A MIS HERMANOS ESCOLAPIOS (Jorge Fernández, 8, IV, 2007)
A Jorge Fernández Castro.
Pfa. Liliana Esquivel
Nos conocimos comenzando la segunda mitad del siglo pasado en el año 1961 cuando fuimos compañeros de Estudios Generales en la Universidad de Costa Rica, después dejé de verlo por muchos años hasta el año 1987 que comencé a trabajar en esta Institución y tuve la dicha de encontrarlo de nuevo para poder apreciar su calidad humana, su compañerismo y su afabilidad. ¿Quién no recuerda este año?. Su saludo de buenos días. Seguido de su abrazo cariñoso y de una frase bonita para comenzar la jornada diaria. Corno madre de exalumnos también pude apreciar sus dotes de excelente profesor, consejero y cooperador de la verdad.
Hoy quiero rendir tributo al entrañable amigo, compañero de hacer crucigramas, quien después de largos años de trabajo se retira para disfrutar de su merecida pensión en compañía de su familia.
Que Dios te bendiga hoy y siempre mi querido compañero del B-4.
Pfa. Liliana Esquivel
A NUESTRO COMPAÑERO Y AMIGO PROF. JORGE FERNÁNDEZ
Pfra. Grettel Moreno
Por más de 36 años nuestro querido Jorge trabajó acá en el Colegio como profesor de Español alegrándonos los días con una sonrisa y una gran disposición para ayudar a cualquier persona. A lo largo de estos años de dedicación a la noble labor de educar, siempre motivó a sus alumnos a descubrir la pasión por las palabras y las normas de la Real Academia y en innumerables ocasiones instó a sus queridos estudiantes a compartir su gran vicio la lectura.
Es una persona admirable, un gran educador, moldeador de mentes, una persona muy sabia que tiene muchas cosas que ofrecer, además es un ratoncillo de biblioteca devora cada libro que le llega a las manos, fiel admirador de Pavarotti, ni se diga de su afición por el fútbol español y el equipo de sus amores Saprissa siempre lo llenan de gozo cada vez que juegan.
Te vamos a extrañar mucho, siempre te recordaremos por lo gran persona que sos.
TQM.
Y para terminar que más que dejar un pensamiento:
“Nunca digo adiós a nadie.
Nunca dejo que las personas más cercanas a mí se vayan.
Me las llevo conmigo adonde vaya.”
Pfra. Grettel Moreno
Jorge Fernández Castro
8 de abril de 2007
Corría el mes de febrero de 1970 y me encontraba impartiendo un curso de “refrescamiento” para profesores en servicio en la Escuela Normal Superior, en la ciudad de Heredia.
Tenía entonces cuatro años de servicio en la enseñanza de la lengua y la literatura y tres de ellos transcurrieron en el Colegio de Limón, lugar en el que comencé mi servicio como profesor.
En dicho curso conocí a un colega de apellido Quijano, quien me comunicó que aspiraba al cargo de Asesor Supervisor de Español en el Ministerio de Educación Pública, por lo que tendría que dejar unas lecciones en el colegio en que trabajaba. Me preguntó si yo podría tomar esas lecciones y me dijo el nombre del colegio: Calasanz. Yo recordaba un rótulo con ese nombre en San Pedro de Montes de Oca, cuando viajaba en tren hacia Limón, pero nada más. Tampoco sabía, en ese entonces, que mi profesor de Religión de cuarto y quinto años de Bachillerato en el Instituto de Alajuela, había sido un sacerdote escolapio: el P. León Gómez (dato suministrado por Vicente Climent, muchos años después).
Acepté la propuesta de Quijano y un buen día de ese mes de febrero del 70 asistí a la cita que me concedió el Director de la Institución: P. Dióscoro Diago, quien me recibió amablemente, anotó los datos requeridos y me dijo que me avisaría posteriormente. Pocos días después recibí la comunicación aceptando mi currículo e instándome a presentarme a reuniones previas al inicio del curso lectivo que se iniciaría el primer lunes de marzo.
Así se inició mi matrimonio con las Escuelas Pías, el segundo de mi vida, porque el primero, con Martha Eugenia, tuvo celebración dos meses antes (diciembre del 69), en el que celebró la misa y fue testigo preferente el P. Roberto Retana Sandí, Cura Párroco de Limón, con quien participé en muchos actos de apostolado durante mi permanencia en el puerto del Atlántico.
Y comenzó el curso lectivo. Los integrantes de la comunidad religiosa –espero no olvidar a nadie- eran Dióscoro, Urbano, mi querido Francisco Ibiza, mi recordado Pepe Llombart, el “hermano” Severino y el P. Peris, con quien no tuve mucha relación.
Los alumnos, solo varones, uniforme con camisa de manga larga, corbata y las profesoras y profesores lo más emperifollados que permitiera el clima.
Eran grupos numerosos de muchachos con la fogosidad típica de la adolescencia pero manejables, ya que gustaban del estudio, eran respetuosos y casi todos obtenían buenas calificaciones.
Y pasaron los años: nuevos alumnos, cambios constantes en la planta física y nuevos escolapios.
Somoza no lo quiso más en su feudo y nos mandó a Juan Álvarez (el hermano que no tuve), quien poco después sería designado Director de la Institución. Por cierto que Juan contribuyó, con sus obsequios, a que mi biblioteca se ampliara ostensiblemente, ya que satisfacía mi “vicio” con generosidad.
