Tres rostros
Manolo Nebot, Escolapio
29 de febrero de 2008
Continuamente agradecido por la acogida a estos envíos en su buzón de correo. Y, también, con actitud siempre agradecida ante Nuestro Señor por todo el bien que nos permite hacer por medio de las humildes tareas de cada día, paso a presentarles el envío de hoy.
Los días de esta quincena han ido poco a poco delineando tres rostros que por orden lógico de presentación son Fidel Castro, Mnsr. Oscar Romero y Sta. Paula Montal.
Cambiando lo que haya que cambiar son rostros al modo de Cristo, rostro del Padre. Rostro que hace visible al invisible, al inefable, a la luz resplandeciente de oscuridad. De la misma manera esos rostros hacen visible lo invisible, lo indecible, el sufrimiento de los pueblos. Rostros que no están delineados por cámara fotográfica sino por los anhelos insatisfechos de los pueblos. Más que rostros de individuos son expresiones del alma de los pueblos. Son mitos. No considerarlos así es perderse en bosque de anécdotas del cual es difícil salir.
Primero, Fidel Castro. Así sin Dn., sin título. Quizá solo como el compañero Fidel. Indudablemente Fidel Castro en esta quincena ha estado en el candelero de las 10 mejores noticias. Como estuvo hará poco más de un año por su enfermedad. Como ha estado casi siempre. Desde luego siempre ha tenido un lugar de primer orden en el ranking noticiero. Alabado, condenado; sí, pero …; no, pero …
Pero siempre presente dando rostro a un proceso histórico, a una de sus etapas, a un momento. Rostro que hace visible lo que normalmente esta invisibilizado por capas y más capas de abstracción, justificaciones, racionalizaciones.
Este proceso es el que recorre como columna vertebral la historia de Latinoamérica, que va, como tal, vertebrando lo que en primera instancia parece una Latinoamérica invertebrada. ¡Disculpas, Ortega y Gasset!.
Este proceso arranca en el mismo instante en que empezaron a sonar en estas Indias Occidentales, o América, o Latinoamérica, o Hispanoamérica, o Iberoamérica, los atabales de conquista. Es el proceso de rebeldía de los pueblos contra el conquistador que les arrebato todo, hasta su propio nombre.
Este proceso está inmerso en la misma naturaleza humana como ansia del ser en ser a plenitud y para el creyente nace de la misma voluntad de Dios que en su realidad eterna comparte el sufrimiento de los pueblos en esclavitud. Que sufre y libera. Digamos, pues, un sufrimiento militante.
Este proceso ha estado siempre presente desde que el conquistador puso el pie en estos pueblos que teniendo su nombre propio les fue arrebatado. Los primeros, por ejemplo, Guanahaní bautizada como San Salvador; Quisqueya, renombrada La Española. Basten para no cansar, pero señalando que son innumerables los nombres propios perdidos de estas naciones. Desde este primer momento el proceso de recobrar la identidad ha estado presente. Brotando aquí y allá; agotándose aquí y allá; rebrotando aquí y allá.
Este proceso ha ido sembrando continuamente nuevos rostros aquí y allá; ha ido personalizándose de esta forma, de aquella otra. Por ejemplo. De entre los antiguos, Chuauhtémoc del pueblo azteca del que hay AQUÍ una referencia gracias a ¨Navegar Juntos¨. Adiac del pueblo Xuchiatl (Sutiava). Pablo Pebrere del pueblo Bri – Bri.
Este proceso rebrotó, pues no salió de la nada, en la segunda mitad del siglo XX, en Centroamérica y el Caribe del que es resultado la situación actual de la región. Como rostro que ayuda a visualizarlo está, entre otros muchos, Fidel Castro y como fecha, el 1 de Enero de 1959. Este continente anónimo y sus pueblos sin nombre ya no son lo mismo a partir de éste rostro, de esta fecha.
