La humanidad en juego en Gaza
Vaclav Havel, Hasan bin Talal, Desmond Tutu, Hans Küng, Yohei Sasakawa, Karel Schwarzenberg
Václav Havel es expresidente de la República Checa;
SAR el Príncipe Hasan bin Talal es presidente del Foro del Pensamiento Árabe y presidente emérito de la Conferencia Mundial de las Religiones para la Paz;
Hans Küng es presidente de la Fundación por una Ética Mundial (Stiftung Weltethos) y profesor emérito de Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga;
Yohei Sasakawa es presidente de la Fundación Sasakawa para la Paz,
Desmond Tutu es premio Nobel de la Paz;
Karel Schwarzenberg es ministro de Asuntos Exteriores de la República Checa.
Copyright: Project Syndicate, 2008. www.project-syndicate.org
Traducido del inglés por Carlos Manzano para ‘La Nación’, Costa Rica
La única forma de lograr la paz es mediante una solución integradora, de avenencia
AMMÁN –Siempre es de lamentar el tiempo desaprovechado, pero en Oriente Medio; desaprovecharlo es, además, peligroso. Ya ha pasado otro año en el que ha habido pocos avances en la empresa de tender puentes entre palestinos e israelíes. Los actuales ataques aéreos en Gaza y los constantes ataques con cohetes contra Askelon, Sderot y otras ciudades del Israel meridional demuestran de sobra lo terrible que se está tornando la situación.
El callejón sin salida en materia de seguridad existente entre Israel y los dirigentes palestinos en Gaza ha provocado también bloqueos por parte de Israel de la ayuda alimentaria, lo que ha dejado a los 1,5 millones de personas que viven en Gaza en condiciones de auténtica hambruna.
Una vez más, Israel está insistiendo en la primacía de la seguridad, a ultranza en sus tratos con los palestinos de Gaza, pero con ello lo único que se consigue es bloquear las oportunidades no violentas de encontrar soluciones creativas para la disputa palestino-israelí.
Para complicar aún más la situación, los políticos israelíes siguen comprometidos con una mayor ampliación de los asentamientos de Israel en la ribera occidental. Arrinconados de ese modo contra la pared, muchos palestinos están empezando a no ver otra opción para satisfacer sus aspiraciones nacionales que las tácticas radicales. Como así se corre el riesgo de una violencia renovada, reviste importancia decisiva que los socios regionales de Israel y los agentes internacionales entiendan que los palestinos no se desviarán de su objetivo estratégico de lograr un Estado independiente. El pueblo palestino nunca abandonará su lucha nacional.
Una opción viable. Tanto los israelíes como los palestinos deben entender que la mera aplicación de la fuerza nunca será suficiente para lograr sus fines a largo plazo. Lo que se necesita es una opción viable para que el partido opuesto la adopte, a fin de que no se dé rienda suelta a la violencia. Aunque a veces la fuerza tiene utilidad, la única forma de lograr la paz es mediante una solución integradora, de avenencia.
Para que tenga éxito, la resolución de conflictos requiere canalizar la energía engendrada por estos hacia opciones sustitutas constructivas y no violentas. Esa desviación de la energía de la guerra puede darse en cualquier fase del ciclo de escalada, pero si no se emprende la tarea de consolidar la paz a la primera señal de apuro y no se abordan los problemas cuando el conflicto se intensifica (en particular, si se vuelve violento), algún tipo de intervención será necesario.
Solo entonces pueden crearse procesos de conciliación, mediación, negociación, arbitraje y resolución de los problemas en colaboración. A fin de cuentas, la reconstrucción y la reconciliación son los únicos medios viables para dar estabilidad, pues no se puede imponerla.
Nada de esto es sorprendente, pero hay que preguntarse por qué no se ha centrado más la atención de forma concertada en la necesidad de transformar la situación en Gaza y Palestina. Se ha propuesto un protectorado internacional para esa zona, a fin de proteger a los palestinos de sus elementos más peligrosos, a los palestinos de los israelíes y tal vez a los israelíes de sí mismos, pero ha tenido escaso eco.
