P. SEBASTIAN CAVALOTTO. II
Listín Diario, Dominicana
9 de febrero de 1997
El padre Sebastián Cavalotto era un verdadero cristiano. Los fieles que asistían a sus misas decían que cuando las oficiaba, su rostro adquiría una expresión angelical. Enseñaba a la gente la Palabra de Dios y los cristianizaba.
Así se vio el día radiante de su despedida, el pasado 9 de enero (de 1997) en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, de La Romana.
Allí testificaron prostitutas arrepentidas, proxenetas que comercializaron con la carne y que también se arrepintieron con la verdad anunciada por el padre Cavalotto. Hombres y mujeres descarriados que encontraron a Dios, beatas que rezaban antes de conocerlo, sin saber por qué oraban; muchachos y muchachas que conocen un Dios vivo al que siguen de hecho y de palabras. Su obra espiritual fue tan amplia y fructífera como la material.
Iglesias, dispensarios médicos, escuelas, especiales y vocacionales, centros comunales, casas parroquiales, etc. Se ocupó de las viudas y de los huérfanos, de las madres solteras, de los desamparados, de los impedidos y limitados, de los ancianos, pensando en que el Señor dijo: “todo lo que hiciereis por la más insignificante de mis criaturas es como si me lo hiciereis a mí”
Hace hoy (9.II.1997) un mes su cuerpo inerte fue depositado en la soledad del cementerio. Sin embargo, al dejarlo allí, su entrega a Dios, su testimonio perenne de amor a los demás, su prédica evangélica y su tesón ante la vida no se han ido, y se han convertido en una fuente de inspiración para los que queman.
El Padre Sebastián Cavalotto nació en Monforte D’Alba, pueblito campesino de Italia. Recio, sincero hasta el dolor, inteligente como una alucinación, claro y meridiano en las cosas de Dios. Testigo fiel de Cristo en obras y palabras.
Cavalotto no es pasado. Sus obras, numerosas, necesarias y oportunas, lo mantendrán presente en los corazones y la historia de los románense, de la Iglesia Católica y de los cristianos del país.
Finalizada a década del cincuenta cuanto vino a República Dominicana, llegó a Villas Agrícolas en 1958 a la iglesia Santa Teresa de Jesús en la avenida Peña Batle aquí en la capital. Ahí empezó su obra.
“Lo conocí, nosotras éramos adolescentes, lo que más nos gustó era que predicaba el Evangelio, trajo nuevas ideas, y máquinas para enseñar a las jóvenes y las mujeres a remendar los calzoncillos de sus futuros esposos. Nos organizó para participar en la iglesia; su estilo era distinto al que conocíamos y eso nos gustó mucho, tanto que nos convertimos en militantes de la parroquia” dice Amantina.
Amantina Bautista es una de las primeras “muchachas del padre Cavalotto”, como se identificaba en el pueblo a los muchachos y muchachas integrantes de los grupos orientados por el padre. Los hubo en Santo Domingo, en Nisibón y en La Romana, en Uruguay, en Suiza, en el Paraguay, Bolivia y Perú, pero jamás se pelearon ni hubo celos disputándose el primer lugar en el afecto de Cavalotto.
El les daba a todos su amor, era tanto que se multiplicaba, hermanando en la Palabra a jóvenes, niños, niñas, viejos, viejas, negros, negras, mulatos, mulatas, blancos, blancas, a iletrados e ilustrados, pobres y ricos.
Comprometido:
Sebastián proclamaba: “Las cosas son o no son”; de esa misma manera actuó en su sacerdocio enfrentando los riesgos y las consecuencias de haberse hecho testigo de Cristo, como demuestra este drama.
En el área de Trujillo conoció a Rafaela Duvergé, una linda joven de larga cabellera que despertó interés en el dictador. Le arregló los papeles y la sacó del país llevando tranquilidad a su familia y evitando que otra vida fuera destruida por el sátrapa.
En una ocasión enfrentó los grupos organizados de La Romana convencido de que los métodos de las protestas que se hacían eran incorrectos. Lloroso, en una reunión con los maestros y maestras de la escuela dijo: “¿Es que están ciegos? No se dan cuenta que este estilo de protestas no dará resultados, que sólo pierden los estudiantes y ustedes. Busquen otros métodos, o de lo contrario me tendrán a mí de frente”.
