LO QUE FUE SOLENTINAME.
Cardenal Ernesto
Nueva Sociedad No.35, marzo-abril 1978, pp. 165-167.
Llegué con otros dos compañeros hace doce años a Solentiname para fundar allí una pequeña comunidad contemplativa. Contemplación quiere decir unión con Dios. Pronto nos dimos cuenta que esa unión con Dios nos llevaba en primer lugar a la unión con los campesinos, muy pobres y abandonados, que vivían dispersos en las riberas del archipiélago. La contemplación también nos llevó después a un compromiso político: la contemplación nos llevó a la revolución; y así tenía que ser, si no, hubiera sido falsa. Mi antiguo maestro de novicios Thomas Merton, inspirador y director espiritual de esa fundación, me había dicho que en América Latina el contemplativo no podía estar ajeno a las luchas políticas.
Al principio nosotros habíamos preferido una revolución con métodos de lucha no violenta (aunque sin desconocer el principio tradicional de la Iglesia de la guerra justa, y el derecho a la legitima defensa de los individuos y de los pueblos). Pero después nos fuimos dando cuenta que en Nicaragua actualmente la lucha no violenta no es practicable. Y el mismo Ghandi estaría de acuerdo con nosotros. En realidad, todo auténtico revolucionario prefiere la no violencia a la violencia; pero no siempre se tiene la libertad de escoger.
Lo que más nos radicalizó políticamente fue el Evangelio. Todos los domingos en la misa comentábamos con los campesinos en forma de diálogo el Evangelio, y ellos con admirable sencillez y profundidad teológica comenzaron a entender la esencia del mensaje evangélico: el anuncio del reino de Dios. Esto es: el establecimiento en la tierra de una sociedad justa, sin explotadores ni explotados, con todos los bienes en común, como la sociedad que vivieron los primeros cristianos. Estos comentarios han sido difundidos ampliamente en el mundo por el libro El Evangelio en Solentiname, traducido a varios idiomas.
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Pero el Evangelio sobre todo nos enseñaba que la palabra de Dios no era sólo para oírse, sino también para ponerse en práctica. Y los campesinos de Solentiname que profundizaban este Evangelio no podían dejar de sentirse solidarios con sus hermanos campesinos que en otras partes del país estaban padeciendo la persecución y el terror: los estaban encarcelando, torturando, asesinando, les violaban sus mujeres, les quemaban sus ranchos, los arrojaban desde los helicópteros. También tenían que sentirse solidarios con todos aquellos que por compasión al prójimo estaban ofrendando sus vidas. Y esta solidaridad para ser real significa que uno también tiene que comprometer su seguridad y su vida. En Solentiname se sabía que no íbamos a gozar siempre de paz y tranquilidad si uno quería poner en práctica la palabra de Dios. Se sabia que la hora del sacrificio iba a llegar, y esa hora ya llegó.
Ahora en nuestra comunidad todo ha terminado.
Allí se desarrolló una escuela de pintura primitiva que ha sido famosa en muchas partes del mundo. Los cuadros, tallas en madera y diversas artesanías de Solentiname se vendían no sólo en Managua sino también en Nueva York, Washington, París, Venezuela, Puerto Rico, Suiza, Alemania. Pocos días antes de la destrucción de nuestra comunidad habíamos despachado unas grandes tallas en madera para una iglesia del Canadá. Ultimamente los campesinos de Solentiname (los adultos y también los niños) habían comenzado a escribir muy bella poesía, y sus poemas se han publicado en Nicaragua y en el extranjero. Varias películas se filmaron en Solentiname, una de ellas de la BBC de Londres. Se escribió mucho sobre Solentiname en varios idiomas, en libros, revistas y folletos, y también se grabaron discos referentes a Solentiname, aun en alemán, teníamos allí en ese alejado rincón del lago una gran biblioteca, libros recogidos durante toda una vida.
Teníamos una colección de arte precolombino encontrado en Solentiname, que a través de los años habíamos ido formando. Teníamos una amplia casa de huéspedes con abundantes camas para los visitantes. Teníamos hornos de cerámica y esmaltes, y un taller grande para toda clase de artesanías, donde realizamos trabajos en madera, cuero, cobre, bronce, plata. También estábamos desarrollando un trabajo comunal de jóvenes campesinos por medio de una cooperativa.
Estábamos a punto de iniciar una lechería y una fábrica de queso tipo europeo, de la cooperativa, ayudados por una institución alemana.