Esa falta de un intento coordinado de estructurar un acuerdo entre israelíes y palestinos –una estructura basada en un planteamiento interdisciplinario, no excluyente y sistemático que cambie las variables y propicie una paz que los dos pueblos consideren igualitaria y ecuánime– es lo que más preocupa a quienes nos dedicamos a la resolución de crisis internacionales.
Creación de confianza. Un elemento decisivo para la creación de una estructura con vistas a la reconciliación debe ser el crecimiento económico. Como ha subrayado repetidas veces el Banco Mundial, existe una intensa correlación entre la pobreza y los conflictos. Por eso, colmar el déficit de dignidad humana, la división entre ricos y pobres, será esencial para alcanzar un acuerdo político viable entre palestinos e israelíes. Y, sin embargo, las gestiones y medidas a ese respecto son poco sistemáticas y, por tanto, insuficientes para ofrecer una esperanza real de vidas mejores.
Los palestinos y los israelíes necesitan entablar diálogos viables a partir de las enormes grietas sociales que los separan, además de diálogos entre las autoridades y las personas comunes y corrientes que viven en un estado de confusión sobre lo que se está haciendo en su nombre. Para que podamos ayudar a las partes a entender cómo superar las enemistades pasadas, es necesario volver a crear confianza. Solo la aparición de una confianza pública permitirá diagnosticar y abordar correctamente los problemas.
Naturalmente, todas las partes deben entender la necesidad de seguridad de Israel, pero también son necesarias medidas de creación de confianza para todas las partes, pero lo que ahora se necesita más que nada es un mensaje claro de que el diálogo, y no la violencia, es, precisamente, la forma de avanzar en estos momentos de tensión.
En Gaza, está en juego la moralidad básica de la Humanidad. El sufrimiento y la injustificada destrucción de vidas humanas, la desesperación y la falta de dignidad humana en esa región, ya se ha prolongado durante demasiado tiempo.
Los palestinos de Gaza –de hecho, todos los que tienen una vida asolada y sin esperanza en toda la región– no pueden esperar a que actúen nuevas administraciones o instituciones internacionales.
Para que el creciente fértil no llegue a ser un creciente fútil, debemos despertar y encontrar el valor moral y la visión política para un salto de gigante en Palestina.
Václav Havel es expresidente de la República Checa;
SAR el Príncipe Hasan bin Talal es presidente del Foro del Pensamiento Árabe y presidente emérito de la Conferencia Mundial de las Religiones para la Paz;
Hans Küng es presidente de la Fundación por una Ética Mundial (Stiftung Weltethos) y profesor emérito de Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga;
Yohei Sasakawa es presidente de la Fundación Sasakawa para la Paz,
Desmond Tutu es premio Nobel de la Paz;
Karel Schwarzenberg es ministro de Asuntos Exteriores de la República Checa.
Copyright: Project Syndicate, 2008. www.project-syndicate.org
Traducido del inglés por Carlos Manzano para ‘La Nación’, Costa Rica
La única forma de lograr la paz es mediante una solución integradora, de avenencia
AMMÁN –Siempre es de lamentar el tiempo desaprovechado, pero en Oriente Medio; desaprovecharlo es, además, peligroso. Ya ha pasado otro año en el que ha habido pocos avances en la empresa de tender puentes entre palestinos e israelíes. Los actuales ataques aéreos en Gaza y los constantes ataques con cohetes contra Askelon, Sderot y otras ciudades del Israel meridional demuestran de sobra lo terrible que se está tornando la situación.
El callejón sin salida en materia de seguridad existente entre Israel y los dirigentes palestinos en Gaza ha provocado también bloqueos por parte de Israel de la ayuda alimentaria, lo que ha dejado a los 1,5 millones de personas que viven en Gaza en condiciones de auténtica hambruna.
Una vez más, Israel está insistiendo en la primacía de la seguridad, a ultranza en sus tratos con los palestinos de Gaza, pero con ello lo único que se consigue es bloquear las oportunidades no violentas de encontrar soluciones creativas para la disputa palestino-israelí.
