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Nombre: Alforja Calasanz
Ubicación: Valencia, Malvarrosa, Spain

sábado, noviembre 04, 2006

EMPRESA CON RESPONSABILIDAD SOCIAL

La empresa ha venido consolidando durante los últimos años su posición como elemento principal de generación de progreso y desarrollo, por lo que es necesario que en este siglo que ahora comienza desempeñe un papel de mayor responsabilidad social.

Con los avances experimentados por el liberalismo económico y la globalización durante los últimos años, la empresa parece ganar peso frente a gobiernos y otras instituciones mientras se consolida su consideración como principal motor de creación de riqueza, progreso y desarrollo. La empresa inicia pues el siglo XXI con un mayor poder del que ha ejercido nunca anteriormente.

En este contexto se entiende desde un creciente número de actores sociales que este mayor poder conlleva también mayores cuotas de responsabilidad. Por ello, paralelamente al crecimiento de su fuerza, se demanda a la empresa del siglo XXI una mayor implicación social en su condición de “ciudadana”. En el siglo que comienza no basta con que la empresa cree valor sólo para sus accionistas, deberá hacerlo también para el conjunto de la sociedad en la que actúa, con iniciativas que vayan más allá del que hasta el momento ha sido su estricto ámbito de actuación. Es la llamada responsabilidad social corporativa.

Dos posiciones básicas se recogen frente a esta demanda. La primera cree que los problemas sociales del mundo pertenecen únicamente al ámbito de responsabilidad de los gobiernos y que, tal como afirma François Perigot, presidente de la Organización Internacional de Empresarios, “no se debe demandar a las empresas más obligaciones y responsabilidades de las que asumen los propios gobiernos”. La segunda considera que las empresas van más deprisa que los gobiernos a la hora de modelar el mundo en el que vivimos y que, por lo tanto, en palabras de George Kell, director ejecutivo de Global Compact, “las empresas deben ser parte activa de la solución de los problemas que aquejan al planeta”.

Pero, ¿existe una verdadera voluntad por desempeñar este nuevo papel? Muchos de los representantes del mundo empresarial repiten que sí, que detectan en los altos ejecutivos y en los consejos de dirección una voluntad de cambio. Otros, los más escépticos, recordando actuaciones presentes y pasadas, insisten, como Ignasi Carreras, director general de Intermón-Oxfam, en que “el cambio en las empresas no será efectivo de no existir una auténtica presión social”.

Pero, entre las posiciones de unos y de otros, el concepto más repetido y con más posibilidades de convertirse en verdadero motor de esa transformación necesaria es el del pragmático “altruismo egoísta”.

Esta idea entiende que, dando por hecho que entre estándares éticos e incrementos de beneficio los segundos tienen las de ganar en las empresas por su propia razón de ser, será pues necesario hacer que los negocios se beneficien financieramente de su conciencia social o, al menos, les perjudique económicamente la carencia de ésta.

El contexto de la actual globalización económica y comercial, cada vez más contestada socialmente, supone un primer y nuevo territorio en el que poner en práctica desde el mundo de la empresa este altruismo egoísta. Mientras se entiende que la empresa del siglo XXI debe casi por obligación ser una empresa global, y son muchos los que consideran que en la globalización está la solución a la pobreza en los países en vías de desarrollo, también existe un consenso casi general sobre el hecho de que la apertura de fronteras al comercio exterior no soluciona por sí sola la falta de desarrollo. La globalización es positiva, se considera desde el mundo de la empresa, pero la responsabilidad social corporativa demanda otro tipo de globalización diferente del llevado a término hasta el momento.

Se trata, por ejemplo, de entender como una fuente de oportunidades de negocio la llamada base de la pirámide, los 4.000 millones de habitantes de la Tierra que viven en la pobreza con ingresos inferiores a los cuatro dólares diarios. Sólo así, se considera, pueden esos miles de millones de personas excluidas de unos mercados tradicionalmente diseñados para mayores poderes adquisitivos, acceder al desarrollo social y económico que puede suponer su acceso a bienes y servicios básicos.

Se trata, sin embargo, de una oportunidad de negocio a la que cabe acercarse con propuestas que para que sean rentables han de ser también originales e imaginativas. Porque para aprovechar este potencial la empresa debe saber que es necesario otro paradigma de negocio diferente al habitual, tal como demuestran numerosos ejemplos de éxito, como las artesanías de BiBi Productions o la red de telefonía móvil formada por 100.000 autoempleados en Bangladesh gracias a Grameen Phone. Se trata de un paradigma en el que es necesario contar con la colaboración de actores diferentes a los habituales y en el que el máximo beneficio no tiene por qué ser necesariamente el principal objetivo empresarial. Es en este nuevo paradigma en el que parece moverse con mayor facilidad la reivindicada figura del emprendedor social, un nuevo tipo de empresario que incluye la responsabilidad social en su estrategia de negocio.