Y mi recordado y polifacético José Molins.
También llegó de Valencia un mozalbete, a quien había que “traducirle” los chistes para, a cambio, disfrutar de sus sabrosas carcajadas: Vicente Climent.
Luego el colegio se transformó en mixto; el proceso comenzó en primaria con niñas hermanas o familiares de los jóvenes de secundaria.
Y llegaron nuevos sacerdotes: Mariano Ochagavía, a quien he saludado recientemente en la residencia de la Malvarrosa; el P. Escrivá, quien estuvo con nosotros muy poco tiempo y con quien conversaba de las habilidades futbolísticas de Emilio Butragueño, exalumno escolapio, que causaba furor por ese entonces en el primer equipo del Real Madrid; Manolo Nebot, a quien dirijo estas líneas como Secretario del Viceprovincial; Alberto Cárcel, consumado calígrafo; Luis Gregori y su pasión por las aves; Miguel Gabaldón, actual compañero de Juan en el Hogar.
Al mismo tiempo la planta física se iba ampliando y embelleciendo, gracias a la decisión de la Orden y al trabajo de los compañeros de mantenimiento. Por cierto que el aspecto físico del Colegio ha impactado tremendamente a los visitantes, desde esa época hasta el momento presente.
Había olvidado mencionar la ordenación sacerdotal de Enrique Gras (Quique), en la cual participé, en nuestra capilla, y estuvo a cargo del Obispo de Alajuela: Monseñor Enrique Bolaños.
Preocupada por los nuevos sacerdotes de la Viceprovincia, la Orden estableció la casa de formación, a la vera de la cancha de fútbol; sitio por el cual han pasado muchos jóvenes con excelente resultado para las Escuelas Pías. Destaco, entre otros, a Yáder, Léster, Héctor, Flavio, Absalón…
Por cierto que a la casa de formación han llegado excelentes sacerdotes, con quienes no tuve una relación estrecha o directa por razones obvias, pero con quienes mantengo una amistad y los saludo cariñosamente, sea en San José o en Valencia. Me refiero a Ángel Martínez, Bernardo, Julio Mínguez (quien nos atendió por todo lo alto cuando lo visitamos en Algemesí), Vicente Sacedón, Pepe Duart, Manolo Antequera.
A Vicente Sacedón le correspondió nombrarme Coordinador Pedagógico de Secundaria y Subdirector en la época en que Vicente Climent fue director. Ya muchos años antes, Pepe Llombart me había distinguido como profesor guía de una sección de cuarto año. Y esa ha sido mi estela en el colegio: profesor, guía y subdirector.
Cuando Manolo Antequera, junto a otras distinguidas personas, fundó nuestro colegio, yo estudiaba en la U. C. R., pero muchos años después lo conocí y disfruté de su amistad. En mi último viaje a Valencia, el año anterior, pude comprobar que, a pesar de su edad provecta, se comporta como un chaval y atiende a los chicos del Andriani y colabora con el Provincial en aspectos administrativos.
Un aspecto importante que recuerdo de mi permanencia en el colegio es el de los grupos de estudio o profundización que inició Pepe Llombart y continuaron Vicente Climent, Chema Sacedón y Paco Fuster. Nos reuníamos periódicamente, por la tarde, a estudiar textos bíblicos, libros de formación escolapia y otros temas.
Durante muchos años, los funcionarios laicos del Colegio no conocimos a los encargados de la Orden o de la Provincia. Sin embargo, poco a poco las Escuelas Pías sintieron la necesidad de que sus funcionarios se enteraran de quiénes eran las personalidades responsables de la Orden.
Por esa razón conocimos a Gonzalo Carbó, José María Balcells, José Ramón Pérez, a quien saludé recientemente en Algemesí, Enrique Signes y Paco Montesinos.
Creo necesario anotar que la gestión de Provincial de Enrique ha sido estupenda por la relación que ha tenido con la Viceprovincia, por la amistad y bonhomía que lo caracterizan y por la manera de recibirlo a uno en Valencia.
Por supuesto que hay una consonancia en la Viceprovincia: Rudy, quien ha sido reelegido para su segundo período, con la complacencia de las personas que, de una u otra forma, tienen relación con las Escuelas Pías. Todavía recuerdo con entusiasmo la ceremonia de ordenación sacerdotal de Rudy, ya que participé haciendo una de las lecturas.
En 1995 llegó, procedente de Valencia, Paco Fuster, designado Director del Colegio a partir del curso siguiente y quien permanece todavía con nosotros. A Paco lo he conocido como jefe, amigo y compañero de viaje. En cada una de esas facetas reconozco su valía y su don de gentes.
La última adquisición valenciana ha sido Rogelio, quien se caracteriza por su jovialidad y capacidad de trabajo y lleva delante el Departamento de Pastoral.
Y la historia ha llegado a su fin. Han sido 37 años de servicio en forma ininterrumpida (más de la mitad de mi vida). Bellísimos recuerdos archivo en mi corazón y solo espero que ustedes puedan decir lo mismo de este su servidor, amigo y hermano.
A M P I
Alajuela, octava de la Pascua de Resurrección del 2007.
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