Una reflexión sobre el significado del agua (O. J. Agüero, III.10)
“Tengo sed” (Jn 19, 28)
Orlando José Agüero Mollinedo,
Catedrático de la UCC
Navegar Juntos, 15.III.2010
El 22 de marzo celebraremos el Día Mundial del Agua, y con ello, seguiremos promoviendo el objetivo con el cual nació esta celebración: hacer conciencia a los gobiernos y a las sociedades sobre la importancia del cuidado, protección y conservación del agua para nuestra vida y la vida de las futuras generaciones.
Por eso se torna importante iniciar esta reflexión a partir del grito angustioso que Jesús, en la cruz, expresó como un clamor de todos aquellos marginados que hoy, más que nunca, reclaman el justo derecho al agua; ese vital líquido indispensable para una vida digna. “Tengo sed” (Juan 19, 28), parece ser una frase que anticipa ya, la crisis más profunda que la humanidad habrá de experimentar en el futuro. Hoy nos sentimos obligados a realizar una lectura de los signos de los tiempos, en el creciente deterioro ambiental, en el cambio climático, en la despiadada deforestación, en la irreparable erosión del suelo, en el crecimiento demográfico; y descubrir ahí, el actual problema sobre el cuidado, la protección y la conservación del agua.
La sociedad contemporánea en la que vivimos, si por un lado no deja de manifestar que el agua es fundamental para la vida, por otro lado, considera desde una visión mercantilista y consumista que el agua es una mercancía, un producto que se compra y se vende, que puede ser sometida a las leyes del mercado, y al que sólo llegarán a tener acceso aquellos que puedan pagarlo. Hoy ya es una realidad que existen personas privadas del agua por su falta de capacidad para pagar su cuota mensual.
Si vamos un poco hacia atrás en el tiempo podremos ver lo común que era recibir y dar con mucho gusto un vaso con agua a cualquier persona que pasaba por la calle y solicitaba algo de beber. Hoy se vende, hoy se compra, la recomendación evangélica de dar de beber al sediento ha dejado de tener sentido para nosotros en las proporciones que una amplia parte del mundo necesita. Hemos perdido la cultura de la bondad y la cortesía; el consumismo nos hace olvidar que somos hermanos. Con la crisis de la escasez del agua que empieza a llegar a nosotros, no será suficiente dar un vaso de agua al otro, será fundamental trabajar todos unidos bajo un solo objetivo: la recuperación, la conservación, la protección y la restauración del agua.
En muchas ocasiones dentro de las Sagradas Escrituras podemos encontrar lo importante que ha sido el agua para el pueblo creyente: un manantial brota de la tierra, riega la superficie y da forma al Edén llenándola de la bendición divina y creadora (Gen. 2,1015); Noé y la purificación de la tierra por medio del diluvio y Moisés abriendo el mar para que el pueblo de Israel camine hacia la liberación, son testigos de lo verdaderamente importante que es el agua desde una visión divina; Cristo dignifica el agua otorgándole un papel importante dentro del proyecto de salvación al afirmar “el que tenga sed que venga a Mí” (Juan 7, 37-39); y Él mismo se refiere al agua cuando en el final de los tiempos nos dirá: “Porque tuve sed y ustedes me dieron de beber”; y nosotros preguntemos: “¿Cuándo te vimos sediento y te dimos de beber?” (Mateo 25, 35; 37; 40).
Ante todo esto es necesario y urgente promover una visión social e integral del agua.
Reflexionar y actuar como creyentes sobre un tema de gran relevancia social, ambiental y teológica: el agua. La injusticia en la que viven las grandes mayorías de nuestra sociedad a causa de la inequitativa distribución de este recurso vital, debe constituir para nosotros un verdadero desafío, ya que mientras los pobres son sometidos a grandes racionamientos, hay zonas acomodadas que se dan el privilegio de utilizar el agua hasta para lujosas piscinas. Estamos invitados a administrar con justicia y equidad el agua para apagar la sed de los sedientos.
Juntos debemos escuchar en medio del ruido y la distracción, el grito desesperado de Jesús en la cruz pidiendo agua para calmar la sed. Tenemos la tarea pendiente de darle agua al Cristo Crucificado que se nos revela en el rostro de los pobres y excluidos de la sociedad que se encuentran sedientos de paz, de justicia, de agua. En ellos Jesús nos sigue diciendo con fuerte voz: ¡Tengo sed! No olvidemos que el agua es esencial. Luchemos para que nunca nos falte el agua, para que nunca se permita que alguien muera de sed, y aprendamos a tomar conciencia de que el agua hay que cuidarla, protegerla y conservarla.