Pero, más allá de la convergencia entre progreso y negocio en la base de la pirámide y en los países en vías de desarrollo, el debate sobre el papel de la empresa en el siglo XXI se centra también en el problema de cómo aplicar ese altruismo egoísta en el llamado primer mundo, donde realmente se produce el 90% de la actividad empresarial y se encuentran los órganos de decisión que podrían ser el motor de una verdadera transformación.

Es en este debate donde algunas voces hablan de autorregulación al mismo tiempo que otras demandan un incremento de leyes y de elementos de control por parte de los gobiernos, mientras la mayoría vuelve a coincidir en la necesidad de hacer converger responsabilidad y oportunidad, atendiendo a la complejidad y competitividad de un entorno cultural en el que durante décadas el máximo beneficio ha sido la razón de ser de las empresas. En este contexto, en el que se constata el enorme valor económico de la marca o reputación, se dibuja como empresa socialmente responsable aquella que encuentra un nuevo modelo de integración social añadiendo la necesidad de contar también con un capital social y medioambiental a su tradicional obligación de generar capital financiero.

Como afirma Miguel Martí, vicepresidente de comunicación del Grupo Nueva de Costa Rica, “no puede existir una empresa exitosa en una sociedad fracasada”. Con esta premisa la empresa del siglo XXI entiende la responsabilidad social como imprescindible para su supervivencia a largo plazo, ya que ve sometida su actuación al escrutinio no sólo de sus accionistas sino también de otros elementos o stakeholders tales como los empleados, gobiernos locales, regionales o nacionales, los medios de comunicación, ONG… y, sobre todo, los propios consumidores. Pero para que estos stakeholders ganen verdaderamente el peso que frente a las empresas han ido perdiendo los gobiernos, es necesario superar el problema de la falta de información. En este sentido, las nuevas tecnologías y la constitución de una sociedad en red en la que participan más voces que nunca anteriormente, facilitan y potencian nuevas formas de control social sobre la responsabilidad de las empresas.

En este entorno, la transparencia y la accountability, el rendir cuentas de toda actuación empresarial, se hace por tanto elemento imprescindible de buen gobierno empresarial. Y con ello la necesidad, reiteradamente demandada, de una metodología universalmente adoptada para valorar empresas desde la óptica de su responsabilidad social. Una demanda nada baladí cuando, por ejemplo, en la idea de unir beneficio económico a la responsabilidad, surgen fondos de inversión e índices de referencia bursátil especializados en compañías consideradas éticas o socialmente responsables que invierten recursos para poder pertenecer a estos fondos.

Finalmente, más allá de las nuevas o viejas formas de control, se apela también al componente ético del nuevo empresario, del emprendedor, el directivo o el consejo de dirección del siglo que ahora comienza. Un componente ético que cabe potenciar desde las propias escuelas de negocio, y que ha de contagiar una nueva manera de actuar con la promoción de las numerosas historias de éxito que demuestran que es posible obtener beneficios aplicando modelos de negocio sostenibles. Un líder ético que, como definió Edward Freeman, director del Olsson Center for Applied Ethics, “es aquel que cuando llega a casa puede explicar a sus hijos lo que ha hecho ese día en el trabajo”.

La empresa es motor principal de desarrollo económico y de progreso, pero necesita ejercer su poder de forma ética, sin priorizar el beneficio económico sobre aspectos reprobables desde un punto de vista social o medioambiental.

La idea de responsabilidad social corporativa entiende que el incremento de poder de las empresas conlleva un incremento de la responsabilidad sobre su actuación en la sociedad y el medio ambiente. La empresa socialmente responsable no debe rendir cuentas única y exclusivamente a sus accionistas, sino que debe, además, tomar decisiones teniendo en consideración otros actores sociales o stakeholders: empleados, gobiernos, consumidores, organizaciones sociales, etc.

La responsabilidad social corporativa demanda un nuevo modelo de integración social de las empresas, un modelo que entiende que no es posible la existencia de empresas exitosas en sociedades fracasadas. La empresa socialmente responsable sabe que debe cuidar su mercado y que tan importante para su supervivencia a largo plazo es la generación de capital económico como la creación de valor social y medioambiental, ya que su marca o prestigio supone su principal activo y la pérdida de éste crearía consumidores que no quieren consumir sus productos, trabajadores que no desean trabajar en sus instalaciones e inversores que no desean invertir en sus acciones.


Hacia una empresa social y medioambientalmente responsable

Problemática:

Las 50 mayores corporaciones internacionales gestionan una cantidad de recursos económicos superiores a los gestionados por muchos de los gobiernos de los países del planeta. Los avances del liberalismo económico y de la globalización del comercio durante los últimos años han incrementado el poder detentado por las empresas frente al de los gobiernos, incrementándose de esta forma la prioridad de intereses privados sobre intereses públicos.

