Sin rodeos: P.Francisco Ibiza
Por Antonio Alvarez Desanti
Era marzo de 1964, mis padres me despertaron de madrugada, debía alistarme para ir por primera vez a un centro educativo, iniciaría ese día el kínder. Una vez listo, ambos me llevaron al Colegio Calasanz y ahí me dejaron en una de sus aulas. Esa fue la primera vez que me dejaban sólo en algún lugar fuera de nuestra casa o la de las abuelas.
Ese fue el inicio de una linda y provechosa relación entre el Calasanz y yo que se extendió por doce largos pero fructíferos años. En esa primera lección recuerdo que era tan tímido que cuando se pasó lista e iniciaron con mi nombre (desventaja de tener un apellido que inicia con la letra A) me quedé congelado y no pude ni levantar la mano, ni decir presente. Me gané una injustificada ausencia.
Poco tiempo después de mi ingreso, hoy la memoria me juega una mala pasada y no puedo recordar con certeza si fueron meses o un par de años, fue destacado a la sección de primaria como su Director el sacerdote Francisco Ibiza Jordá, a quien a partir de ese momento conoceríamos como el Padre Ibiza. Al conocerlo no teníamos idea de lo que nos esperaba y mucho menos de la huella imborrable que dejaría en nuestras vidas, ni del gran apoyo que iba a ser en la formación de nuestro carácter, personalidad y valores.
Desde el inicio de sus funciones, el Padre Ibiza se convirtió en una fuerte autoridad para los alumnos, su sola presencia imponía respeto, la sola mención de su nombre nos asustaba pero lo más importante el saber que era el Director de Primaria, de alguna manera que costaba entender por nuestra corta edad, nos daba una seguridad frente al mundo exterior de que estábamos recibiendo una educación y preparación de primera calidad.
Durante los años que estuve en la escuela, viví innumerables experiencias con él, desde regañadas hasta algunas secas felicitaciones “porque el deber no se felicita, cumplirlo es una obligación”.
Recuerdo particularmente una que me marcó para siempre. Sucedió en sexto grado, teníamos un examen de matemáticas y no habíamos estudiado lo suficiente, entonces junto con otro compañero buscamos al Padre Ibiza para cambiar la fecha. Luego de que le dimos las más “sólidas” razones para hacerlo, sin pensarlo dos veces se volvió y nos dijo palabras más palabras menos: “sois unos cobardes las cosas se hacen cuando corresponde y sin excusas”, pues la cosa no terminó ahí, la siguiente oportunidad que se encontró con Papá le dio su queja sobre mi indebido interés por cambiar una fecha de un examen de matemáticas. De forma que tuve dos regañadas la del Padre y la de Papá.
Lecciones como esas marcaron mi formación. Gracias al Colegio Calasanz, sus sacerdotes y profesores, como Francisco Ibiza y por supuesto a mis padres fue que pude forjar mi carácter, valores y personalidad. En el Cala aprendí mucho más allá de las ciencias y las letras, aprendí la solidaridad en las luchas de San José de Calasanz por las educación a todos los niños sin distingo de nivel social, a tener un juicio crítico y a cuestionar las cosas, a no aceptar la realidad tal como es y a tener las agallas para luchar por cambiarla cuando no estamos a gusto con ella. Ellos no tienen culpa de mis errores en la vida, pero debo reconocer que en los aciertos y las cosas buenas ha estado su huella presente.
Hoy encontrándome fuera del país recibo con dolor la noticia de que el Padre Ibiza ha fallecido. No pudo más que conmoverme y traerme a la memoria tantas cosas lindas y difíciles de mi niñez y de mi agradecimiento al Colegio que me formó. ¿Cómo pudo ser mi vida sin el Cala? Me pregunto, y rápido me respondo: por dicha fue con el Cala.