No es que estuviera en contra de los maestros, sino que su modo de interpretar y concebir las cosas le permitía ver más allá de lo inmediato. Lo mismo le ocurrió siendo Salesiano. Siguiendo las señales de los tiempos, decidió continuar promoviendo la fe sin ataduras ni fanatismos.
A propósito de este recuerdo, meses antes de partir, comenta Luís Carvajal, les dijo a un grupo de amigos con quienes hablaba de la misión de la iglesia en el nuevo siglo: “Me acabo de enterar que en la orden salesiana se ha reconocido lo que dije hace veinticinco años y que no se entendió”.
Un visionario:
Cuando llegó a La Romana, procedente de Nisibón, donde había hecho una proeza de desarrollo, vislumbró lo que iba a ocurrir en el pueblo con la apertura de la zona franca y el turismo.
Era la década del sesenta. Advirtió que no había personal capacitado para ocupar los puestos de trabajo que se generarían a consecuencia del incipiente desarrollo. Una de sus primeras obras fue una escuela para formar técnicos en electrónica.
Esto recuerda Carlos Fatule, uno de los profesionales del área más calificado del pueblo, a quien le gustó el proyecto y se convirtió en el maestro y director de la Escuela Técnica.
“El padre era un gran visionario, desde que se supo que iba a instalarse en zona franca fue el primero que habló de la necesidad de preparar los jóvenes para esos puestos. Sin embargo, la gente no entendía; de un grupo de más de veinte estudiantes sólo se graduaron ocho”, dijo Carlos.
Recuerda que al llegar a La Romana el padre Cavalotto le pidió que lo ayudara a mudarse de Nisibón. “El tenía una camioneta y llevó sogas y otros útiles pensando (que los) necesitaría para trasladar las cosas del padre, pero “a mí me impresionó mucho cuando vi que la mudanza era una camita colombina, dos estantes viejos, unos cuantos libros, una maleta pequeña con su sotana y algunas cosas y un órgano”.
Ese era el ajuar de Sebastián. Nunca acumuló riquezas, y sin embargo manejó cientos de millones de pesos invertidos en obras para las comunidades donde hizo de sacerdote.
Nisibón
En Nisibón no había caminos, ni carreteras, tampoco iglesias ni centros de madres, dispensario médico, ni escuela. En vez de desanimarse se alegró. Era la oportunidad de llevar a cabo una obra cristiana y de promoción humana.
Y trabajó duramente haciendo los caminos, diseñó y planeó las obras. Cavalotto era un genio, sabía de ingeniería, medicina, química, física, literatura, psicología, ecología, etc., tanto como sabía del Evangelio, teología e historia de la Iglesia.
Y era humano, muy humano. Rabioso, infatigable, tozudo y al mismo tiempo comprensivo, amoroso, tierno, desprendido y generoso. En los fragores del trabajo, a veces su cultura no le permitía entender la conformidad de la gente en su pobreza, su ignorancia ante el significado de las cosas y duplicaba el esfuerzo para desarrollar las potencialidades de la gente.
Y predicaba y reclamaba la Biblia: “A qué se viene a la iglesia sino se trae la Biblia, ahí es donde está el mensaje, no la dejen guardada en la casa, ahí es donde radica la verdad de la fe”, machacaba siempre.
Desde su fe aprendió a valorar las creencias de los demás. Promovió la unidad entre las iglesias junto a don Julio Postigo de la Iglesia Evangélica Dominicana y del padre Willian Skilton de la Iglesia Episcopal y hubo un gran ecumenismo en el país.
El pueblo
La Romana es un pueblo. Empezó su obra en la Parroquia Cristo Rey, la cual fundó. Para iniciarla alquila una casa ubicada en la avenida Libertad. En la primera visita al barrio abrió la puerta y dijo a los que pasaban: “aquí haremos una iglesia”. La gente se acercó a escucharlo y así comenzó su nueva misión.
Doña Ramona, Gina, Niní, Mirta, Chela, Carmen Beltré, Marina, Nereyda, Virita, y muchas otras madres de familia llenas de hijos e hijas, casadas algunas, amancebadas las más, con 10, 15 y 20 años viviendo con sus maridos. “Vivían buenamente pero no como cristianos”, diría aquel memorable día en que casó por la iglesia varias de las parejas. Desde entonces se unificaron los hogares.
Sin criticar ni despreciar, penetró a las vidas de sus gentes y las cambió. Les enseñó a todas y todos qué era un cristiano, un buen marido, una buena esposa, un buen padre, una buena madre, un buen hijo, una buena hija, en fin se entregó a mejorar la comunidad.
