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Nombre: Alforja Calasanz
Ubicación: Valencia, Malvarrosa, Spain

domingo, julio 22, 2007

DIRIOMO Y ALREDEDORES

La rebelión de 1849

BERNABÉ SOMOZA

En la Nicaragua de la década de 1840 la línea de separación entre bandidos y rebeldes era muy difusa. Lo que un individuo consideraba un acto noble de rebelión, el gobierno podía sumariamente calificarlo como un acto de bandidos. El caso de Bernabé Somoza (1815-1849) es un caso típico como lo es en México el caso de Pancho Villa.

En esta rebelión de 1849, participaron al menos dos de mis parientes: Carlos o Francisco Barillas quien es mi tío tatarabuelo, como militar infiltrado en el movimiento; don Justo Abaunza como auditor de guerra, quien es mi abuelo quinto; y si se comprueba el parentesco que sospecho, Apolinar Marenco, uno de los jefes rebeldes.

Según Burns, el padre de Bernabé era Fernando Somoza, un curandero de Jinotepe dueño de una pequeña finca, y miembro del partido liberal. Los Somoza antagonizaban a los Matus porque don Leandro Matus, el jefe de la familia además de ser curandero, pertenecía al partido conservador.

Después de ser electo alcalde, don Leandro trató de encarcelar a Francisco Somoza porque portaba después de las 6 de la tarde una espada más larga que la permitida, pero su joven hermano Bernabé salió en su defensa e hirió en duelo a Matus quien presentó cargos criminales contra ellos. La entera familia Somoza tuvo que emigrar a El Salvador donde estrecharon sus lazos con el partido liberal y pelearon en varios ejércitos liberales. Después ayudaron a defender León del ataque de salvadoreños y granadinos en la guerra civil y centroamericana de 1844, conocida como guerra de Malespín. A consecuencias de esta guerra, los granadinos se hicieron del poder.

Cansado de huir, Bernabé Somoza decidió entregarse para clarificar su caso y limpiar su nombre. Fue encontrado culpable por el gobierno conservador de José León Sandoval (1845-1847) y condenado a prisión en El Castillo de la Inmaculada. A los conservadores no le gustaba que Bernabé hubiera herido al alcalde conservador Leandro Matus ni que hubiera peleado contra el ejercito conservador en el sitio, que Malespín y los granadinos, hicieron a León.

Al mismo tiempo, pero en sucesos no relacionados con Somoza, José María Valle, alias El Chelón, fue capturado y condenado como bandido a pagar sus actos en la prisión de San Juan del Norte. Somoza y Valle, ambos liberales, planearon su fuga por medio de mensajeros y se comprometieron a luchar hasta derrocar a los conservadores.

Después de la fuga de Bernabé, Ephraim Squier describe a Bernabé como “un hombre alto y garboso con una pluma en el sombrero. De uno de sus hombros colgaba una capa roja española, un par de pistolas sin funda en la cintura, y en su mano tenía la espada desnuda clavada la punta en el banco de un remero. El hombre [Somoza] interrogaba al trémulo patrón, y lo hacía frunciendo el ceño y clavándole sus ojos aquilinos, en un tono de voz que nuestro amigo juraba habría hecho hablar a una piedra.” Se dice también que era guapo, popular con las mujeres, buen guitarrista y valiente.

Los dos prófugos, a la cabeza de las fuerzas armadas que invadieron Nicaragua en julio de 1845, se tomaron El Viejo y Chinandega, y dividieron sus fuerzas en León. Somoza marchó contra Managua y mantuvo la ciudad en sus manos lo suficiente para poder matar en combate a su enemigo Leandro Matus. El Chelón fue derrotado en León y emprendió la retirada a Managua, pero ya Somoza había abandonado la plaza. Unidas de nueva las fuerzas de Somoza y Valle trataran de recapturar Managua sin logralo. Derrotados retornaron a El Salvador.

En marzo de 1846, Somoza reingresó a Nicaragua donde se mantuvo activo como contrabandista y “bandido” según el gobierno hasta que fue llamado en 1849 por los rebeldes de Rivas, situado en aquel entonces en el Departamento Meridional, para servirles de líder.

