El trabajo infantil: una dolorosa realidad
=En el Día Internacional del trabajo infantil=
Mtra. Claudina Salazar Serrano
Navegar Juntos, VI.2010
En México, como en muchos países, existen niñas y niños que prestan sus servicios por diversas causas, entre ellas para ayudar a sus padres con la economía del hogar o bien para ganarse el alimento del día. En ambos casos, resulta aterrador saber que en estos tiempos en los que la sociedad afirma que los niños y los jóvenes son la esperanza del futuro, aún haya algunos que en vez de asistir a una escuela o que tengan el derecho de disfrutar su niñez jugando, deban ir a trabajar para poder labrarse un futuro prometedor que dista mucho de serlo.
No es ajeno a nosotros saber que cuando un menor trabaja, está expuesto a salarios mal remunerados, a pobres o nulas prestaciones de ley, en los casos en los que las hay, o bien a ser víctimas de abusos, maltrato y explotación casi siempre por parte de un mayor, ya sea en las calles, en algún establecimiento o en su propio hogar al obligarlos a realizar labores domésticas porque ambos padres trabajan. Para algunos esta afirmación pareciera absurda, para muchos otros esta situación es una realidad; sólo basta ver en cada uno de los cruceros de esta ciudad la cantidad de niños que se ofrecen para limpiar un parabrisas, tragan fuego o bien tienen en sus manos algún muñeco de moda que venden en vez de jugarlo.
Acaso se nos olvidó que en este país, como en muchos otros en el mundo, es ilegal que los menores de 15 años trabajen en fábricas, en el campo o en las calles y que los jóvenes de 16 que lo hacen, deben hacerlo bajo supervisión o permiso de los padres, en condiciones salubres, seguras, en horarios diurnos y donde no se expidan bebidas alcohólicas. Sin duda esto no es cuestión de olvido, es una verdad lastimosa que se vive hoy en día, cercana y propia a nosotros. El punto es que por los motivos que sean, se sigue exponiendo a un niño a condiciones de riesgo que más que favorecer su adecuado desarrollo, aletarga la posibilidad de que en un futuro puedan llegar a ser adultos comprometidos, honestos, leales, responsables e íntegros social y emocionalmente. No se trata de culpar a unos cuantos por esta problemática; se trata más bien, de no olvidar que como sociedad contribuimos por mucho, con una silenciosa y ciega complicidad creyendo que al dar una moneda en la calle o poner al chico a lavar un auto para que se gane unos pesos en vez de robarlos, estamos facilitándole la posibilidad de que tenga una vida digna.
Tal vez la solución no sea el dejar de hacerlo, sino analizar las intenciones personales de cada uno de nosotros al practicar este ejercicio de aparente ayuda al otro, y dejar de creer que si eludimos la realidad porque nos lacera, es porque no existe.
Mtra. Claudina Salazar Serrano
Navegar Juntos, VI.2010
En México, como en muchos países, existen niñas y niños que prestan sus servicios por diversas causas, entre ellas para ayudar a sus padres con la economía del hogar o bien para ganarse el alimento del día. En ambos casos, resulta aterrador saber que en estos tiempos en los que la sociedad afirma que los niños y los jóvenes son la esperanza del futuro, aún haya algunos que en vez de asistir a una escuela o que tengan el derecho de disfrutar su niñez jugando, deban ir a trabajar para poder labrarse un futuro prometedor que dista mucho de serlo.
No es ajeno a nosotros saber que cuando un menor trabaja, está expuesto a salarios mal remunerados, a pobres o nulas prestaciones de ley, en los casos en los que las hay, o bien a ser víctimas de abusos, maltrato y explotación casi siempre por parte de un mayor, ya sea en las calles, en algún establecimiento o en su propio hogar al obligarlos a realizar labores domésticas porque ambos padres trabajan. Para algunos esta afirmación pareciera absurda, para muchos otros esta situación es una realidad; sólo basta ver en cada uno de los cruceros de esta ciudad la cantidad de niños que se ofrecen para limpiar un parabrisas, tragan fuego o bien tienen en sus manos algún muñeco de moda que venden en vez de jugarlo.
Acaso se nos olvidó que en este país, como en muchos otros en el mundo, es ilegal que los menores de 15 años trabajen en fábricas, en el campo o en las calles y que los jóvenes de 16 que lo hacen, deben hacerlo bajo supervisión o permiso de los padres, en condiciones salubres, seguras, en horarios diurnos y donde no se expidan bebidas alcohólicas. Sin duda esto no es cuestión de olvido, es una verdad lastimosa que se vive hoy en día, cercana y propia a nosotros. El punto es que por los motivos que sean, se sigue exponiendo a un niño a condiciones de riesgo que más que favorecer su adecuado desarrollo, aletarga la posibilidad de que en un futuro puedan llegar a ser adultos comprometidos, honestos, leales, responsables e íntegros social y emocionalmente. No se trata de culpar a unos cuantos por esta problemática; se trata más bien, de no olvidar que como sociedad contribuimos por mucho, con una silenciosa y ciega complicidad creyendo que al dar una moneda en la calle o poner al chico a lavar un auto para que se gane unos pesos en vez de robarlos, estamos facilitándole la posibilidad de que tenga una vida digna.
Tal vez la solución no sea el dejar de hacerlo, sino analizar las intenciones personales de cada uno de nosotros al practicar este ejercicio de aparente ayuda al otro, y dejar de creer que si eludimos la realidad porque nos lacera, es porque no existe.
Etiquetas: Antropología, Infancia, Sociedad
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