Propuesta:
Es necesario que la responsabilidad social corporativa sea rentable o que al menos su carencia resulte económicamente negativa para que ésta sea realmente puesta en práctica. Es necesario que la empresa encuentre la oportunidad en la responsabilidad. - Unir financiación y responsabilidad social con elementos como los fondos de inversión en empresas socialmente responsables o los índices bursátiles como el Dow Jones Sustainability Index genera una ventaja competitiva para aquellas empresas que optan por comportamientos éticos y socialmente responsables. - Es necesaria una mayor transparencia y accountability por parte de las empresas. La información sobre sus políticas y prácticas resulta fundamental para que los consumidores puedan “votar” con sus decisiones de compra sobre la actuación ética de las empresas.

Posturas:

  • - ¿Cómo monitorizar la responsabilidad social de las empresas? No existe una metodología universalmente adoptada para valorar empresas desde la óptica de un triple resultado económico, social y medioambiental, por lo que resulta complicado juzgar qué empresas son realmente socialmente responsables y cuáles no. Es difícil que lo que no puede ser medido pueda ser gestionado.

  • - El actual y creciente entorno empresarial está formado por una compleja red de relaciones entre empresas, clientes, proveedores, inversores, etc. En este entorno en red resulta difícil delimitar las responsabilidades sociales de cada uno de los actores. - La mayor demanda de responsabilidades sociales a las empresas puede hacer que los gobiernos, a los que realmente corresponden estas responsabilidades en primer lugar, se retiren y retrocedan en la asunción de éstas.

  • - Peligro del greenwashing: Algunas empresas pueden utilizar su adscripción a ciertas entidades o la puesta en marcha de alguna iniciativa de responsabilidad social como forma de marketing social o elemento para lavar su imagen frente a comportamientos o políticas generales no transparentes y poco éticos.


Buenas prácticas:
Global Compact es una iniciativa de las Naciones Unidas que quiere implicar a las empresas en la solución de los retos actuales del mundo, buscando su actuación en la consecución de una serie de principios en las áreas de los derechos humanos, el trabajo y el medio ambiente. - El Instituto Ethos de Responsabilidad Social es una ONG brasileña cuyo principal objetivo es movilizar, sensibilizar y ayudar a las empresas a gestionar sus negocios de forma socialmente responsable. En la actualidad cuenta con 800 empresas asociadas que corresponden al 30% del PIB de Brasil. - CorpWatch es una organización dedicada a la vigilancia y denuncia de los comportamientos no éticos de las empresas. CorpWatch organiza movilizaciones sociales en contra de actuaciones empresariales que no respetan los derechos humanos, los derechos laborales o el medio ambiente.


Emprendedor social

El emprendedor social representa un nuevo tipo de empresario que integra en su actuación el beneficio social y el económico, entendiendo la actividad empresarial como la mejor herramienta de desarrollo y una respuesta eficiente a la falta de eficiencia de la administración pública.

El empresario social pretende integrar lo social y lo económico. Se considera emprendedor social a la persona o grupo de personas que inician y desarrollan una iniciativa empresarial desde una perspectiva que prioriza la responsabilidad social y la creación de riqueza del territorio en el que actúan por encima del objetivo de la maximización del beneficio económico propio.

El emprendedor social no es una ONG, pero tampoco actúa como un empresario tradicional. Se podría decir que se halla a medio camino entre ambas figuras.

Como empresario, el emprendedor social entiende a la empresa como un importante motor de creación de desarrollo y progreso. Por ello considera, que la actividad empresarial es la mejor respuesta a la falta de eficiencia de la administración pública, especialmente en los países en vías de desarrollo.

Por otra parte, el emprendedor social tampoco tiene cabida en el modelo de empresa tradicional. Este tipo de personas se caracterizan por mostrar un gran compromiso con su visión, pero para convertirla en realidad deben desafiar los modelos y sistemas tradicionales de empresa. El emprendedor social debe operar en las partes más complicadas de los mercados, consiguiendo el éxito de sus objetivos donde han fallado tanto las iniciativas públicas como las privadas. El emprendedor social, por ejemplo, es un gran conocedor en primera persona de su entorno y concede gran importancia a la red social en la que actúa, a sus nexos y contactos, en contraste con la filosofía individualista que predomina en la empresa tradicional.

Problemática:

En la actualidad una mayoría entiende que la empresa puede representar un importante motor de desarrollo y progreso tanto en las sociedades del denominado primer mundo como en los países en vías de desarrollo. Al mismo tiempo, desde el paradigma tradicional de la práctica empresarial y de la cultura del liberalismo desarrollada durante todo el pasado siglo XX, se ha entendido siempre que la obtención del beneficio económico es la principal razón de ser de la empresa. Sin embargo, una actividad empresarial que dirija todas sus iniciativas y actividades con el único y exclusivo objetivo de la maximización de este beneficio, por encima incluso de condicionantes éticos, supone un elemento que no sólo no genera progreso social sino que resulta nocivo y perjudicial para las condiciones sociales y/o medioambientales en el territorio en el que actúa.