Durante el día fabricaba blocks, derribaba melaza, martillaba, pintaba, medía, trabajaba entusiasmado como un niño con juguete nuevo. En esa danza giraban junto a él, las muchachas y muchachos. En las noches cogía la Biblia, la practicaba (en) la oración y oficiaba la misa con su devota grey.
Es un ejemplo a seguir
El padre Sebastián Cavalotto murió rodeado del cariño de la gente, en una total pobreza que fue su gran riqueza. Manejó cientos de miles de pesos pero a la hora de su muerte no tenía nada y lo poco que poseía lo dejó a la iglesia.
Era Un hombre que no conocía limitación para conseguir lo que se proponía, lo que para otros era imposible para él era alcanzable. Su temple era tal que don Rafael Herrera le llamó en uno de sus famosos editoriales: “El cura del diablo” como una forma de destacar su enorme capacidad de trabajo y de defensa de los más necesitados.
OBRAS DEL PADRE CAVALOTTO
1968
Llegada del padre Sebastián a La Romana.
1969
Llegada de las uruguayas Margarita Gallo y Beatriz Cuenca para iniciar una excelente labor educativa
1970 / 71
Inicio de los trabajos de la Escuela Cristo Rey, dispensario médico.
1972
Apertura del liceo de La Reforma.
1975
Escuela Laboral e iglesia parroquial Cristo Rey.
1976
Escuela San Pedro, en Villa España.
1979
Escuela de Educación Especial de Villa Verde, con dos edificios de 28 aulas, taller de ebanistería, taller de cerámica, cocina y comedor.
1980
Reconstrucción del Leprocomio de Nigua, con fondos del estado, de monseñor Gravelli y del doctor Donald Reid Cabral.
1981
Creación del barrio de Los Maestros.
1982
Casa curial de la parroquia Santa Rosa de Lima, y de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús.
1983
Escuela Roger Gattowald y de una casa para Monseñor Gravelli la cual pasó a ser el Convento de Clausura de las Monjas de la Visitación.
1995
Escuela del barrio San Carlos de la profesora Iluminada Torres.
9 de febrero de 1997
El padre Sebastián Cavalotto era un verdadero cristiano. Los fieles que asistían a sus misas decían que cuando las oficiaba, su rostro adquiría una expresión angelical. Enseñaba a la gente la Palabra de Dios y los cristianizaba.
Así se vio el día radiante de su despedida, el pasado 9 de enero (de 1997) en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, de La Romana.
Allí testificaron prostitutas arrepentidas, proxenetas que comercializaron con la carne y que también se arrepintieron con la verdad anunciada por el padre Cavalotto. Hombres y mujeres descarriados que encontraron a Dios, beatas que rezaban antes de conocerlo, sin saber por qué oraban; muchachos y muchachas que conocen un Dios vivo al que siguen de hecho y de palabras. Su obra espiritual fue tan amplia y fructífera como la material.
Iglesias, dispensarios médicos, escuelas, especiales y vocacionales, centros comunales, casas parroquiales, etc. Se ocupó de las viudas y de los huérfanos, de las madres solteras, de los desamparados, de los impedidos y limitados, de los ancianos, pensando en que el Señor dijo: “todo lo que hiciereis por la más insignificante de mis criaturas es como si me lo hiciereis a mí”
Hace hoy (9.II.1997) un mes su cuerpo inerte fue depositado en la soledad del cementerio. Sin embargo, al dejarlo allí, su entrega a Dios, su testimonio perenne de amor a los demás, su prédica evangélica y su tesón ante la vida no se han ido, y se han convertido en una fuente de inspiración para los que queman.
El Padre Sebastián Cavalotto nació en Monforte D’Alba, pueblito campesino de Italia. Recio, sincero hasta el dolor, inteligente como una alucinación, claro y meridiano en las cosas de Dios. Testigo fiel de Cristo en obras y palabras.
Cavalotto no es pasado. Sus obras, numerosas, necesarias y oportunas, lo mantendrán presente en los corazones y la historia de los románense, de la Iglesia Católica y de los cristianos del país.
Finalizada a década del cincuenta cuanto vino a República Dominicana, llegó a Villas Agrícolas en 1958 a la iglesia Santa Teresa de Jesús en la avenida Peña Batle aquí en la capital. Ahí empezó su obra.