En este momento las preguntas serían. ¿Se ha agotado este proceso en Cuba?, ¿o, quizá, nunca hubo tal proceso?. Si hubo y está agotado ¿dónde está rebrotando?. ¿Dónde están surgiendo los nuevos rostros, los nuevos mitos?.
Segundo rostro. Mnsr. Oscar Romero.
La prensa ha difundido la noticia que el ¨Vaticano frena el proceso de beatificación de Mnsr. Oscar Romero¨. Noticia vertida en un formato de categoría mediana. Página interior. Un recuadro mediano al final de la página. Destaca el título; letras de las más grandes para ese formato categoría media.
Aunque Mons. Romero tenía el aprecio de su pueblo, éste no era compartido por la curia vaticana ni por la mayoría de los obispos del Salvador; pero no parece que el documento sobre el proceso diocesano para la beatificación de un cristiano refleje esta poca estima que en un tiempo - ¿aún en éste? - se le tuvo.
Por lo que se lee en la nota de prensa se trata un conjunto de normas de prudencia para ayudar al que tiene la misión de discernir los espíritus y fortalecer en la fe; en este caso, del Papa. Es impensable que expresamente esté elaborado contra el proceso de beatificación de Mons. Romero. Ni, tampoco del de Juan Pablo II como ciertas palabras perdidas por aquí y por allá podrían sugerir. De ambos tienen amplios sectores del pueblo la firme convicción de su santidad.
No obstante la noticia está dada, aunque sí una íngrima vez y en forma vergonzante; como que sí, pero que no se note. Aderezada también con cierta pimienta, declaraciones del cardenal encargado de presentar el documento como que hay que examinar, hay que matizar la muerte, que si política, que si fe. Además, Jesuitas en pie de guerra.
Más que una noticia sobre el proceso de beatificación de Mnsr. Romero, es una noticia en el marco del proceso que ha delineado el rostro de Fidel Castro. Este proceso que como línea directriz está uniendo a los sin nombre en este continente anónimo genera su contraproceso. En la conquista, el conquistador; en la segunda mitad siglo pasado, la Seguridad Nacional. De esta dialéctica proceso – contraproceso, revolución – contrarrevolución, tesís – antítesis, victimas – victimarios, no está al margen la Iglesia porque por su propia realidad no puede estarlo, ella es pueblo, su pueblo, y todo lo que él vive, lo vive la Iglesia. Así en ella hay victimas y victimarios.
Desde la época de la conquista los cristianos han tenido que escoger, decidir estar entre los unos o los otros. Unos escogieron la parte de las víctimas, otros escogieron ser victimarios. Un cristiano, Mnsr. Valdivieso, obispo de Nicaragua, por ejemplo, optó por las victimas, los pueblos indígenas, y fue convertido en una de ellas. Otro cristiano, piadoso si cabe, Pedrarias, gobernador de la misma Nicaragua fue su victimario; de él y de centenares de indígenas, muertos y esclavizados.
En estos tiempos, Mnsr. Romero escogió ser obispo de su pueblo victima. Otros cristianos, lo asesinaron. Sea lo que se piense de los dos obispos, Valdivieso y Romero, el haber escogido ser víctima en lugar de victimario es su gloria, ante la cual es irrelevante si están o no en la lista oficial de los santos; las disquisiciones de si sí o no política, de si sí o no fe.
Tercer rostro. Snta. Paula Montal.
Este proceso es la misma realidad pues todo ser esta llamado a realizar su plenitud. El proceso es uno y diverso según los distintos niveles y aspectos de ella en los que nos situemos.
La mujer, en cuanto tal, en situación de subordinación, de minusvalía personal y social, limitada a realizar una única de sus posibilidades. Tensionada por todas sus otras posibilidades insatisfechas, exige en silencio primero, a gritos después, un cambio social, de mente, en las que pudiera realizar todas sus posibilidades. Y exigió, en un primer momento en forma inconsciente, que la educción para todos fuera realmente así, también para ella. Madre Paula dio rostro, consciencia, a este anhelo y abrió el carisma de Calasanz a la mujer.