Gámez dice que el General Trinidad Muñoz alentaba secretamente a la rebeldía en varios pueblos de Nicaragua para luego quedar como el brillante pacificador. Eso mismo hacía con el populacho de Rivas donde se levantaban actas en todos los pueblos para pedirle al mismo Muñoz que removiera al Capitán Martínez de la comandancia. El prefecto don Manuel Selva quien era calandrada—liberal diríamos hoy—trataba de mediar y logró que las partes se reconciliaran el domingo 3 de junio de 1849.

La gente paseaba en las calles en grupos. Un centinela del cuartel mandó a uno de esos grupos que se contuviera, y como no le hicieron caso, disparó su arma matando a un vecino de Buenos Aires llamado Ponciano Mora. El Comandante timbuco—conservador diríamos hoy—ordenó el repliegue al cuartel y los caudillos calandradas se pusieron al frente de los suyos. Los disturbios continuaron hasta que culminaron el 15 de junio con la toma de la plaza de Rivas por los revolucionarios y la muerte del Capitán Martínez. Las familias acomodadas huyeron hacia Costa Rica y otros a sus haciendas. Es en este momento que los rebeldes solicitaron a Bernabé Somoza para que se pusiera al frente del movimiento, jefatura que Bernabé aceptó.

En este mismo tiempo hubo otros alzamientos en Nandaime y Granada, todo incitados por Muñoz, según Gámez, para hacer progresar su carrera política. Pero los alzamientos en estas ciudades fueron descubiertos y sus jefes se replegaron a Rivas.

La situación del país era, desde 1845, inestable por los ataques de El Chelón, el mismo Bernabé Somoza y, en el noroeste del país, Siete Pañuelos que operada desde Choluteca. Estos actos de violencia hicieron que el país mitigara sus diferencias políticas y, en vez de timbucos y calandradas, la gente se identificaba como mechados y desnudos, siendo los mechados los ricos, y desnudos los pobres descamisados. Consecuentemente, Fruto Chamorro y el General Muñoz, conservadores y liberales unieron sus fueras contra los rebeldes de Rivas. En los medio de prensa se hablaba de la confrontación entre “civilización y barbarie” repitiendo el tema de Facundo, la obra de Domingo Faustino Sarmiento.

El director del estado era entonces Roberto Ramírez (1849-1851) a quien se dirigieron los granadinos para que acabara con la rebelión porque Muñoz prefería disimular los acontecimientos. Al final el ejército del gobierno atacó Rivas al mando del General Muñoz y teniendo como segundo al mando a al Coronel Fruto Chamorro. Al final de la batalla del 14 de julio por la ciudad de Rivas, de resultados indecisos, Bernabé Somoza resolvió entregarse a Fruto Chamorro.

“Después de aquellas palabras Somoza arrojó su lanza a los pies de Chamorro y se declaró prisionero, precisamente cuando regresaban en auxilio de su jefe los fugitivos del Estado Mayor de Chamorro. Este ordenó la captura del jefe revolucionario, le hizo poner grillos poco después, y lo mandó custodiado, en la misma noche a Rivas, en donde fue sometido a un consejo de guerra militar en unión de sus compañeros de armas Juan Lugo, Camilo Mayorga, Apolinar Marenco (a) Veintiuno Marenco y Esteban Bendaña (a) Pollo, siendo presidente de aquel consejo el propio General Muñoz, entonces convertido en fiscal implacable de sus antiguos aliados.

“Fue defensor de los reos, nombrado por estos, el Coronel Chamorro, a quien Somoza entregó las cartas que conservaba de Muñoz en que lo invitó a ponerse al frente de la revolución de Rivas, para que las presentase oportunamente al tribunal de guerra; pero Muñoz como presidente de éste negó el permiso para su presentación; y Chamorro que ya estaba aliado con él y no tenía interés en el asunto, las conservó para sí y nadie más hizo mención de ellas sino hasta en el año de 1854 en que los papeles oficiales del gobierno legitimista de Granada, que inspiraba Chamorro, enrostraron a Muñoz su pérfida conducta en Rivas, de haber hecho asesinar a los mismos que había lanzado a la revolución en 1849.

“El consejo de guerra condenó a todos los reos que estaba juzgando, a la última pena, no obstante los esfuerzos que como defensor hizo el Coronel Chamorro, de Juan Lugo y Apolinar Marenco, granadinos por quienes se interesó en la medida de sus fuerzas. En cuanto a Somoza nadie se interesó verdaderamente por él y su mismo defensor, si fue Chamorro, pareció satisfecho de la condena.

