ‘fe’.
Cierto que los tiempos han cambiado, cierto que hoy no podríamos repetir textualmente la praxis que él y los escolapios de los siglos XVII-XIX ejercitaron.
Pero no menos cierto es que a todos nos tiene que doler que en un colegio católico pueda haber alumnos que no se hayan vuelto a confesar o no hayan participado en una eucaristía dominical hasta tres, cuatro o cinco años después de su primera comunión.
Y, por otra parte, me he encontrado bastantes personas que sólo se han vuelto a confesar “para comulgar” (además) cuando llegó la fiesta de su graduación universitaria. Y algunos otras, cuando fueron a casarse por la Iglesia.
Todos conocemos la verdad de Perogrullo “a andar se aprende andando”. ¿Por qué se habrá metido en la cabeza de muchos creyentes que las cosas del espíritu funcionan de modo distinto a como lo hacen, p.ej. los músculos o el cuerpo? ¿Sobrevive uno sin comer con cierta frecuencia? ¿Se desarrollan los músculos sin ejercitarlos?
Todos sabemos, igualmente, que las cosas mal hechas no sirven para obtener resultados positivos; no basta con hacer ejercicio, se necesita hacer buenos ejercicios, bien y con constancia.
Hoy día, el ambiente y las familias no nos ayudan, como ayudaron a nuestros escolapios anteriores. Pero ¿la dificultad exime de lo que es no sólo un deber, sino algo mucho más sagrado: un encargo divino, una misión, para el que hemos sido carismáticamente potenciados? ¿Cómo vamos a tener practicantes amorosos del sacramento del perdón y de la eucaristía dominical, si nuestra catequesis infantil sigue siendo igual que la de hace muchos años, mientras que los niños, las familias y el ambiente han cambiado?
Sería bueno y conveniente (y plagiando los prefacios eucarísticos: “es justo y necesario, es nuestro deber y nuestra salvación”) animarnos a revisar voluntariamente nuestra práctica de la “Piedad” , ya que la revisión de las “Letras” ya se encarga el Ministerio correspondiente de evaluárnosla.
Permitidme, hermanos escolapios, que me haga en voz alta algunas preguntas, por si pueden ayudar:
¿Qué medios concretos estamos usando para educar en la Piedad? ¿Tenemos Plan anual de pastoral, sencillito, acomodado, realista, pero también utópico como el mismo cristianismo?
¿Lo evaluamos trimestralmente al menos?
¿Conocemos suficientemente lo que Calasanz entendía por ‘santo temor de Dios’?
¿Cómo educarlo hoy?
¿Qué idea de Dios transmitimos?
¿Guardamos equilibrio entre el evangelio de la gracia (salvados gratuitamente) y la necesidad de la fe (obediencia)?
¿Situamos el pecado con valentía frente al amor incondicional del Padre?
¿Qué sentido damos a los mandamientos de Dios y de la Iglesia?
¿Luchamos contra el cumplo-y-miento?
¿Tenemos la Oración continua?
¿Con qué cursos?
¿Con qué periodicidad?
¿Podemos mejorarla un poco más?
¿Iniciamos la mañana con una oración en todas las aulas?
¿En todas, también en las de los mayores?
¿Qué material usamos?
¿Estamos contentos de sus resultados?
¿Todos los cursos emplean el mismo material o es distinto en cada etapa?
¿Qué calidad ofrecemos en las clases de Religión?
Seriamente, ¿tenemos en ellas buenos profesores y óptimo horario?
¿Está la capilla accesible y abierta para quien quiera entrar al llegar, salir o en el recreo?
¿Celebramos diariamente una eucaristía en la que puedan participar los alumnos y docentes que lo deseen?
¿Puede encontrar confesor quien lo busque voluntariamente?
¿Prepara el colegio a la mal llamada “Primera Comunión”?
¿A qué edad?
¿Con qué duración?
¿Cuál es la formación de los catequistas?
¿Cuántos años lleva el mismo material?
¿Con qué frecuencia lo revisamos?
¿Cuántas veces en el curso tenemos Celebración Penitencial con los alumnos: mensualmente, tres, una, ninguna?
¿Para varias aulas a la vez o una por una?
¿Cómo la preparamos y motivamos?
¿Van todos o sólo los que quieren?
¿Cuántas eucaristías “obligatorias” tiene cada alumno: una mensual, tres, una, ninguna?
¿Todas son para los que quieren participar?
¿Con qué calidad?
¿Les insistimos en la importancia de estos dos sacramentos para hacer crecer la fe?
¿Se los hacemos ‘saborear’?
¿Ofrecemos Convivencias religiosas? (no confundir con convivencia de cohesión del grupo o de formación ‘humana’).
¿A qué cursos?
¿Cuántas veces al año?
¿Van todos o sólo los que quieren? ¿Son de un día o de más? ¿Llevamos un Plan
progresivo o siempre insistimos en lo mismo?
¿Damos importancia a los tiempos litúrgicos?
¿Cómo?
¿Qué destacamos?
¿Fomentamos el ‘sentido de Iglesia’ local y universal?
¿Con qué medios?
¿Y el sentido de pertenencia a la Escuela Pía?
¿Cómo desarrollamos la responsabilidad social y política de nuestros alumnos?
¿Qué Campañas celebramos en el colegio: Domund, Manos Unidas…?
¿Tenemos un Plan para no repetir todos los años lo mismo en la Semana o Mes calasancio?
¿Hay catecumenado voluntario, procesual, en el Colegio?
¿Desde qué edad a qué edad?
¿Llega a los Antiguos alumnos?
¿Hay una real Comunidad Cristiana?
¿Quiénes la forman?
Además de la eucaristía dominical ¿qué otras cosas tienen?
¿Existe Fraternidad o está en creación?
¿Cuáles son los servicios ‘cristianos’ que ofrecemos a las familias y a los docentes?
¿Con qué periodicidad?
¿Prestamos algún servicio ‘religioso’ a los no católicos?
¿En qué consiste?
Con las preguntas precedentes he querido enumerar algunos de los muchos medios que están a nuestro alcance para esa “formación católica” a la que estamos llamados por profesión y vocación. Ya sólo me resta desear (proponer) dos cosas: una, que echemos a volar la imaginación y la ilusión para encontrar ese necesario equilibrio o tensión entre “obligación y libertad”, porque creo que aquí es donde nos jugamos la posibilidad o no de educar hoy en la Piedad. Y otra, que salgamos de nuestro individualismo y nos comuniquemos lo que cada uno está haciendo en su propio colegio, porque seguramente con ello nos ayudaremos unos a otros y haremos esta hermosa tarea más eficaz… y menos difícil.
Etiquetas: Educación, Pastoral, Sacramentos
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