¿Cómo construir un estado laico moderno para gente religiosa?
19 de febrero de 2011
La UE ha hecho poco y tarde.
El terremoto nos afecta directamente: en el Mare Nostrum
http://www.elpais.com/articulo/internacional/Mientras/Europa/dormita/elpepiint/20110219elpepiint_11/Tes en Twitter
"Hay algo en el alma que clama por la libertad", dijo Obama, citando a Martin Luther King, para dar finalmente, tras muchas dudas, la luz verde a la revuelta en Egipto. Su pragmatismo, que guía su presidencia por encima de cualquier consideración ideológica, ha hecho que Estados Unidos caiga en el lado bueno de la historia. Por el momento. Obama podría pasar a la historia como el presidente de Estados Unidos que apostó por la democracia en el mundo árabe, deshaciendo el determinismo de la perversa fórmula estabilidad igual a autocracia, o como el que perdió el gran Oriente Medio para los intereses estratégicos de Occidente. Los dados están echados. Los ciudadanos egipcios nos han gritado: "No somos los otros, somos vosotros". Es una revolución generacional, que evoca la ilusión del mayo parisino de 1968. Pero con un Ejército como comadrona de la democracia. El mayor país árabe afronta el enorme reto de construir una cultura civil. Como decía una opositora a Mubarak: "Una cultura no militar, no religiosa, sino civil".
¿Cómo construir un estado laico moderno para gente religiosa?
Pasada la euforia inicial de la Revolución del 25 de Enero, en El Cairo, los niños se fotografían en las torretas de los tanques, mientras en la pequeña isla-Estado de Bahréin, del tamaño de Menorca, unida por una autopista sobre el mar a Arabia Saudí, la gasolinera del mundo, los carros de combate abortan las protestas impidiendo repetir en Manama la operación cairota de la Plaza de la Liberación. Parece improbable que la casa de Saud tolere una revolución en su puerta trasera, base además de la V Flota de EE UU, clave para contener a Irán y asegurar el flujo del petróleo hacia Occidente. Lo que vale para Egipto también vale para Irán, asevera el presidente norteamericano, que ya ha destapado la botella que contenía al genio. ¿También para Arabia Saudí? Y para Libia, donde el excoronel Gadafi, 42 años en el poder, usa el fuego real para reprimir la ola que ya ha tocado tierra en el este del país, la Cirenaica rebelde. Y para Yemen, país fallido nodriza de Al Qaeda con otro autócrata eternizado en el poder. O para Argelia, donde manda inflexible el Ejército, tras Buteflika, pero que dispone aún de rentas petrolíferas para anestesiar a la población. O Marruecos, donde algunos piensan que la monarquía, que mezcla hábilmente el poder civil con el religioso, es compuerta segura contra la rebelión de los humillados por el sistema semidemocrático conducido desde una corte arcaica y corrupta. Un vasto y fascinante otoño de los patriarcas está en marcha. El cubo de la historia ya lo han abierto Ben Ali y Mubarak. ¿Y el próximo es...? Los regímenes afectados son distintos y distantes. La revista The Economist ha intentado objetivar la vulnerabilidad de las diferentes dictaduras. Lo titula el índice de los lanzadores de zapatos. La vulnerabilidad a la revolución es máxima en Yemen, con un 85% de probabilidades. Le siguen Libia, Egipto, Siria e Irak, por encima del 60%, y a continuación, todos por encima del 50%: Mauritania, Arabia Saudí, Argelia, Jordania, Túnez y Marruecos. El índice sopesa con un 35% a la porción de la población de cada país menor de 25 años; un 15% al tiempo que el Gobierno lleva en el poder; un doble 15%, la corrupción y la ausencia de democracia; 10%, la renta per capita; 5%, el nivel de censura, y un último 5%, el número total absoluto de gente más joven de 25 años.
Mientras asistimos fascinados a esta fiebre de libertad , Europa dormita. No sin dosis de mala conciencia, por haber apoyado durante tanto tiempo a los autócratas, que supuestamente contenían al fundamentalismo islámico y que nos garantizan el petróleo. ¿En qué lado de la historia hemos caído? Estados Unidos se ha adelantado a una Europa desaparecida, incapaz de proyectarse internacionalmente como un todo. Van Rompuy, Ashton, lady ausente; Merkel, Sarkozy, Zapatero. Demasiado poco y demasiado tarde. Y el terremoto nos afecta directamente: es el Mare Nostrum, son nuestras fronteras. Estamos encogidos de miedo ante la eventual llegada de una oleada de nuevos inmigrantes. Italia ya ha dado la luz de alarma. País fundador de la Comunidad Europea, séptima economía del mundo, tiene como primer ministro a un acusado de prostitución de menores y abuso de poder. Berlusconi se permitió la humorada de apostar por Mubarak. Patético el papel de la Francia de Sarkozy, con su ministra de Exteriores aceptando favores y haciendo negocios con el sátrapa tunecino, al que ofreció ayuda policial para reprimir a su pueblo. Y nuestra diplomacia risueña, aprovechando el maremoto árabe para enviar una misión de halago diplomático al dictador Obiang en Guinea Ecuatorial. ¡Qué lástima de Europa!
fgbasterra@gmail.com
La UE ha hecho poco y tarde.