“Lo conocí, nosotras éramos adolescentes, lo que más nos gustó era que predicaba el Evangelio, trajo nuevas ideas, y máquinas para enseñar a las jóvenes y las mujeres a remendar los calzoncillos de sus futuros esposos. Nos organizó para participar en la iglesia; su estilo era distinto al que conocíamos y eso nos gustó mucho, tanto que nos convertimos en militantes de la parroquia” dice Amantina.
Amantina Bautista es una de las primeras “muchachas del padre Cavalotto”, como se identificaba en el pueblo a los muchachos y muchachas integrantes de los grupos orientados por el padre. Los hubo en Santo Domingo, en Nisibón y en La Romana, en Uruguay, en Suiza, en el Paraguay, Bolivia y Perú, pero jamás se pelearon ni hubo celos disputándose el primer lugar en el afecto de Cavalotto.
El les daba a todos su amor, era tanto que se multiplicaba, hermanando en la Palabra a jóvenes, niños, niñas, viejos, viejas, negros, negras, mulatos, mulatas, blancos, blancas, a iletrados e ilustrados, pobres y ricos.
Comprometido:
Sebastián proclamaba: “Las cosas son o no son”; de esa misma manera actuó en su sacerdocio enfrentando los riesgos y las consecuencias de haberse hecho testigo de Cristo, como demuestra este drama.
En el área de Trujillo conoció a Rafaela Duvergé, una linda joven de larga cabellera que despertó interés en el dictador. Le arregló los papeles y la sacó del país llevando tranquilidad a su familia y evitando que otra vida fuera destruida por el sátrapa.
En una ocasión enfrentó los grupos organizados de La Romana convencido de que los métodos de las protestas que se hacían eran incorrectos. Lloroso, en una reunión con los maestros y maestras de la escuela dijo: “¿Es que están ciegos? No se dan cuenta que este estilo de protestas no dará resultados, que sólo pierden los estudiantes y ustedes. Busquen otros métodos, o de lo contrario me tendrán a mí de frente”.
No es que estuviera en contra de los maestros, sino que su modo de interpretar y concebir las cosas le permitía ver más allá de lo inmediato. Lo mismo le ocurrió siendo Salesiano. Siguiendo las señales de los tiempos, decidió continuar promoviendo la fe sin ataduras ni fanatismos.
A propósito de este recuerdo, meses antes de partir, comenta Luís Carvajal, les dijo a un grupo de amigos con quienes hablaba de la misión de la iglesia en el nuevo siglo: “Me acabo de enterar que en la orden salesiana se ha reconocido lo que dije hace veinticinco años y que no se entendió”.
Un visionario:
Cuando llegó a La Romana, procedente de Nisibón, donde había hecho una proeza de desarrollo, vislumbró lo que iba a ocurrir en el pueblo con la apertura de la zona franca y el turismo.
Era la década del sesenta. Advirtió que no había personal capacitado para ocupar los puestos de trabajo que se generarían a consecuencia del incipiente desarrollo. Una de sus primeras obras fue una escuela para formar técnicos en electrónica.
Esto recuerda Carlos Fatule, uno de los profesionales del área más calificado del pueblo, a quien le gustó el proyecto y se convirtió en el maestro y director de la Escuela Técnica.
“El padre era un gran visionario, desde que se supo que iba a instalarse en zona franca fue el primero que habló de la necesidad de preparar los jóvenes para esos puestos. Sin embargo, la gente no entendía; de un grupo de más de veinte estudiantes sólo se graduaron ocho”, dijo Carlos.
Recuerda que al llegar a La Romana el padre Cavalotto le pidió que lo ayudara a mudarse de Nisibón. “El tenía una camioneta y llevó sogas y otros útiles pensando (que los) necesitaría para trasladar las cosas del padre, pero “a mí me impresionó mucho cuando vi que la mudanza era una camita colombina, dos estantes viejos, unos cuantos libros, una maleta pequeña con su sotana y algunas cosas y un órgano”.
Ese era el ajuar de Sebastián. Nunca acumuló riquezas, y sin embargo manejó cientos de millones de pesos invertidos en obras para las comunidades donde hizo de sacerdote.
Nisibón
En Nisibón no había caminos, ni carreteras, tampoco iglesias ni centros de madres, dispensario médico, ni escuela. En vez de desanimarse se alegró. Era la oportunidad de llevar a cabo una obra cristiana y de promoción humana.