Propuesta:
Es importe inculcar el objetivo social desde el ámbito de la pequeña y mediana empresa. La creación de riqueza en países que están experimentando un gran desarrollo, tal como ocurre en China, no es debida tanto al desembarco de grandes multinacionales como al surgimiento de miles de pequeñas iniciativas empresariales desde dentro. Los nuevos modelos de actuación del emprendedor social que permiten su éxito en entornos de mercado difíciles (falta de infraestructuras, falta de formación e incluso de alfabetización, administración poco eficiente, etc.) pueden ser de gran ayuda al empresario tradicional. Hay una necesidad de diálogo entre el empresario tradicional y el emprendedor social.

Posturas:
La figura de los emprendedores sociales supone dejar en manos privadas la resolución de problemas que deberían resolverse desde el ámbito público.

Buenas prácticas:
El periodista Gordon Roddick empezó a publicar en 1991 la revista “Big Issue” con el objetivo de que ésta fuera distribuida exclusivamente por personas indigentes y sin techo de las ciudades británicas. Hoy la revista, premiada en varias ocasiones, compite tanto en calidad como en volumen de circulación con las principales revistas distribuidas por los canales tradicionales. La Schwab Foundation For Social Enterpreneurship y la Endeavor Global son dos organizaciones sin ánimo de lucro cuyo objetivo es la promoción de la figura del emprendedor social como elemento clave para la solución innovadora y efectiva de los problemas asociados al desarrollo sostenible. El economista de Bangladesh Muhammad Yunus fundó el Grameen Bank prestando microcréditos sin aval. Hoy el Grameen Bank mueve fondos de millones de dólares que al mismo tiempo han permitido el progreso económico de miles de personas gracias a los créditos que anteriormente ningún banco tradicional les concedía. Yanus creó también Grameen Phone. Esta compañía ha creado más de 100000 autoempleados en las poblaciones rurales de Bangladesh a las que no llegaba servicio telefónico alguno a partir de la adquisición de un teléfono móvil para su posterior alquiler por llamadas, creando una infraestructura de comunicación telefónica donde antes no existía.



Desarrollar la “base de la pirámide” como oportunidad de negocio

La base económica de la pirámide formada por la población que no tiene acceso a productos ni a servicios básicos puede encontrar una vía de desarrollo y progreso en un mercado potencial por parte de las empresas que estén dispuestas a cambiar el modelo empresarial con el que abordan los mercados del primer mundo.

La iniciativa empresarial puede ser un importante motor de desarrollo y progreso de la llamada base de la pirámide económica formada por los 5000 millones de habitantes del planeta que se considera que viven por debajo del umbral de la pobreza. Parte de la falta de acceso a productos y servicios básicos por parte de esta población proviene del propio hecho de no ser ni siquiera considerados como consumidores potenciales.

Las teorías sobre el desarrollo de la base de la pirámide sostienen que este círculo vicioso se puede romper si empresas y personas emprendedoras comienzan a considerar el potencial de mercado que supone esta gran proporción de la población que subsiste en una economía informal.

Pero para aprovechar este potencial es necesaria una aproximación totalmente diferente de la habitual desde un punto de vista empresarial. Para competir con éxito en este nuevo mercado se necesitan nuevos paradigmas y modelos de negocio diferentes de los diseñados para los mercados del primer mundo y dirigidos a poblaciones con un mayor poder adquisitivo. Esas nuevas estrategias empresariales requieren propuestas de negocio imaginativas que sean rentables y a la vez supongan una mejora de las condiciones sociales de los mercados a las que van dirigidas.

Problemática:

Se denomina base de la pirámide económica a los 5000 millones de habitantes del planeta que con ingresos inferiores a los cuatro dólares diarios viven en la pobreza, y carecen de acceso a productos y servicios básicos como agua, luz, salud, alimentación, educación, vivienda digna, etc. Desde un punto de vista económico el desarrollo de la base de la pirámide presenta el problema del pez que se muerde la cola: la propia pobreza genera más pobreza, ya que una de las causas principales de su escaso desarrollo económico y social consiste en el hecho de que esta población ni siquiera interesa como mercado.

Propuesta:
“Transactividad radical”, acuñación hecha por Stuart Hart. La empresa que desarrolla su actividad en la base de la pirámide necesita asociarse con actores sociales muy diferentes de los que necesita en los mercados habituales. Las empresas necesitan menos legalismos y más relaciones de confianza.

Posturas:
Algunos consideran que resulta difícil creer que desde el propio capitalismo, que consideran responsable en gran medida de las desigualdades existentes, se encuentre la solución de los problemas sociales.