Adiós Padre Ibiza, adiós a su paso por esta etapa terrenal. En un futuro estaremos de nuevo reunidos y sin duda le rendiremos cuentas y usted nos llamará como siempre la atención. Mil gracias Padre por la huella que dejó en nosotros, aunque lo hago a título personal sé que es el sentimiento de muchos de sus discípulos.
http://costaricahoy.info/opinion/foro/sin-rodeos-el-padre-ibiza/102854/#.TgoTLoEP4Ew.facebook
Era marzo de 1964, mis padres me despertaron de madrugada, debía alistarme para ir por primera vez a un centro educativo, iniciaría ese día el kínder. Una vez listo, ambos me llevaron al Colegio Calasanz y ahí me dejaron en una de sus aulas. Esa fue la primera vez que me dejaban sólo en algún lugar fuera de nuestra casa o la de las abuelas.
Ese fue el inicio de una linda y provechosa relación entre el Calasanz y yo que se extendió por doce largos pero fructíferos años. En esa primera lección recuerdo que era tan tímido que cuando se pasó lista e iniciaron con mi nombre (desventaja de tener un apellido que inicia con la letra A) me quedé congelado y no pude ni levantar la mano, ni decir presente. Me gané una injustificada ausencia.
Poco tiempo después de mi ingreso, hoy la memoria me juega una mala pasada y no puedo recordar con certeza si fueron meses o un par de años, fue destacado a la sección de primaria como su Director el sacerdote Francisco Ibiza Jordá, a quien a partir de ese momento conoceríamos como el Padre Ibiza. Al conocerlo no teníamos idea de lo que nos esperaba y mucho menos de la huella imborrable que dejaría en nuestras vidas, ni del gran apoyo que iba a ser en la formación de nuestro carácter, personalidad y valores.
Desde el inicio de sus funciones, el Padre Ibiza se convirtió en una fuerte autoridad para los alumnos, su sola presencia imponía respeto, la sola mención de su nombre nos asustaba pero lo más importante el saber que era el Director de Primaria, de alguna manera que costaba entender por nuestra corta edad, nos daba una seguridad frente al mundo exterior de que estábamos recibiendo una educación y preparación de primera calidad.
Durante los años que estuve en la escuela, viví innumerables experiencias con él, desde regañadas hasta algunas secas felicitaciones “porque el deber no se felicita, cumplirlo es una obligación”.
Recuerdo particularmente una que me marcó para siempre. Sucedió en sexto grado, teníamos un examen de matemáticas y no habíamos estudiado lo suficiente, entonces junto con otro compañero buscamos al Padre Ibiza para cambiar la fecha. Luego de que le dimos las más “sólidas” razones para hacerlo, sin pensarlo dos veces se volvió y nos dijo palabras más palabras menos: “sois unos cobardes las cosas se hacen cuando corresponde y sin excusas”, pues la cosa no terminó ahí, la siguiente oportunidad que se encontró con Papá le dio su queja sobre mi indebido interés por cambiar una fecha de un examen de matemáticas. De forma que tuve dos regañadas la del Padre y la de Papá.
Lecciones como esas marcaron mi formación. Gracias al Colegio Calasanz, sus sacerdotes y profesores, como Francisco Ibiza y por supuesto a mis padres fue que pude forjar mi carácter, valores y personalidad. En el Cala aprendí mucho más allá de las ciencias y las letras, aprendí la solidaridad en las luchas de San José de Calasanz por las educación a todos los niños sin distingo de nivel social, a tener un juicio crítico y a cuestionar las cosas, a no aceptar la realidad tal como es y a tener las agallas para luchar por cambiarla cuando no estamos a gusto con ella. Ellos no tienen culpa de mis errores en la vida, pero debo reconocer que en los aciertos y las cosas buenas ha estado su huella presente.
Hoy encontrándome fuera del país recibo con dolor la noticia de que el Padre Ibiza ha fallecido. No pudo más que conmoverme y traerme a la memoria tantas cosas lindas y difíciles de mi niñez y de mi agradecimiento al Colegio que me formó. ¿Cómo pudo ser mi vida sin el Cala? Me pregunto, y rápido me respondo: por dicha fue con el Cala.
Adiós Padre Ibiza, adiós a su paso por esta etapa terrenal. En un futuro estaremos de nuevo reunidos y sin duda le rendiremos cuentas y usted nos llamará como siempre la atención. Mil gracias Padre por la huella que dejó en nosotros, aunque lo hago a título personal sé que es el sentimiento de muchos de sus discípulos.
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Etiquetas: Biografía, Calasanz, Centro América
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