Para complicar aún más la situación, los políticos israelíes siguen comprometidos con una mayor ampliación de los asentamientos de Israel en la ribera occidental. Arrinconados de ese modo contra la pared, muchos palestinos están empezando a no ver otra opción para satisfacer sus aspiraciones nacionales que las tácticas radicales. Como así se corre el riesgo de una violencia renovada, reviste importancia decisiva que los socios regionales de Israel y los agentes internacionales entiendan que los palestinos no se desviarán de su objetivo estratégico de lograr un Estado independiente. El pueblo palestino nunca abandonará su lucha nacional.
Una opción viable. Tanto los israelíes como los palestinos deben entender que la mera aplicación de la fuerza nunca será suficiente para lograr sus fines a largo plazo. Lo que se necesita es una opción viable para que el partido opuesto la adopte, a fin de que no se dé rienda suelta a la violencia. Aunque a veces la fuerza tiene utilidad, la única forma de lograr la paz es mediante una solución integradora, de avenencia.
Para que tenga éxito, la resolución de conflictos requiere canalizar la energía engendrada por estos hacia opciones sustitutas constructivas y no violentas. Esa desviación de la energía de la guerra puede darse en cualquier fase del ciclo de escalada, pero si no se emprende la tarea de consolidar la paz a la primera señal de apuro y no se abordan los problemas cuando el conflicto se intensifica (en particular, si se vuelve violento), algún tipo de intervención será necesario.
Solo entonces pueden crearse procesos de conciliación, mediación, negociación, arbitraje y resolución de los problemas en colaboración. A fin de cuentas, la reconstrucción y la reconciliación son los únicos medios viables para dar estabilidad, pues no se puede imponerla.
Nada de esto es sorprendente, pero hay que preguntarse por qué no se ha centrado más la atención de forma concertada en la necesidad de transformar la situación en Gaza y Palestina. Se ha propuesto un protectorado internacional para esa zona, a fin de proteger a los palestinos de sus elementos más peligrosos, a los palestinos de los israelíes y tal vez a los israelíes de sí mismos, pero ha tenido escaso eco.
Esa falta de un intento coordinado de estructurar un acuerdo entre israelíes y palestinos –una estructura basada en un planteamiento interdisciplinario, no excluyente y sistemático que cambie las variables y propicie una paz que los dos pueblos consideren igualitaria y ecuánime– es lo que más preocupa a quienes nos dedicamos a la resolución de crisis internacionales.
Creación de confianza. Un elemento decisivo para la creación de una estructura con vistas a la reconciliación debe ser el crecimiento económico. Como ha subrayado repetidas veces el Banco Mundial, existe una intensa correlación entre la pobreza y los conflictos. Por eso, colmar el déficit de dignidad humana, la división entre ricos y pobres, será esencial para alcanzar un acuerdo político viable entre palestinos e israelíes. Y, sin embargo, las gestiones y medidas a ese respecto son poco sistemáticas y, por tanto, insuficientes para ofrecer una esperanza real de vidas mejores.
Los palestinos y los israelíes necesitan entablar diálogos viables a partir de las enormes grietas sociales que los separan, además de diálogos entre las autoridades y las personas comunes y corrientes que viven en un estado de confusión sobre lo que se está haciendo en su nombre. Para que podamos ayudar a las partes a entender cómo superar las enemistades pasadas, es necesario volver a crear confianza. Solo la aparición de una confianza pública permitirá diagnosticar y abordar correctamente los problemas.
Naturalmente, todas las partes deben entender la necesidad de seguridad de Israel, pero también son necesarias medidas de creación de confianza para todas las partes, pero lo que ahora se necesita más que nada es un mensaje claro de que el diálogo, y no la violencia, es, precisamente, la forma de avanzar en estos momentos de tensión.
En Gaza, está en juego la moralidad básica de la Humanidad. El sufrimiento y la injustificada destrucción de vidas humanas, la desesperación y la falta de dignidad humana en esa región, ya se ha prolongado durante demasiado tiempo.
Los palestinos de Gaza –de hecho, todos los que tienen una vida asolada y sin esperanza en toda la región– no pueden esperar a que actúen nuevas administraciones o instituciones internacionales.
Para que el creciente fértil no llegue a ser un creciente fútil, debemos despertar y encontrar el valor moral y la visión política para un salto de gigante en Palestina.
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