Buenas prácticas:
El Grameen Bank actualmente gestiona un gran volumen de fondos a partir de multitud de microcréditos que otros bancos no quisieron ofrecer por falta de garantías. El Grameen Bank ofrece préstamos de pequeñas cantidades de dinero que son utilizadas en la mayoría de ocasiones para poner en marcha pequeños negocios que ayudan a mejorar los escasos ingresos obtenidos con anterioridad a la concesión del préstamo. Grameen Phone ha creado más de 100000 autoempleados en las poblaciones rurales de Bangladesh a las que no llegaba ningún servicio telefónico a partir de la adquisición de un teléfono móvil para su posterior alquiler por llamadas y se ha creado una infraestructura de comunicación telefónica donde antes no existía. Hewlett Packard ha podido hacer llegar sus productos a nuevos mercados de menor poder adquisitivo mediante imaginativas fórmulas como el paquete de ordenador personal “4-4-1 Computer Community” para compartir entre cuatro personas, o el equipo de impresión digital de pago por uso para pequeñas tiendas de revelado fotográfico.



Diálogo de referencia: El papel de la empresa en el siglo XXI


François Perigot
Presidente de la Organización Internacional de Empresarios (IOE)

Hay grandes retos para los empresarios de hoy. El ponente habló en nombre de todas las empresas: grandes, pequeñas, medianas y de todos los continentes. Es necesaria una convergencia en estos momentos entre los temas de derechos humanos, medio ambiente, condiciones laborales, un modelo que debe ser respetado por todos. La empresa en el siglo XXI es el núcleo del debate en temas como la justicia, empleo, sueldos; no puede estar al margen del discurso de los distintos actores, ya que son todos interdependientes.

"A lo largo de la comisión mundial de la OIT me sorprendí por la presión social de un modelo de organización de empresa", señaló Perigot. Este modelo abarcaba tres áreas: democracia como sistema político que nadie ponía en duda, economía de mercado y competencia como motor esencial y la adopción universal de la liberalización de los intercambios mundiales en el marco en el que se ubica la globalización.

El meollo del debate es la nueva forma de reconocimiento y de exigencias hacia la nueva empresa. "La empresa actualmente es corresponsable con los Estados, con instituciones sociales y los ciudadanos para garantizar el éxito de la globalización", sostuvo, pero teniendo en cuenta además a los países y zonas que quedan al margen.

La sociedad espera que la empresa sea el motor de crecimiento. En el comienzo del diálogo se preguntó qué es la competitividad de una empresa; cómo hablar de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) cuando cada país debe regirse por sus propias condiciones y normas.

La empresa puede ir muy lejos en estos temas, pero siempre con un enfoque libre y voluntario. Sólo podemos asumir responsabilidades si los estados también lo hacen. Pero los enfoques básicos y claros de un buen gobierno empresarial no pueden confundirse con un tema de buena voluntad; necesitamos reglas del juego que sean claras.

El mundo de hoy sigue regido por instituciones que se quedaron en el pasado. Estamos en un mundo solidario y la empresa está en el núcleo de esa solidaridad.


Marilyn Tam
Expresidenta de Reebook, Directora Ejecutiva de Us Foundation

Se cree históricamente que el desarrollo económico de por sí es bueno sin tener en cuenta temas sociales o medioambientales, pero de este desarrollo para empresas surge un nuevo concepto con ventajas e inconvenientes: puede ser más costoso ser irresponsable socialmente.

Tam narró su infancia en Hong Kong, cómo fue testigo de muchos aspectos que ahora son temas empresariales que afectan socialmente al mundo: trabajo infantil, bajos sueldos, reciclaje, contaminación. Sus objetivos profesionales se fueron transformando entonces en encontrar las formas de mejorar estos aspectos, sin perder las tradiciones de su cultura.

En los años setenta algunos países comenzaron a desarrollarse. Entonces los ojos del mundo se fueron a otros países menos desarrollados. Nos enfrentamos a otras dificultades y especialmente a las resistencias internas de los países. Para Tam, uno de los puntos a resaltar de este diálogo es el poder y la posibilidad que tienen los consumidores en la actualidad de expresar su opinión, por ejemplo, a través de la compra.

Marilyn Tam comparte con el grupo cuatro de sus principios empresariales:
- Decir la verdad.
- Encontrar socios.
- Cometer grandes errores y aprender de ellos.
- Buscar la propia verdad (valores) de la empresa.



Bibi Russell
Fundadora de Bibi Productions (Bangladesh)

Russell es la creadora de una pequeña empresa artesanal en Bangladesh. Vivió en Europa y Estados Unidos y de estos lugares sacó lo mejor para llevárselo de nuevo a su país, a sus orígenes. Argumentó que hay países, como el suyo, de los que sólo conocemos desgracias, pero nunca nada positivo. Este era su sueño de niña, dar a conocer lo positivo, la belleza que también se puede encontrar en la pobreza.