Y trabajó duramente haciendo los caminos, diseñó y planeó las obras. Cavalotto era un genio, sabía de ingeniería, medicina, química, física, literatura, psicología, ecología, etc., tanto como sabía del Evangelio, teología e historia de la Iglesia.
Y era humano, muy humano. Rabioso, infatigable, tozudo y al mismo tiempo comprensivo, amoroso, tierno, desprendido y generoso. En los fragores del trabajo, a veces su cultura no le permitía entender la conformidad de la gente en su pobreza, su ignorancia ante el significado de las cosas y duplicaba el esfuerzo para desarrollar las potencialidades de la gente.
Y predicaba y reclamaba la Biblia: “A qué se viene a la iglesia sino se trae la Biblia, ahí es donde está el mensaje, no la dejen guardada en la casa, ahí es donde radica la verdad de la fe”, machacaba siempre.
Desde su fe aprendió a valorar las creencias de los demás. Promovió la unidad entre las iglesias junto a don Julio Postigo de la Iglesia Evangélica Dominicana y del padre Willian Skilton de la Iglesia Episcopal y hubo un gran ecumenismo en el país.
El pueblo
La Romana es un pueblo. Empezó su obra en la Parroquia Cristo Rey, la cual fundó. Para iniciarla alquila una casa ubicada en la avenida Libertad. En la primera visita al barrio abrió la puerta y dijo a los que pasaban: “aquí haremos una iglesia”. La gente se acercó a escucharlo y así comenzó su nueva misión.
Doña Ramona, Gina, Niní, Mirta, Chela, Carmen Beltré, Marina, Nereyda, Virita, y muchas otras madres de familia llenas de hijos e hijas, casadas algunas, amancebadas las más, con 10, 15 y 20 años viviendo con sus maridos. “Vivían buenamente pero no como cristianos”, diría aquel memorable día en que casó por la iglesia varias de las parejas. Desde entonces se unificaron los hogares.
Sin criticar ni despreciar, penetró a las vidas de sus gentes y las cambió. Les enseñó a todas y todos qué era un cristiano, un buen marido, una buena esposa, un buen padre, una buena madre, un buen hijo, una buena hija, en fin se entregó a mejorar la comunidad.
Durante el día fabricaba blocks, derribaba melaza, martillaba, pintaba, medía, trabajaba entusiasmado como un niño con juguete nuevo. En esa danza giraban junto a él, las muchachas y muchachos. En las noches cogía la Biblia, la practicaba (en) la oración y oficiaba la misa con su devota grey.
Es un ejemplo a seguir
El padre Sebastián Cavalotto murió rodeado del cariño de la gente, en una total pobreza que fue su gran riqueza. Manejó cientos de miles de pesos pero a la hora de su muerte no tenía nada y lo poco que poseía lo dejó a la iglesia.
Era Un hombre que no conocía limitación para conseguir lo que se proponía, lo que para otros era imposible para él era alcanzable. Su temple era tal que don Rafael Herrera le llamó en uno de sus famosos editoriales: “El cura del diablo” como una forma de destacar su enorme capacidad de trabajo y de defensa de los más necesitados.
OBRAS DEL PADRE CAVALOTTO
1968
Llegada del padre Sebastián a La Romana.
1969
Llegada de las uruguayas Margarita Gallo y Beatriz Cuenca para iniciar una excelente labor educativa
1970 / 71
Inicio de los trabajos de la Escuela Cristo Rey, dispensario médico.
1972
Apertura del liceo de La Reforma.
1975
Escuela Laboral e iglesia parroquial Cristo Rey.
1976
Escuela San Pedro, en Villa España.
1979
Escuela de Educación Especial de Villa Verde, con dos edificios de 28 aulas, taller de ebanistería, taller de cerámica, cocina y comedor.
1980
Reconstrucción del Leprocomio de Nigua, con fondos del estado, de monseñor Gravelli y del doctor Donald Reid Cabral.
1981
Creación del barrio de Los Maestros.
1982
Casa curial de la parroquia Santa Rosa de Lima, y de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús.
1983
Escuela Roger Gattowald y de una casa para Monseñor Gravelli la cual pasó a ser el Convento de Clausura de las Monjas de la Visitación.
1995
Escuela del barrio San Carlos de la profesora Iluminada Torres.
Etiquetas: Biografía, Cavalotto, Dominicana, La Romana
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