29 de febrero de 2008
Continuamente agradecido por la acogida a estos envíos en su buzón de correo. Y, también, con actitud siempre agradecida ante Nuestro Señor por todo el bien que nos permite hacer por medio de las humildes tareas de cada día, paso a presentarles el envío de hoy.
Los días de esta quincena han ido poco a poco delineando tres rostros que por orden lógico de presentación son Fidel Castro, Mnsr. Oscar Romero y Sta. Paula Montal.
Cambiando lo que haya que cambiar son rostros al modo de Cristo, rostro del Padre. Rostro que hace visible al invisible, al inefable, a la luz resplandeciente de oscuridad. De la misma manera esos rostros hacen visible lo invisible, lo indecible, el sufrimiento de los pueblos. Rostros que no están delineados por cámara fotográfica sino por los anhelos insatisfechos de los pueblos. Más que rostros de individuos son expresiones del alma de los pueblos. Son mitos. No considerarlos así es perderse en bosque de anécdotas del cual es difícil salir.
Primero, Fidel Castro. Así sin Dn., sin título. Quizá solo como el compañero Fidel. Indudablemente Fidel Castro en esta quincena ha estado en el candelero de las 10 mejores noticias. Como estuvo hará poco más de un año por su enfermedad. Como ha estado casi siempre. Desde luego siempre ha tenido un lugar de primer orden en el ranking noticiero. Alabado, condenado; sí, pero …; no, pero …
Pero siempre presente dando rostro a un proceso histórico, a una de sus etapas, a un momento. Rostro que hace visible lo que normalmente esta invisibilizado por capas y más capas de abstracción, justificaciones, racionalizaciones.
Este proceso es el que recorre como columna vertebral la historia de Latinoamérica, que va, como tal, vertebrando lo que en primera instancia parece una Latinoamérica invertebrada. ¡Disculpas, Ortega y Gasset!.
Este proceso arranca en el mismo instante en que empezaron a sonar en estas Indias Occidentales, o América, o Latinoamérica, o Hispanoamérica, o Iberoamérica, los atabales de conquista. Es el proceso de rebeldía de los pueblos contra el conquistador que les arrebato todo, hasta su propio nombre.
Este proceso está inmerso en la misma naturaleza humana como ansia del ser en ser a plenitud y para el creyente nace de la misma voluntad de Dios que en su realidad eterna comparte el sufrimiento de los pueblos en esclavitud. Que sufre y libera. Digamos, pues, un sufrimiento militante.
Este proceso ha estado siempre presente desde que el conquistador puso el pie en estos pueblos que teniendo su nombre propio les fue arrebatado. Los primeros, por ejemplo, Guanahaní bautizada como San Salvador; Quisqueya, renombrada La Española. Basten para no cansar, pero señalando que son innumerables los nombres propios perdidos de estas naciones. Desde este primer momento el proceso de recobrar la identidad ha estado presente. Brotando aquí y allá; agotándose aquí y allá; rebrotando aquí y allá.
Este proceso ha ido sembrando continuamente nuevos rostros aquí y allá; ha ido personalizándose de esta forma, de aquella otra. Por ejemplo. De entre los antiguos, Chuauhtémoc del pueblo azteca del que hay AQUÍ una referencia gracias a ¨Navegar Juntos¨. Adiac del pueblo Xuchiatl (Sutiava). Pablo Pebrere del pueblo Bri – Bri.
Este proceso rebrotó, pues no salió de la nada, en la segunda mitad del siglo XX, en Centroamérica y el Caribe del que es resultado la situación actual de la región. Como rostro que ayuda a visualizarlo está, entre otros muchos, Fidel Castro y como fecha, el 1 de Enero de 1959. Este continente anónimo y sus pueblos sin nombre ya no son lo mismo a partir de éste rostro, de esta fecha.