Russell puso en marcha esta pequeña empresa ganándose la confianza de su gente. Empezó con dos personas y ahora son 20 las contratadas. Cumplen todas las normas y los plazos. Con su experiencia transmitió el poder que se produce cuando se entrega confianza a las personas y lo productivo que esto puede ser.

Intervención del público
Uno de los interrogantes que salieron en el diálogo fue el rol de las empresas y los gobiernos y quién decide en estos temas. François Perigot admitió que depende, pero que en general son las empresas las que ejercen presión sobre los gobiernos y que las empresas no pueden ni deben asumir las tareas de los Estados. Bibi Russell señaló que el apoyo del gobierno debería ser básico y que en última instancia el poder estaba en las personas.

También se habló de la problemática de la globalización y de cómo el mundo ha cambiado al abrir las fronteras, causando en algunos casos más miseria, pero en otros países desarrollo. Se destacó el poder del consumidor y el punto de equilibrio que debería existir entre las empresas, los gobiernos y las instituciones. Como ejemplo de esto se destacó la labor en los últimos tiempos de las ONG y de su presión y campañas en contra de empresas que han demostrado que no hacen bien las cosas.



Problemática: Rol de la empresa en el siglo XXI


Propuesta:

Es el núcleo de diversas responsabilidades, hoy no solamente económicas sino también sociales.

Posturas:
Hubo diversas posturas, se discutió sobre el poder de presión de la empresa en los gobiernos.

Buenas prácticas:
Tener normas internacionales para la mejor actuación de las empresas. Dar confianza a los trabajadores. La belleza también está en la pobreza.

Conclusiones:
Una de las conclusiones es que las empresas no deben hacer las tareas de los gobiernos, sino que todos los actores –empresa, gobiernos, instituciones y ciudadanos– debemos actuar como organismos interdependientes.



Gobernar la globalización desde el trabajo


La globalización ha desequilibrado las relaciones entre capital y trabajo. En esta nueva economía global, la interdependencia económica entre países les ha llevado a competir entre ellos y esta competencia ha dado lugar a una rebaja sustancial de los derechos de los trabajadores. Los sindicatos deben desempeñar un papel clave para detener esta dinámica, impulsando alianzas con otros movimientos favorables a un nuevo orden internacional de paz, el desarrollo sostenible y un trabajo digno para todo el mundo.

El diálogo «Culturas del trabajo» defendió la posición central y el valor de la actividad laboral en el marco de un nuevo modelo de desarrollo justo y sostenible. Trabajadores, sindicalistas y expertos coincidieron en la necesidad de un paradigma alternativo que ponga freno a la tendencia desreguladora de la globalización y proteja a las personas en lugar de dar prioridad a las mercancías.

El diálogo fue organizado, dentro del eje «Globalización y desarrollo económico», por la Unión General de Trabajadores de Cataluña (UGT), Comisiones Obreras de Cataluña (CCOO) y el Fórum Barcelona 2004, con la colaboración de la Confederación Europea de Sindicatos, la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).




Los efectos de la globalización en el trabajo


Asistimos a la transición hacia una sociedad del conocimiento que exige el paso de un modelo social y económico industrial heredado del siglo XIX a un nuevo orden que haga más positivos para todos los efectos de la globalización sean. En el mundo interrelacionado y complejo del siglo XIX, el crecimiento de la desigualdad y la omnipotencia de la economía han llegado a niveles intolerables y necesitan respuestas urgentes. En este contexto, las formas de trabajo se han multiplicado y algunas de ellas, como el teletrabajo, apenas empiezan a regularse. Al mismo tiempo, se ha producido un cambio en la estructura del trabajo a escala mundial –marcado por la desigualdad de los países en su integración a esta nueva economía global– que ha dado lugar a fenómenos como la externalización o la deslocalización de puestos de trabajo.

Es necesario partir de una perspectiva macroeconómica global para elaborar estrategias que gestionen adecuadamente estos fenómenos y se alejen de la lógica imperante del mercado. Asimismo, la actividad laboral debe recuperar la fuerza de vertebración social que ha ido perdiendo en las últimas décadas. Pero para conseguirlo, hay que actualizar las instituciones y «gobernar la globalización desde el trabajo», en palabras del secretario general de CCOO de Cataluña, Joan Coscubiela.

Según los datos más recientes de la OIT, en el mundo hay más de 185 millones de personas sin trabajo y unos 550 millones de trabajadores pobres que, pese a tener un empleo, viven por debajo del umbral de la pobreza. Estos datos son un indicador de la elevada exclusión social existente debida al paro y nos llevan al convencimiento de que este desarrollo económico que aumenta la desigualdad es insostenible. Se trata del resultado de las políticas inspiradas en el pensamiento neoliberal que «lo libera todo, salvo las personas», según Rashid Khedim, consultor internacional de Argelia. «Si no ponemos riendas a esta dinámica, perderemos todos los derechos sociales», sentenció la escritora y filósofa Susan George.