“Somoza fue fusilado enseguida en la plaza de Rivas. Antes de ser llevado al patíbulo y cuando se comenzaba su juzgamiento refirió al Auditor don Justo Abaunza historia sucinta de sus crímenes, que calificaba de gustos que se había dado. De aquella relación, resultaba que con su propia mano, lejos del campo de batalla, había dado muerte a 54 personas indefensas y pacificas, inclusive mujeres y niños. "No hay gusto que no me haya dado en el mundo, añadía Somoza, y ahora que no tengo más que desear, me importa poco la muerte".

“El cadáver de aquel desgraciado fue colgado de un poste elevado, en una de las principales calles de la ciudad, la que la limitaba por el norte, y allí permaneció bárbaramente expuesto por tres días, a estilo medieval, hasta que la fetidez vino en su auxilio y le proporcionó una humilde sepultura.

Juan Lugo, Camilo Mayorga, Apolinar Marenco y Esteban Bendaña, fueron fusilados después de Somoza, en la misma plaza de Rivas y con día de intermedio para hacer más dilatado el holocausto sangriento. Francisco Barillas fue fusilado en Granada, según Gámez.

CARLOS BARILLAS

Francisco Ortega Arancibia también dice que el nombre del fusilado era Francisco Barillas "De los otros prisioneros, el ilustrado y rico joven Juan Lugo, Esteban Bendaña, Apolinar Marenco, Francisco Barillas, Mateólo Cantón y Camilo Mayorga fueron fusilados; menos el Licenciado Benito Rosales, porque el General Muñoz lo cubrió con el manto senatorial. Era Senador y gozaba de la inmunidad de no poder ser juzgado sin que el congreso o declarase con lugar a formación de causa."

Según José Dolores Gámez el ajusticiado se llamaba Francisco Barillas y fue fusilado en Granada. "De regreso, a su paso por Granada, Muñoz hizo fusilar en la plazuela de San Sebastián, a Francisco Barillas, honrado padre de familiar por suponerlo cómplice de Somoza. De manera, decía una carta privada de un granadino de aquel tiempo, que tenemos a la vista, que los leoneses levantaron una facción y después mandaron fusilar a los facciosos porque no habían cumplido la instrucción de destruir a Granada, poniendo para recuerdo una ceiba en la plaza como señal de que allí había existido, según el decir leonés".

Tales palabras que revelan el sentimiento público de la mayor parte de los granadinos de entonces, ponen de manifiesto que en las luchas cruentas que venimos refiriendo, no había en el fondo más que el odio lugareño de los unos contra los otros y que para azuzarlo se inventaban consejas cómo la de la ceiba en Granada, y alguna otra parecida en León con el mismo objeto; pero en cuentas eran creídas por el pueblo sencillo, cuyas iras despertaban así para mejor llevarlo al matadero."

Antes del incendio de Granada en 1856, narra don Alejandro Barberena Pérez, "había una plaza que le decían de San Sebastián, porque donde estuvo hace algún tiempo la Sanidad, en el fondo había una iglesia pequeña en honor a este mismo santo. Se cuenta que daba más el aspecto de una capilla, con su atrio y graderías. Tan metido estaba el templo que donde hoy vive don José Dolores Saballos era la esquina de la plaza." La Sanidad estaba en la esquina opuesta a la esquina noreste del Colegio María Auxiliadora, intersección de las calles Corral y Guzmán.

Se desconoce el paradero de la familia de Carlos o Francisco Barillas. De su hermano Benjamín Barrillas, de origen peruano, descienden los actuales Barillas de Granada. Don Benjamín se casó con Rosa Delfina Lacayo Bermúdez (1839-1900) quien enviudó en 1866 y luego se casó en 1871 en segundas nupcias con Roberto Lacayo Sacasa quien fuera el alcalde segundo de Granada; el mismo que en 1878 quebró la vara en la cabeza al alcalde de vara de la indígena Xalteva durante la ceremonia de mutuo reconocimiento entre los alcaldes de Granada y Xalteva que se realizaba anualmente sobre la Calle del Consulado a la altura del Palenque. Hubo mucho escándalo y se terminó la tradición.