En este momento las preguntas serían. ¿Se ha agotado este proceso en Cuba?, ¿o, quizá, nunca hubo tal proceso?. Si hubo y está agotado ¿dónde está rebrotando?. ¿Dónde están surgiendo los nuevos rostros, los nuevos mitos?.
Segundo rostro. Mnsr. Oscar Romero.
La prensa ha difundido la noticia que el ¨Vaticano frena el proceso de beatificación de Mnsr. Oscar Romero¨. Noticia vertida en un formato de categoría mediana. Página interior. Un recuadro mediano al final de la página. Destaca el título; letras de las más grandes para ese formato categoría media.
Aunque Mons. Romero tenía el aprecio de su pueblo, éste no era compartido por la curia vaticana ni por la mayoría de los obispos del Salvador; pero no parece que el documento sobre el proceso diocesano para la beatificación de un cristiano refleje esta poca estima que en un tiempo - ¿aún en éste? - se le tuvo.
Por lo que se lee en la nota de prensa se trata un conjunto de normas de prudencia para ayudar al que tiene la misión de discernir los espíritus y fortalecer en la fe; en este caso, del Papa. Es impensable que expresamente esté elaborado contra el proceso de beatificación de Mons. Romero. Ni, tampoco del de Juan Pablo II como ciertas palabras perdidas por aquí y por allá podrían sugerir. De ambos tienen amplios sectores del pueblo la firme convicción de su santidad.
No obstante la noticia está dada, aunque sí una íngrima vez y en forma vergonzante; como que sí, pero que no se note. Aderezada también con cierta pimienta, declaraciones del cardenal encargado de presentar el documento como que hay que examinar, hay que matizar la muerte, que si política, que si fe. Además, Jesuitas en pie de guerra.
Más que una noticia sobre el proceso de beatificación de Mnsr. Romero, es una noticia en el marco del proceso que ha delineado el rostro de Fidel Castro. Este proceso que como línea directriz está uniendo a los sin nombre en este continente anónimo genera su contraproceso. En la conquista, el conquistador; en la segunda mitad siglo pasado, la Seguridad Nacional. De esta dialéctica proceso – contraproceso, revolución – contrarrevolución, tesís – antítesis, victimas – victimarios, no está al margen la Iglesia porque por su propia realidad no puede estarlo, ella es pueblo, su pueblo, y todo lo que él vive, lo vive la Iglesia. Así en ella hay victimas y victimarios.
Desde la época de la conquista los cristianos han tenido que escoger, decidir estar entre los unos o los otros. Unos escogieron la parte de las víctimas, otros escogieron ser victimarios. Un cristiano, Mnsr. Valdivieso, obispo de Nicaragua, por ejemplo, optó por las victimas, los pueblos indígenas, y fue convertido en una de ellas. Otro cristiano, piadoso si cabe, Pedrarias, gobernador de la misma Nicaragua fue su victimario; de él y de centenares de indígenas, muertos y esclavizados.
En estos tiempos, Mnsr. Romero escogió ser obispo de su pueblo victima. Otros cristianos, lo asesinaron. Sea lo que se piense de los dos obispos, Valdivieso y Romero, el haber escogido ser víctima en lugar de victimario es su gloria, ante la cual es irrelevante si están o no en la lista oficial de los santos; las disquisiciones de si sí o no política, de si sí o no fe.
Tercer rostro. Snta. Paula Montal.
Este proceso es la misma realidad pues todo ser esta llamado a realizar su plenitud. El proceso es uno y diverso según los distintos niveles y aspectos de ella en los que nos situemos.
La mujer, en cuanto tal, en situación de subordinación, de minusvalía personal y social, limitada a realizar una única de sus posibilidades. Tensionada por todas sus otras posibilidades insatisfechas, exige en silencio primero, a gritos después, un cambio social, de mente, en las que pudiera realizar todas sus posibilidades. Y exigió, en un primer momento en forma inconsciente, que la educción para todos fuera realmente así, también para ella. Madre Paula dio rostro, consciencia, a este anhelo y abrió el carisma de Calasanz a la mujer.
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