Colectivos como los inmigrantes, las mujeres, los jóvenes o los discapacitados son agentes sociales muy discriminados en el ámbito laboral, pero su papel es determinante para construir una globalización más humana. En cuanto a los primeros, Manuel Abella, miembro de la OIT, aseguró que «la migración puede reducir las diferencias», dado que su trabajo aumenta las rentas mundiales y, al enviar una parte del dinero que ganan a sus países de origen, los inmigrantes generan flujos económicos que reequilibran un poco la riqueza de las naciones. No obstante, es necesario un marco multilateral eficiente para la gestión de la inmigración y para que ésta pueda trabajar de forma realmente libre. Por otro lado, la precariedad y la falta de reconocimiento del trabajo realizado por las mujeres es otro indicador de la discriminación existente en el mercado laboral. En este sentido, el profesor de sociología de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Prieto, afirmó que «no puede haber trabajo profesional justo sin una actividad doméstica justa».

Como hemos visto, la globalización ha generado nuevas reglas de juego que imposibilitan en la práctica una regulación de los mercados económicos y laborales tal como se han gobernado y legislado hasta el momento. El proceso globalizador debilita las instituciones que, hasta el momento, se han encargado de regular y proteger a las personas trabajadoras. La cada vez más intensa interrelación e interdependencia entre las economías de todo el planeta y el desequilibrio de la relación entre capital y trabajo dan lugar a un factor de competencia entre países, o dumping social, que conduce, en la práctica, a una reducción de los derechos laborales. La creciente mercantilización de las relaciones humanas muestra claramente que la economía reina por encima de cualquier otra prioridad humana. Hay que reivindicar una nueva regulación a escala mundial que ponga las necesidades humanas por delante de la economía y que permita una globalización auténtica de derechos y no sólo de los capitales.




Por un nuevo sindicalismo


El avance hacia la sociedad del conocimiento y la interrelación entre economías y sociedades del planeta plantean nuevos retos y responsabilidades al movimiento sindical. Con una participación masiva –más de 2.000 personas–, el diálogo «Culturas del trabajo» ofreció también un espacio de reflexión sobre estos desafíos. En esta «dominación global desocializada del mercado», como la definió el sociólogo Alain Touraine, los sindicatos deben favorecer el contacto entre las instituciones políticas y los movimientos sociales para dar a la globalización una dimensión que sea beneficiosa para todos los trabajadores. La responsabilidad civil de las empresas y los trabajadores, la lucha contra la economía sumergida y contra la discriminación, y el control de los organismos de crédito internacionales son aspectos que necesitan nuevas reglas para la constitución de una economía global más justa.

Por tanto, hay que avanzar hacia un nuevo paradigma de desarrollo que supere la hegemonía del neoliberalismo y otorgue al trabajo su centralidad y su valor tanto para las personas como para la sociedad. Se pretende, por tanto, iniciar una nueva gobernanza mundial basada en una alianza entre sindicatos, gobiernos, movimientos sociales y organismos internacionales, como la OIT, capaces de hacer que la globalización sea una oportunidad para todos y no únicamente para unos pocos.

El diálogo concluyó con una propuesta a la UNESCO para que reconozca el trabajo como patrimonio de la humanidad, ya que constituye, como recordó el ex secretario de la Confederación Europea de Sindicatos, Emilio Gabaglio, «una de las más altas expresiones de la actividad humana». Las alianzas entre todos los actores de la globalización deben posibilitar un nuevo orden internacional de paz, desarrollo sostenible y trabajo decente para todo el mundo. El bienestar de las personas debe ser el centro del desarrollo económico y de una nueva cultura solidaria y sostenible del trabajo en todo el mundo porque, al fin y al cabo, el trabajo es una parte importantísima de nuestra personalidad.




Diálogo de referencia:
¿Qué se esconde detrás de tu ropa?
El trabajo precario de las mujeres en las cadenas de producción globalizadas


En el diálogo se mostró y denunció la precariedad y explotación laboral que sufren los trabajadores, principalmente mujeres, en las cadenas de producción de ropa que empresas multinacionales tienen situadas en países en vías de desarrollo. Fue también marco para la presentación de iniciativas propuestas para la erradicación de este tipo de prácticas.

El diálogo «¿Qué se esconde detrás de tu ropa? El trabajo precario de las mujeres en las cadenas de producción globalizadas», organizado el Fórum Universal de las Culturas – Barcelona 2004 en colaboración con Intermón Oxfam y Setem, ha supuesto una denuncia unánime de la precariedad y explotación laboral extrema que sufren los trabajadores, principalmente mujeres, en las cadenas de producción de ropa que empresas multinacionales tienen situadas en países en vías de desarrollo, como Marruecos, Honduras o Guatemala, donde gozan de incentivos fiscales, una legislación más laxa y un coste de la mano de obra ínfimo comparado con los estándares occidentales. Como ejemplo, el salario medio de una trabajadora en Guatemala es de 159 dólares, cuando la cesta básica de subsistencia se sitúa en 170 dólares.