En Alemania se dijo: "Solentiname está en todas partes, es el principio de un mundo más humano, es una vida cristiana, no sólo esperando un mundo mejor, sino preocupándose por la paz del prójimo, por la paz en la naturaleza, por la paz de la comunidad". Y en Venezuela se dijo que "Solentiname es algo tan de Dios y de la tierra que es un lugar donde la poesía y la siembra y la cosecha no dividen a los hombres en poetas, sembradores y aprovechadores, sino que constituyen actividades de una misma vida solidaria".
Ahora todo eso ha terminado.
Hace doce años, cuando el Nuncio Apostólico de aquel entonces aprobó mi proyecto de fundación en nombre de la Santa Sede, me dijo que él hubiera preferido que la comunidad la estableciera en un lugar menos remoto e incomunicado que Solentiname, porque allí no íbamos a recibir ningún visitante.
La verdad es que siempre estuvimos llenos de visitantes, de Nicaragua y más aún del extranjero, de los más diversos países del mundo. Muchas veces eran personas que llegaban a Nicaragua únicamente por visitar Solentiname; a veces llegaban directamente por la vía de Los Chiles y San Carlos sin interesarse siquiera en visitar Managua. Abundante correspondencia de todas partes del mundo nos llegaba a Solentiname, como también libros, folletos y revistas – aunque últimamente ya casi no nos llegaba ninguna publicación por intervención de Felipe Rodríguez Serrano, el Director de Aduana. Las numerosas cartas del extranjero todavía seguirán llegando al correo de Nicaragua dirigidas a nuestra comunidad en cenizas.
Ahora crecerá otra vez el monte donde fue nuestra comunidad, como antes cuando llegamos por primera vez. Allí hubo una misa popular campesina, hubo cuadros, esculturas, libros, discos, clases, sonrisas de bellos niños, poesía, canto. Ahora sólo ha quedado allí la belleza salvaje.
Yo viví: allí una vida feliz, en aquel casi paraíso de Solentiname, pero siempre estuve dispuesto a sacrificarlo todo. Y lo hemos sacrificado.
Sucedió que un día un grupo de muchachos de Solentiname (algunos de mi comunidad), y también muchachas, por convicciones profundas y después de haberlo madurado largo tiempo se resolvieron a tomar las armas. ¿Por qué lo hicieron? Lo hicieron únicamente por una razón: por su amor al reino de Dios. Por el ardiente deseo de que se implante una sociedad justa, un reino de Dios real y concreto aquí en la tierra.
Cuando llegó la hora, los muchachos y muchachas combatieron con mucho valor, pero también lo hicieron cristianamente. Esa madrugada en San Carlos, repetidas veces trataron de razonar con los guardias desde un altoparlante, para no tener que disparar un solo tiro. Pero los guardias respondían con metralla a sus razonamientos, y muy a su pesar tuvieron que disparar ellos también sus armas. Alejandro Guevara, uno de los de mi comunidad, entró al cuartel cuando ya no quedaban en el más que soldados muertos o heridos. Iba a pegarle fuego al cuartel, para que no quedara duda del éxito del asalto, pero no lo hizo por consideración a los guardias heridos. A que no le pegaran fuego al cuartel se debió el que después los partes oficiales dijeran que no fue tomado.
Yo me congratulo de que estos jóvenes cristianos combatieron sin odio, sobre todo sin odio a los guardias, pobres campesinos como ellos, también explotados. Es horrible que haya muertos y heridos. Quisiéramos que no hubiera lucha en Nicaragua, pero eso no depende del pueblo oprimido que tan sólo se defiende. Un día ya no habrá más guerra en Nicaragua, más guardias campesinos matando a otros campesinos, sino que en vez de eso habrá abundancia de escuelas, círculos infantiles, hospitales y clínicas para todos, alimentación y viviendas adecuadas para todo el pueblo, arte y diversiones para todos, y, lo más importante, amor entre todos.
Ahora la represión que por tanto tiempo ha estado habiendo en el norte, ha llegado también a Solentiname. Una enorme cantidad de campesinos han sido llevados presos. Muchos han tenido que huir. Otros están en el exilio, recordando sus bellas islas con sus casas destruidas. Ellos todavía estarían allí llevando una vida tranquila, dedicados a sus ocupaciones cotidianas. Pero pensaron en el prójimo, y en el país entero. Este es un ejemplo para todos. Solentiname tenía una belleza paradisiaca, pero está visto que en Nicaragua no es posible ningún paraíso todavía.
No pienso en la reconstrucción de nuestra pequeña comunidad de Solentiname. Pienso en la tarea mucho más importante que tendremos todos, que es la reconstrucción del país entero.
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad Nº 35, Marzo - Abril, 1978, ISSN: 0251-3552.
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