Las nuevas demandas educativas
... de la civilización cognitiva y el proyecto de reforma académica de la UCC
Mtro. Hugo Fernández Hernández,
Director General Académico
II. 2009 (UCC)
El “aprender a aprender” se ha convertido en una necesidad formativa básica de la sociedad actual caracterizada por una nueva forma de relacionarse e interactuar con el conocimiento generada fundamentalmente por las implicaciones sociales de las revoluciones tecnológicas en la producción, organización y difusión del conocimiento en nuestra “civilización cognitiva”. Un sistema educativo tiene como función formativa esencial hacer que los futuros profesionistas asimilen la cultura en la que viven, en un sentido amplio, compartiendo las producciones artísticas, científicas, técnicas, etc., propias de esa cultura, y Imagen por "daneelariantho" en Flickr comprendiendo su sentido histórico, pero también desarrollando las capacidades necesarias para acceder a esos productos culturales, disfrutar de ellos y, en lo posible, renovarlos.
Las formas de aprender y enseñar son una parte más de la cultura que todos debemos aprender, y cambian con la propia evolución de la educación. La complicada escritura cuneiforme comenzó a enseñarse en las escuelas mesopotámicas, las “casas de tablillas”, desde épocas muy tempranas. Esta es considerada la primera escuela históricamente conocida, aparecida en Sumeria hace unos cinco mil años y estaba vinculada a la enseñanza del primer sistema de lecto-escritura conocido, dando lugar también a la primera metáfora cultural del aprendizaje, que aún perdura entre nosotros (aprender es escribir en una “tabula rasa”, las tablillas de cera virgen en las que escribían los sumerios). Desde entonces, cada revolución cultural en las tecnologías de la información y, como consecuencia de ello, en la organización y distribución social del saber, ha conllevado una revolución paralela en la cultura del aprendizaje, la más reciente de las cuales aún no ha terminado: las nuevas tecnologías de la información, unidas a otros cambios sociales y culturales, están dando lugar a una nueva cultura del aprendizaje que transciende el marco de la cultura impresa y que debe orientar los fines sociales de la educación. (Pozo y Monereo, 1999)
Podríamos caracterizar esta nueva cultura del aprendizaje resumiéndola en tres rasgos esenciales: estamos ante la sociedad de la información, del conocimiento múltiple y del aprendizaje continuo. En la sociedad de la información la escuela ya no es la fuente primera, y a veces ni siquiera la principal, de conocimiento para los alumnos en muchos dominios. Son muy pocas las “primicias” informativas que se reservan para la escuela.
Los alumnos viven habitualmente un bombardeo de información de muy distintas fuentes y que normalmente llegan a producir una saturación informativa. En muchas ocasiones ni siquiera la deben buscar; es ésta la que, en formatos casi siempre más atractivos que los escolares, les busca a ellos. Como consecuencia, los alumnos, cuando van a estudiar algunas temáticas suelen tener ya conocimientos procedentes del cine, de la televisión o de algún otro medio de comunicación. Pero se trata de información desordenada, fragmentada y a veces incluso deformada.
Por lo tanto, más que mucha información, lo que nuestros alumnos necesitan es capacidad para organizarla e interpretarla, para darle sentido. Y sobre todo, lo que van a necesitar como futuros profesionistas son capacidades para buscar, seleccionar e interpretar la información. En la sociedad de la información y el conocimiento, la escuela ya no puede proporcionar toda la información relevante, porque ésta es mucho más móvil y flexible que la propia escuela: lo que sí puede es formar a los alumnos para poder acceder y dar sentido a la formación, proporcionándoles capacidades y estrategias de aprendizaje que les permitan una asimilación crítica de la información. (Pozo y Monereo, 1999).
Pozo, J. I. y Monereo, C. (1999). El aprendizaje estratégico. Madrid: Aula XXI- Santillana
Mtro. Hugo Fernández Hernández,
Director General Académico
II. 2009 (UCC)
El “aprender a aprender” se ha convertido en una necesidad formativa básica de la sociedad actual caracterizada por una nueva forma de relacionarse e interactuar con el conocimiento generada fundamentalmente por las implicaciones sociales de las revoluciones tecnológicas en la producción, organización y difusión del conocimiento en nuestra “civilización cognitiva”. Un sistema educativo tiene como función formativa esencial hacer que los futuros profesionistas asimilen la cultura en la que viven, en un sentido amplio, compartiendo las producciones artísticas, científicas, técnicas, etc., propias de esa cultura, y Imagen por "daneelariantho" en Flickr comprendiendo su sentido histórico, pero también desarrollando las capacidades necesarias para acceder a esos productos culturales, disfrutar de ellos y, en lo posible, renovarlos.
Las formas de aprender y enseñar son una parte más de la cultura que todos debemos aprender, y cambian con la propia evolución de la educación. La complicada escritura cuneiforme comenzó a enseñarse en las escuelas mesopotámicas, las “casas de tablillas”, desde épocas muy tempranas. Esta es considerada la primera escuela históricamente conocida, aparecida en Sumeria hace unos cinco mil años y estaba vinculada a la enseñanza del primer sistema de lecto-escritura conocido, dando lugar también a la primera metáfora cultural del aprendizaje, que aún perdura entre nosotros (aprender es escribir en una “tabula rasa”, las tablillas de cera virgen en las que escribían los sumerios). Desde entonces, cada revolución cultural en las tecnologías de la información y, como consecuencia de ello, en la organización y distribución social del saber, ha conllevado una revolución paralela en la cultura del aprendizaje, la más reciente de las cuales aún no ha terminado: las nuevas tecnologías de la información, unidas a otros cambios sociales y culturales, están dando lugar a una nueva cultura del aprendizaje que transciende el marco de la cultura impresa y que debe orientar los fines sociales de la educación. (Pozo y Monereo, 1999)
Podríamos caracterizar esta nueva cultura del aprendizaje resumiéndola en tres rasgos esenciales: estamos ante la sociedad de la información, del conocimiento múltiple y del aprendizaje continuo. En la sociedad de la información la escuela ya no es la fuente primera, y a veces ni siquiera la principal, de conocimiento para los alumnos en muchos dominios. Son muy pocas las “primicias” informativas que se reservan para la escuela.
Los alumnos viven habitualmente un bombardeo de información de muy distintas fuentes y que normalmente llegan a producir una saturación informativa. En muchas ocasiones ni siquiera la deben buscar; es ésta la que, en formatos casi siempre más atractivos que los escolares, les busca a ellos. Como consecuencia, los alumnos, cuando van a estudiar algunas temáticas suelen tener ya conocimientos procedentes del cine, de la televisión o de algún otro medio de comunicación. Pero se trata de información desordenada, fragmentada y a veces incluso deformada.
Por lo tanto, más que mucha información, lo que nuestros alumnos necesitan es capacidad para organizarla e interpretarla, para darle sentido. Y sobre todo, lo que van a necesitar como futuros profesionistas son capacidades para buscar, seleccionar e interpretar la información. En la sociedad de la información y el conocimiento, la escuela ya no puede proporcionar toda la información relevante, porque ésta es mucho más móvil y flexible que la propia escuela: lo que sí puede es formar a los alumnos para poder acceder y dar sentido a la formación, proporcionándoles capacidades y estrategias de aprendizaje que les permitan una asimilación crítica de la información. (Pozo y Monereo, 1999).
Pozo, J. I. y Monereo, C. (1999). El aprendizaje estratégico. Madrid: Aula XXI- Santillana
Etiquetas: Educación, Política, Universidad
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