Orlando José Agüero Mollinedo,
Catedrático de la UCC
Navegar Juntos, 15.III.2010
El 22 de marzo celebraremos el Día Mundial del Agua, y con ello, seguiremos promoviendo el objetivo con el cual nació esta celebración: hacer conciencia a los gobiernos y a las sociedades sobre la importancia del cuidado, protección y conservación del agua para nuestra vida y la vida de las futuras generaciones.
Por eso se torna importante iniciar esta reflexión a partir del grito angustioso que Jesús, en la cruz, expresó como un clamor de todos aquellos marginados que hoy, más que nunca, reclaman el justo derecho al agua; ese vital líquido indispensable para una vida digna. “Tengo sed” (Juan 19, 28), parece ser una frase que anticipa ya, la crisis más profunda que la humanidad habrá de experimentar en el futuro. Hoy nos sentimos obligados a realizar una lectura de los signos de los tiempos, en el creciente deterioro ambiental, en el cambio climático, en la despiadada deforestación, en la irreparable erosión del suelo, en el crecimiento demográfico; y descubrir ahí, el actual problema sobre el cuidado, la protección y la conservación del agua.
La sociedad contemporánea en la que vivimos, si por un lado no deja de manifestar que el agua es fundamental para la vida, por otro lado, considera desde una visión mercantilista y consumista que el agua es una mercancía, un producto que se compra y se vende, que puede ser sometida a las leyes del mercado, y al que sólo llegarán a tener acceso aquellos que puedan pagarlo. Hoy ya es una realidad que existen personas privadas del agua por su falta de capacidad para pagar su cuota mensual.
Si vamos un poco hacia atrás en el tiempo podremos ver lo común que era recibir y dar con mucho gusto un vaso con agua a cualquier persona que pasaba por la calle y solicitaba algo de beber. Hoy se vende, hoy se compra, la recomendación evangélica de dar de beber al sediento ha dejado de tener sentido para nosotros en las proporciones que una amplia parte del mundo necesita. Hemos perdido la cultura de la bondad y la cortesía; el consumismo nos hace olvidar que somos hermanos. Con la crisis de la escasez del agua que empieza a llegar a nosotros, no será suficiente dar un vaso de agua al otro, será fundamental trabajar todos unidos bajo un solo objetivo: la recuperación, la conservación, la protección y la restauración del agua.
En muchas ocasiones dentro de las Sagradas Escrituras podemos encontrar lo importante que ha sido el agua para el pueblo creyente: un manantial brota de la tierra, riega la superficie y da forma al Edén llenándola de la bendición divina y creadora (Gen. 2,1015); Noé y la purificación de la tierra por medio del diluvio y Moisés abriendo el mar para que el pueblo de Israel camine hacia la liberación, son testigos de lo verdaderamente importante que es el agua desde una visión divina; Cristo dignifica el agua otorgándole un papel importante dentro del proyecto de salvación al afirmar “el que tenga sed que venga a Mí” (Juan 7, 37-39); y Él mismo se refiere al agua cuando en el final de los tiempos nos dirá: “Porque tuve sed y ustedes me dieron de beber”; y nosotros preguntemos: “¿Cuándo te vimos sediento y te dimos de beber?” (Mateo 25, 35; 37; 40).
Ante todo esto es necesario y urgente promover una visión social e integral del agua.
Reflexionar y actuar como creyentes sobre un tema de gran relevancia social, ambiental y teológica: el agua. La injusticia en la que viven las grandes mayorías de nuestra sociedad a causa de la inequitativa distribución de este recurso vital, debe constituir para nosotros un verdadero desafío, ya que mientras los pobres son sometidos a grandes racionamientos, hay zonas acomodadas que se dan el privilegio de utilizar el agua hasta para lujosas piscinas. Estamos invitados a administrar con justicia y equidad el agua para apagar la sed de los sedientos.
Juntos debemos escuchar en medio del ruido y la distracción, el grito desesperado de Jesús en la cruz pidiendo agua para calmar la sed. Tenemos la tarea pendiente de darle agua al Cristo Crucificado que se nos revela en el rostro de los pobres y excluidos de la sociedad que se encuentran sedientos de paz, de justicia, de agua. En ellos Jesús nos sigue diciendo con fuerte voz: ¡Tengo sed! No olvidemos que el agua es esencial. Luchemos para que nunca nos falte el agua, para que nunca se permita que alguien muera de sed, y aprendamos a tomar conciencia de que el agua hay que cuidarla, protegerla y conservarla.
Etiquetas: Agua, Antropología, Reflexión
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