La creciente competencia en el sector globalizado del textil, con márgenes cada vez más estrechos, la incesante demanda de los consumidores y el dinamismo de los cambios en las tendencias de la moda están acentuando el fenómeno de deslocalización de las empresas multinacionales, que subcontratan parte de la producción en busca de menores costes y mayor productividad, lo que conlleva, al fin, una mayor precariedad en las condiciones laborales en estas cadenas de producción.

Según Ignasi Carreras, director de Intermón Oxfam, lo que está sucediendo es que «las empresas multinacionales que están en el sector de la ropa están trasladando la presión competitiva al último eslabón de la cadena». Si bien estas empresas ofrecen empleo, no generan riqueza ni tecnología que revierta en el país.

Todos los presentes en las mesas del diálogo (ONG, sindicatos, empresas, administraciones, trabajadores del textil y estudiantes) constataron la misma la situación: la vulneración sistemática de los derechos laborales en las cadenas de producción. Según Lucrecia Bautista, de la Comisión para la Verificación de los Códigos de Conducta en Guatemala, son frecuentes los abusos verbales y físicos, las malas condiciones higiénicas y sanitarias, y el trabajo forzoso en jornadas de hasta 22 horas en picos de producción. Asimismo, se vulneran el derecho a la salud, a la maternidad y a la asociación, como puso de manifiesto el relato de las agresiones a Gloria Rafaela Córdova, del Sindicato de Trabajadores Climatextiles de Guatemala: «a las personas que intentamos sindicalizarnos, nos destruyen».

Y es que este tipo de explotación laboral se ceba especialmente en las mujeres, que suponen entre el 60% y el 90% de la capacidad de trabajo en las fábricas. Con frecuencia, debido a su alto grado de analfabetismo y a sus cargas familiares, sufren una posición de marginación y vulnerabilidad en las sociedades de estos países. «No se puede separar la situación laboral de estas mujeres del contexto social en el que viven», según Boubker El-Khamlichi, representante de la Asociación de Mujeres Obreras del Textil Attawassoul, de Tánger, Marruecos, país que se caracteriza por una sociedad patriarcal dominante.

Todos los ponentes coincidieron en la corresponsabilidad de todos los agentes sociales en la búsqueda de soluciones al problema. Los gobiernos deben velar por el cumplimiento de los convenios internacionales de protección de los trabajadores y adoptar medidas normativas concretas, de carácter local, que garanticen los derechos laborales. En este sentido, Josep Maria Álvarez, secretario general de UGT en Cataluña, reclamó que el cumplimiento de los convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sea condición ineludible para que los gobiernos puedan suscribir tratados comerciales de ámbito internacional en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Por su parte, las empresas deben adoptar prácticas de Responsabilidad Social Corporativa, como códigos de conducta, que incorporen valores como la ética, la transparencia y la responsabilidad de sociedad en la toma de decisiones. En este sentido, Josep Maria Rañé, conseller de Trabajo e Industria de la Generalitat de Cataluña, abogó por la creación de agencias independientes que auditen estas prácticas y cuyo ámbito de actuación sea internacional.

Por último, se cuestionó el modelo de consumo imperante, y se abogó por que los consumidores se conciencien y se responsabilicen de sus compras, introduciendo nuevos parámetros éticos para llegar a considerar una compra satisfactoria. En palabras de la modelo Judith Mascó, «debemos tener en cuenta las condiciones laborales en las que se ha producido, para hacer una compra limpia». En este contexto, se pone de relieve la necesidad de una normativa de ámbito internacional que obligue a un etiquetado transparente y realmente informativo que ayude al consumidor a decidir sus compras, conociendo con exactitud dónde y cómo se ha elaborado el producto. Los avances en esta normativa se ven entorpecidos en la Unión Europea debido a las reticencias de los países del Norte de Europa, según aseguró Joan Canals, representante de la CEOE.

Para avanzar en la resolución del problema y en la concienciación de la sociedad en general se requiere una mayor formación y educación al respecto, aspecto que se ve impulsado gracias a campañas de denuncia como «Juega limpio en las olimpiadas» (promovida por Intermón Oxfam, Setem, CCOO y UGT, con más de 250.000 adhesiones), que trata de implicar a la sociedad civil para exigir a las marcas comerciales deportivas que cumplan con los derechos laborales en su producción; o iniciativas pedagógicas como «Conectando Mundos», promovida por Intermón, y en la que han participado más de 8.000 alumnos de España. Este programa ha introducido a los estudiantes en la problemática a través de la participación, reflexión y elaboración de propuestas, que fueron presentadas en el marco del diálogo, junto a la «manta de los sueños», confeccionada por los niños con trozos de tela con mensajes sobre su visión de la problemática.