El terremoto nos afecta directamente: en el Mare Nostrum
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"Hay algo en el alma que clama por la libertad", dijo Obama, citando a Martin Luther King, para dar finalmente, tras muchas dudas, la luz verde a la revuelta en Egipto. Su pragmatismo, que guía su presidencia por encima de cualquier consideración ideológica, ha hecho que Estados Unidos caiga en el lado bueno de la historia. Por el momento. Obama podría pasar a la historia como el presidente de Estados Unidos que apostó por la democracia en el mundo árabe, deshaciendo el determinismo de la perversa fórmula estabilidad igual a autocracia, o como el que perdió el gran Oriente Medio para los intereses estratégicos de Occidente. Los dados están echados. Los ciudadanos egipcios nos han gritado: "No somos los otros, somos vosotros". Es una revolución generacional, que evoca la ilusión del mayo parisino de 1968. Pero con un Ejército como comadrona de la democracia. El mayor país árabe afronta el enorme reto de construir una cultura civil. Como decía una opositora a Mubarak: "Una cultura no militar, no religiosa, sino civil".
¿Cómo construir un estado laico moderno para gente religiosa?
Pasada la euforia inicial de la Revolución del 25 de Enero, en El Cairo, los niños se fotografían en las torretas de los tanques, mientras en la pequeña isla-Estado de Bahréin, del tamaño de Menorca, unida por una autopista sobre el mar a Arabia Saudí, la gasolinera del mundo, los carros de combate abortan las protestas impidiendo repetir en Manama la operación cairota de la Plaza de la Liberación. Parece improbable que la casa de Saud tolere una revolución en su puerta trasera, base además de la V Flota de EE UU, clave para contener a Irán y asegurar el flujo del petróleo hacia Occidente. Lo que vale para Egipto también vale para Irán, asevera el presidente norteamericano, que ya ha destapado la botella que contenía al genio. ¿También para Arabia Saudí? Y para Libia, donde el excoronel Gadafi, 42 años en el poder, usa el fuego real para reprimir la ola que ya ha tocado tierra en el este del país, la Cirenaica rebelde. Y para Yemen, país fallido nodriza de Al Qaeda con otro autócrata eternizado en el poder. O para Argelia, donde manda inflexible el Ejército, tras Buteflika, pero que dispone aún de rentas petrolíferas para anestesiar a la población. O Marruecos, donde algunos piensan que la monarquía, que mezcla hábilmente el poder civil con el religioso, es compuerta segura contra la rebelión de los humillados por el sistema semidemocrático conducido desde una corte arcaica y corrupta. Un vasto y fascinante otoño de los patriarcas está en marcha. El cubo de la historia ya lo han abierto Ben Ali y Mubarak. ¿Y el próximo es...? Los regímenes afectados son distintos y distantes. La revista The Economist ha intentado objetivar la vulnerabilidad de las diferentes dictaduras. Lo titula el índice de los lanzadores de zapatos. La vulnerabilidad a la revolución es máxima en Yemen, con un 85% de probabilidades. Le siguen Libia, Egipto, Siria e Irak, por encima del 60%, y a continuación, todos por encima del 50%: Mauritania, Arabia Saudí, Argelia, Jordania, Túnez y Marruecos. El índice sopesa con un 35% a la porción de la población de cada país menor de 25 años; un 15% al tiempo que el Gobierno lleva en el poder; un doble 15%, la corrupción y la ausencia de democracia; 10%, la renta per capita; 5%, el nivel de censura, y un último 5%, el número total absoluto de gente más joven de 25 años.
Mientras asistimos fascinados a esta fiebre de libertad , Europa dormita. No sin dosis de mala conciencia, por haber apoyado durante tanto tiempo a los autócratas, que supuestamente contenían al fundamentalismo islámico y que nos garantizan el petróleo. ¿En qué lado de la historia hemos caído? Estados Unidos se ha adelantado a una Europa desaparecida, incapaz de proyectarse internacionalmente como un todo. Van Rompuy, Ashton, lady ausente; Merkel, Sarkozy, Zapatero. Demasiado poco y demasiado tarde. Y el terremoto nos afecta directamente: es el Mare Nostrum, son nuestras fronteras. Estamos encogidos de miedo ante la eventual llegada de una oleada de nuevos inmigrantes. Italia ya ha dado la luz de alarma. País fundador de la Comunidad Europea, séptima economía del mundo, tiene como primer ministro a un acusado de prostitución de menores y abuso de poder. Berlusconi se permitió la humorada de apostar por Mubarak. Patético el papel de la Francia de Sarkozy, con su ministra de Exteriores aceptando favores y haciendo negocios con el sátrapa tunecino, al que ofreció ayuda policial para reprimir a su pueblo. Y nuestra diplomacia risueña, aprovechando el maremoto árabe para enviar una misión de halago diplomático al dictador Obiang en Guinea Ecuatorial. ¡Qué lástima de Europa!
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