APOLINAR MARENCO

Hay dos versiones contradictorias de Apolinar Marenco: la versión de don Pedro Joaquín Chamorro Zelaya y la de los demás historiadores que ya mencionamos antes. Dice don Pedro Joaquí refiriéndose a al ajusticiamiento de Bernabé Somoza que “Hubo otros procesos y otras ejecuciones. Juan Lugo, Apolinar Marenco, alias Veintiuno Marenco, llamado así porque en una de las manos tenía un dedo más, y Carlos Barillas, fueron pasados por las armas. Pero a Marenco lo ajusticiaron por haberlo pescado cuando huía con las alforjas repletas de vasos sagrados y otras joyas.

Apolinar sería de Diriomo, Depto. de Granada según Dole al referirse al fusilamiento de Bernabé Somoza: “En 1849 la rebelión nacional fue aplastada, y Somoza, con los otros líderes del movimiento fue aplastado. Uno de ellos, Apolinar Marenco era de Diriomo. La oligarquía había ganado ya la batalla sobre la tierra, pero la lucha no había llegado a su fin, ni estaba cerca.”

¿Debemos concluir que Apolinar era un líder popular de Diriomo, o un intelectual granadino de gran crédito en el foro aunque sin título académico, o que fue ajusticiado por ladrón, pescado con las manos en la masa cuando huía con las alforjas repletas de vasos sagrados y otras joyas? Hay algo que no cuadra en este retrato.

Tampoco sabemos cual fue la intención de quien creó la manera de cantar el número 21 en la lotería de aquella época: “Marenco en pelo y su familia en coche.” Con esté estribillo, quiénes jugaban la lotería sabían que había sido sacado de la bolsa el número 21. Ciertamente parece suponer que Apolinar y los Marencos ricos de Granada estaban emparentados cuando aludía al contraste entre una rica familia granadina y un Apolinar montado en un caballo sin aperos.

JUAN LUGO

“En el proceso de Lugo fue llamado a declarar Fulgencio Vega, mas se negó a deponer, porque Lugo era su enemigo. Habiéndosele preguntado en qué consistía esa Enemistad, explicó, que el año anterior, cuando la anarquía reinaba en Granada, él se refugió con su familia en la casa de los Padres Lugos, en busca de garantías; en el zaguán, reconoció Juan Lugo a la hija de Vega, menor entonces de pocos años, v todo fue verla para echarle encima el caballo que montaba; pero ella y su madre se salvaron, huyendo al interior. Más tarde, el propio Juan Lugo manifestó que había conocido bien que era la refugiada doña Mercedes de Vega y que al verla en su casa, se le había sobrexcitado la sangre y por eso le lanzó el caballo.

“Estos padres Lugo eran los hermanos Saturnino, Juan de la Mata y Pedro Lugo Sandoval quienes vivían en la casa que es hoy de los herederos de Lorenzo Guerrero situada justo al norte del Teatro Karawala en la Calle Atravesada de Granada. Como Juan Lugo vivía en la casa de los padres Lugo era pariente también de los Cuadra. Los tres hermanos Lugo Sandoval eran sacerdotes diocesanos. Se sabe que Juan de la Mata tuvo hijos con dos mujeres, una de ella Hermenegildo Vivas de Masaya de quien descienden los Benard Vivas, los Benard Guzmán, Vivas Lacayo y otras familias granaditas. Tanto los Lugo, como los Sandoval, Cuadra, Vivas y Benard eran de ascendencia mulata.

FUENTES Y LECTURAS ADICIONALES

Burns, E. Bradford, Patriarch and Folk: The Emergence of Nicaragua 1798-1858, Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1991
Squier, Ephraim G., Nicaragua, sus Gentes y Paisajes. Traducción de Luciano Cuadra, San José, Costa Rica: Editorial Universitaria Centroamericana, 1970
Gámez, José Dolores, Historia de Nicaragua, Managua: Colección Cultural—Banco Nicaragüense, 1993
Ortega Arancibia, Francisco, Cuarenta Años de Historia de Nicaragua (1838-1878), Managua: Colección Cultural—Banco Nicaragüense, 1993
Chamorro Zelaya, Pedro Joaquín, Fruto Chamorro, Managua: Editorial Unión, 1960
Dole, Elizabeth, Privatización de la tierra y diferenciación del campesinado en Diriomo, 1850-1920, Revista de Historia No. 5-6, Managua: Instituto de Historia, 1995